LA ENTRADA AL DIQUE SECO DE ASTANDER

A LA ESPERA.– El dique preparado para que con la pleamar, a primera hora de la mañana, pueda entrar el barco, que llega con la luz del día arrastrado por un remolcador. La imagen plácida del dique, con las grúas reflejándose en la lámina de agua, es muy distinta a la que tendrá cuando pocas horas después se convierta en un enorme foso seco.

EL ‘PASTOREO’ DE LOS BARCOS.– Dos remolcadores empujan con su proa, uno por cada amura del barco, para que entre perfectamente enfilado por la compuerta del dique de Astander, como los toros entran al chiquero. Ellos se quedan fuera, porque las dimensiones son muy ajustadas, pero una vez que el buque pasa la compuerta, un trabajador del astillero le pastorea desde una pequeña barca hasta el fondo del dique, antes de ser varado y evacuada el agua. El operario ni siquiera llega a la altura del bulbo del barco, pero el gigante le sigue perfectamente domesticado. Sólo la barca puede escapar luego entre las paredes del dique y las aún más altas del barco, pero no se libra de pagar un peaje. Una descomunal ducha al pasar por los chorros de agua de refrigeración del barco, de los que no hay escapatoria posible.

EN SECO.– Una vez vaciado el dique con la ayuda de la bajamar, el gigante de metal queda varado como una ballena en la arena, aunque en este caso, apoyado en grandes bloques de hormigón que transmiten la enorme presión sobre un fondo lo bastante reforzado como para aguantar semejante peso en una pequeña superficie. Aunque el barco no sea muy grande, como este cablero, los trabajadores que se mueven bajo él nos recuerdan los viajes de Gulliver.

SIN TEMORES.– Los trabajadores pasan bajo el barco con la misma seguridad con que alguien atraviesa los bajos de un edificio. Están acostumbrados a sus dimensiones, que son muy distintas a las que imaginan quienes observan el barco a flote, pero saben que es inofensivo, atrapado entre las altas paredes del dique y unas compuertas que sólo dejarán pasar el mar el día en que concluyan los trabajos de mantenimiento o de reforma. A veces, el barco sale muy distinto de como entró. En el dique se han alargado barcos, otros se han recortado o se han cambiado sus utilidades, lo que en ocasiones es más complejo que la propia construcción. La fuerte subida del petróleo hizo que en los últimos años se realizasen transformaciones de buques convencionales en prospectores de yacimientos petrolíferos submarinos (barcos sísmicos), como el que ha provocado la fuga de crudo en el Golfo de México.

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