El Depósito Franco completa sus almacenes en los muelles de Maliaño

Durante 83 años, el Depósito Franco de Santander ha venido jugando un papel de enorme importancia para los consignatarios que operan en el Puerto y no sólo por ser un territorio fiscalmente neutro donde depositar temporalmente las mercancías que entran o salen por sus muelles. La escasez de almacenes del Puerto ha contribuido a aumentar la importancia de esta institución que, tras su última ampliación, dispone ya de 16.546 m2 dentro del recinto portuario.
Con la nave recién inaugurada, de unos mil metros cuadrados, el Depósito Franco ha agotado la superficie aprovechable de la que disponía en los muelles de Maliaño, la más codiciada por los consignatarios, por su cercanía a la línea de atraque. Unas instalaciones que cobrarán aún más valor cuando se construya el puente que va a unir las zonas portuarias de Raos y Maliaño.
Los responsables del Depósito Franco buscan ya una ubicación para futuras ampliaciones. Hace años que ya optaron por levantar una nave de 4.000 m2 en la Ciudad del Transportista y, en esta ocasión sus ojos están puestos en la zona reservada por el Puerto para actividades logísticas –los antiguos terrenos de Campsa–.
La necesidad de esta ampliación crece en paralelo a las previsiones de crecimiento de las mercancías que mueve el Puerto de Santander, ya que los actuales almacenes del Depósito se encuentran ocupados todo el año.

Una obra peculiar

La irregular geometría de la parcela sobre la que se ha construido la última nave ha supuesto un reto, tanto para el proyectista como para la empresa de calderería que ha ejecutado la obra. La nave, que tendrá usos polivalentes, es de forma trapezoidal y sus cubiertas y fachada han sido construidas con panel de tipo sandwich para evitar el impacto de los cambios bruscos de temperatura.
Las instalaciones de almacenaje que se levantan en esa zona del Puerto se completarán con la construcción de un tanque metálico por parte de Azucarera Ebro, concesionaria de la parcela colindante. Este depósito, de 27 metros de altura y con capacidad para 14.000 toneladas, está destinado a cubrir las posibles necesidades de importación de melazas de azúcar en los próximos años, tras el descenso del cultivo de remolacha que sufrirá España, debido a las nuevas normas de la UE.

Una entidad pionera

La creación del Depósito Franco en 1923 convirtió al Puerto de Santander, junto a los de Cádiz y Barcelona, en pionero de una actividad que por entonces era totalmente desconocida en España. Un consorcio, formado por la Diputación Provincial, el Ayuntamiento de Santander, la Junta de Obras del Puerto, la Cámara de Comercio y los Bancos Santander y Mercantil, se hizo cargo de su gestión y, salvo en el caso del desaparecido Mercantil, continúa todavía al frente de este organismo.
La creación del Depósito Franco sirvió para impulsar el movimiento internacional de mercancías en el puerto santanderino. Hay que tener en cuenta que durante su almacenamiento en este recinto, las mercancías se consideran en tránsito internacional, no están sujetas al pago de aranceles, de IVA o de cualquier otro impuesto. Los consignatarios sólo han de pagar las tarifas que el Depósito fija por la utilización de estas naves: 2,4 euros al mes por metro cuadrado ocupado o 1,16 euros por tonelada, aunque esta última cantidad varía en función del tipo de producto. Otra ventaja añadida es que los usuarios pueden retirar la mercancía a medida que necesitan disponer de ella.

Un organismo que se autofinancia

Hasta la entrada en la Unión Europea, la legislación española limitaba a cuatro años el tiempo en que se podía tener la mercancía en un depósito franco. Sin embargo, la normativa comunitaria ha convertido ese plazo en indefinido. Este hecho, unido a la escasez de almacenes que padece el Puerto, hace que la rotación de la mercancía que alberga el Depósito se ralentice.
Como resultado, puede ocurrir que el movimiento de mercancías en el Depósito no llegue a reflejar la tendencia alcista que registra el Puerto en los últimos ejercicios o, incluso, vaya en dirección contraria. Así se puede explicar que el pasado año los movimientos del Depósito Franco descendieran sobre los de 2004.
Entre las 190.000 toneladas que pasaron por sus almacenes en el último ejercicio destacan los tráficos de cereales –que supusieron el 40% del total–, el papel y la pasta para papel, que sumaron otro 42% de los productos almacenados en este área exenta. El resto está mucho más repartido, hasta alcanzar 21 categorías de productos, lo que da idea de la gran variedad que ha alcanzado el tráfico que mueve el puerto santanderino.
Instalaciones como la recientemente inaugurada, han sido financiadas íntegramente por el consorcio que controla el Depósito, que no sólo es autosuficiente económicamente para su operativa diaria, sino que es capaz de generar los recursos para afrontar las inversiones que precisa.

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