La domótica nos hace ubicuos

Un hombre de alrededor de la cincuentena, cabellos canosos y aspecto saludable, que navega en su velero acompañado de un amigo, le muestra con orgullo su última adquisición, lo más sofisticado en materia de telecomunicaciones: una terminal (teléfono móvil) WAP. A bastantes kilómetros de distancia, una asistenta está realizando las tareas del hogar. Al entrar en una habitación aprieta contra su pecho, apasionadamente, una fotografía de un apuesto joven (el hijo del navegante, tal vez) y se deja caer suavemente en la cama. De repente, algo la despierta de sus sueños. La puerta del dormitorio se cierra automáticamente quedando bloqueada de manera hermética; al mismo tiempo las barras antirrobo que protegen las ventanas se activan impidiendo cualquier posibilidad de escapatoria. Pero, lo peor está por llegar; la cama, sobre la que se encuentra recostada, en un brusco movimiento de noventa grados alcanza la posición vertical, acoplándose perfectamente con el mueble instalado en la pared… con la asistenta dentro. No se asusten, se trata del argumento de un spot publicitario que se ha emitido estos días en un país centroeuropeo –en concreto, Alemania–, pero que ilustra una acción ya posible: la viabilidad técnica de controlar el hogar desde el móvil.
A partir de ahora, y especialmente cuando la hipervalorada tecnología UMTS sustituya al WAP, cuando vea a su amigo, vecino o socio manipulando el móvil, no dé por sentado que consulta las cotizaciones del IBEX-35 o la cartelera de cine. Pregúntese, si no es posible que debido al brusco descenso de las temperaturas esté programando la calefacción de su casa o comprobando, con la ayuda de su frigorífico inteligente, si tiene los ingredientes necesarios para cocinar ese pollo al limón que tan bien le queda.

Domótica, Smart House

Y no crean que el afán fiscalizador es el único motor (ni el primordial) que impulsa esta nueva innovación: la seguridad, el ahorro energético y la confortabilidad encabezan la lista de prioridades previstas. Después del alumbramiento, como es tradicional, llega el bautizo, aunque en este caso, al menos en su voz española, el nombre elegido (domótica) no parece destinado a provocar la algarabía popular. Domótica, utilizado como acrónimo de electrónica doméstica, deriva del francés domotique, que a su vez lo hace del griego. Para los que estén más habituados a la terminología anglosajona (sin duda, más cerca de la realidad), es posible que hayan oído hablar de Smart House (Casa Inteligente) o Home Systems (Sistemas Domésticos). En suma, otro sistema surgido al amparo de las nuevas tecnologías y que, en este caso, aplica la inteligencia artificial de éstas al servicio de la vivienda del nuevo milenio. No olvidemos que la comunicabilidad se torna otra vez clave: para poder utilizar una red virtual privada como la descrita es necesario una conexión permanente a Internet (con un móvil WAP por ejemplo).

¿De verdad, podré…?

Deje volar su imaginación porque dentro de poco verá sus sueños cumplidos. Sí, podrá… tener el baño preparado a la temperatura elegida (también puede estar almacenada en la memoria) presionando una tecla de su móvil, justo cuando llegue a su domicilio. La cocina tampoco quedará al margen de sus deseos. Si ha dejado preparada la cena en el horno o microondas, con un simple mensaje estará lista cuando usted llegue. Además, estos electrodomésticos pueden bajarse las recetas de Internet y leer los minutos precisos de cocción. Pero sin duda, aún no hemos llegado a lo más interesante. ¿Hay algo más tedioso y cansado que hacer la compra tras una dura jornada laboral? Algunos privilegiados ya están en condiciones de desviar la respuesta a sus frigoríficos inteligentes, que pueden recibir mensajes (vía Internet, comprueban su contenido y, si así lo desea el emisor, realizan la compra a través de un sistema de correo electrónico).
Pero además, y al margen de la conexión a redes exteriores, la domótica ofrece otros servicios: sistemas de iluminación que detectan (sensores) cuando alguien entra o sale de la habitación, encendiendo o apagando la luz; despertadores que a partir de la información que se les transfiere automáticamente (tráfico, condiciones climatológicas) seleccionan la hora de la diana; lavadoras inteligentes que programan la colada en función de la cantidad y la textura de las prendas; campanas extractoras que se activan solas al detectar malos olores; webcams de vigilancia, persianas autoregulables…

¿Cómo funciona?

La vivienda inteligente necesitará conexiones específicas para su correcto funcionamiento, aunque no de la magnitud que la espectacularidad de los servicios ofrecidos podría indicar. Para su expansión comercial ha sido imprescindible la conjunción e interrelación de tres tecnologías: la informática, las telecomunicaciones y la electrónica de consumo. La primera ha agrupado los diferentes sistemas de seguridad, aumentando sus niveles de eficiencia; también se ha encargado de automatizar la operativa de las tareas domésticas, facilitando la vida cotidiana.
Por su parte, las telecomunicaciones no sólo han cambiado, sino que han revolucionado la percepción del espacio y el tiempo. La posibilidad de situar el alcance de nuestras acciones en distintos lugares a la vez (trabajo y vivienda, por ejemplo) ofrece soluciones hasta ahora inauditas. La electrónica (doméstica) de consumo es el tercer elemento esencial para cerrar el círculo. Sin los relojes, lámparas, lavadoras, sensores… inteligentes, nuestras indicaciones no encontrarían el brazo ejecutor necesario para traducir deseos en realidades.
En síntesis, la integración de estas tres grandes áreas va a ensanchar la oferta en servicios de seguridad, automatización de tareas domésticas, entretenimiento, gestión de la energía y mantenimiento de las instalaciones, ofrecidas al consumidor final hasta un límite que ni los más audaces son capaces de imaginar.

Ajustado a la economía

Conjunción de sistemas, frigoríficos que leen recetas, aspiradoras que realizan su tarea con autonomía, son conceptos que parecen no tener cabida en el presupuesto familiar. La realidad es otra; en Estados Unidos los estudios de viabilidad que ya se han realizado indican que equipar una vivienda con dispositivos inteligentes la encarece, en promedio, un 2%. A nivel español, la misma cobertura tecnológica, puede suponer un desembolso de 300.000 pts. No parece una cifra desorbitante, y mucho menos inapropiada si cuantificamos los ahorros en energía conseguidos por la utilización de estos dispositivos. Tampoco parece demasiado para enterrar el viejo dicho del don de la ubicuidad. Ganar esta cualidad, sin embargo, nos debe hacer precavidos. No le comente a su jefe que es ubicuo.

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