Las grandes fábricas de la región desafían la crisis con inversiones multimillonarias
Los sectores económicos tienen una clara tendencia al contagio, tanto para lo bueno como para lo malo. Y la caída de la venta de viviendas repercute en buena parte de la industria, desde los fabricantes de vidrio y cerámica a los de muebles o menaje. Casi nadie se salva de las crisis cuando son profundas y mucho más en economías pequeñas como la de Cantabria, pero en esta ocasión hay un factor diferencial: la internacionalización del mercado de las grandes fábricas. Todas ellas están en pleno proceso expansivo, con raras excepciones y aunque sobre su horizonte más inmediato se ciernan nubarrones, como la subida del precio de la electricidad que se va a producir al desaparecer el régimen protegido de las tarifas, su situación es más fuerte que nunca, sobre todo en el caso de las más vinculadas a la economía alemana, que vuelve a convertirse en la locomotora de Europa.
El último aldabonazo positivo ha sido la decisión de la multinacional británica Imperial Tobacco, nueva propietaria de Altadis, de concentrar en su fábrica de Entrambasaguas toda la elaboración de puros para Europa, lo que supone absorber las producciones que anteriormente hacía en Reino Unido y Francia. La decisión, que crea un gigante mundial en la fabricación de este tipo de cigarros, dará lugar a la creación de 28 empleos pero, sobre todo, consolida el futuro de una planta lo que, a la vista de lo ocurrido con otras del grupo que se cierran, como la de Alicante, es una magnífica noticia.
Bosch despejó su futuro
Probablemente la incertidumbre más grande de todo el sector industrial cántabro estaba relacionada con el futuro de la fábrica de Robert Bosch en Treto y no sólo por ser la de mayor plantilla, sino por la enorme influencia que tiene sobre toda la comarca oriental. Si Bosch va bien, toda la zona va bien, ya que a sus más de mil trabajadores se unen los de los grandes talleres que la surten de piezas. Y Bosch renqueaba, con unos productos que estaban en los últimos años de su vida comercial.
Sin nuevos encargos de su matriz, la fábrica se agostaba y no eran pocos los que temían su desmantelamiento a medio plazo, ya que la multinacional tiene varias factorías repartidas por el mundo que hacen los mismos alternadores y motores de arranque para automóviles.
El panorama cambió a mediados del año pasado, cuando la planta fue capaz de ofrecer las mejores condiciones de precio y estabilidad dentro de su grupo para acoger el nuevo modelo de alternador desarrollado por la firma alemana. En la disputa con su fábrica hermana de Cardiff (Gran Bretaña) sólo necesitaba asegurar un pacto social que garantizase un clima laboral sereno para los próximos años. A finales del ejercicio, Bosch se hacía oficialmente con el encargo de su grupo y, además, se convertía en la fábrica de referencia para el producto, un liderazgo que representa su certificado de supervivencia por muchos años y la posibilidad de liderar otros proyectos.
Si los trabajadores y directivos de la planta de Treto respiraron con alivio, también todos los proveedores de la zona que tienen a Bosch como principal y, a veces, único cliente.
Aunque haya pasado inadvertida, para Cantabria, la decisión de la matriz de Robert Bosch ha sido más importante que el asentamiento de una nueva fábrica. Basta señalar que la línea de producción adjudicada requerirá una inversión en la planta de unos veinte millones de euros y otros tantos en las empresas suministradoras de la zona, además de la contratación de no menos de 200 trabajadores, que sumar a los 950 que ya tiene en plantilla.
Bridgestone e Astander
En menor escala, está pasando algo parecido con Bridgestone y Nestlé. La decisión del fabricante de neumáticos de hacer en Puente San Miguel una nueva gama de cubiertas agrícolas de gran tamaño abre las puertas a 55 nuevos trabajadores, una aportación al empleo superior a la que hacen muchas de las empresas de nueva planta que se han asentado en la región. Firestone está invirtiendo 24 millones de euros en esta línea y en la sustitución de medio centenar de moldes para otras cubiertas.
Sniace ya tiene muy avanzada la tramitación de su planta de bioetanol, que construirá en terrenos de la fábrica, y Astander acaba de recuperar la licencia para construir barcos –y no solo para repararlos– que la Comunidad Europea le quitó hace diez años al reestructurar el sector comunitario. La autorización ha adquirido un indudable valor ahora que el mercado naval está boyante. Los tráficos comerciales con los países asiáticos, que se han convertido en la fábrica del mundo, han multiplicado la demanda de fletes y la necesidad de barcos y los astilleros tienen una oportunidad histórica de resucitar viejas glorias que no pueden desaprovechar.
Las mismas incertidumbres que pesaron sobre Altadis, al cambiar de propietario, se dieron en las fábricas cántabras Mecobusa y Fundimotor cuando Nissan, su propietaria, pasó bajo el control de Renault y más tarde decidió integrarlas en el núcleo de la matriz, pero las dudas también han quedado despejadas. La multinacional japonesa ha realizado una inversión de 53 millones de euros en las fábricas de Los Corrales de Buelna, que atraviesan un momento muy favorable, y tiene previstos invertir otros 12 más.
Solvay, a su vez, afronta el centenario con nuevos proyectos. Por lo pronto, ha decidido ampliar en cien mil toneladas su capacidad para fabricar carbonato de sosa, lo que le permitirá superar el millón al año, para lo que invertirá 16 millones de euros.
El ejemplo más reciente de cómo son de volubles las circunstancias es el de Brittany Ferries. La naviera francesa que hace solo un mes extendía algunas dudas sobre su continuidad en Santander si no recibía unas ayudas públicas semejantes a las que obtienen sus competidores aéreos, acaba de dar por sentado su permanencia con el anuncio de que tiene previsto abrir una línea más, la Santander-Portsmouth, con el barco ‘Bretagne’, bien conocido en la región, puesto que anteriormente cubrió la línea con Plymouth. Una decisión tan importante por la afluencia de turistas, como por el empleo que originará el buque en tierra.
El motor de la AAI
La relación de grandes empresas con inversiones sería mucho más larga, porque, en realidad, todas las grandes industrias cántabras están en pleno proceso de modernización, como consecuencia de la Autorización Ambiental Integrada que acaban de obtener y que les obliga a disminuir las emisiones contaminantes al aire y al agua.
Las 64 que han obtenido la AAI (todas las afectadas por la normativa, menos una) se han comprometido a realizar estas adaptaciones antes de año y medio, para lo cual tendrán que realizar un desembolso conjunto de 150 millones de euros, la mayor inversión colectiva en la historia de la región.
Tanto las inversiones de ampliación como las de adaptación ambiental parecían haber encontrado el momento óptimo, ya que el pasado año el sector industrial de Cantabria creció a un ritmo del 4,7%, dos puntos más que la media nacional y más que cualquier otro sector de la región, algo que no ocurría desde hacía décadas. Pero los escenarios son muy cambiantes y en el primer trimestre de 2008 el ritmo ha aflojado sensiblemente. Según las estadísticas del ICANE, la industria regional ha facturado entre enero y marzo 650,8 millones de euros (unos 110.000 millones de pesetas), sólo un 2,4% más que en el último trimestre del año pasado. Sea coyuntural esta desaceleración o anuncio de un serio cambio de tendencia, lo que ya no tiene vuelta atrás son las inversiones. Al mal tiempo, la mejor cara.