Lo que mueven los conciertos
Más de cien artistas pasan este verano por los escenarios de Cantabria y algunos de ellos atraen decenas de miles de personas desde otros puntos del país
La creación del Festival Internacional de Santander en 1948 empezó a mostrar el potencial que tienen la cultura y los espectáculos de todo tipo en el verano de la región y más ahora, cuando la población flotante es casi tanta como la residente. Los conciertos se han convertido en una nueva opción de negocio y cada vez hay más promotores musicales, pero son los grandes eventos, como la actuación de Muse, los que arrastran miles de asistentes foráneos, que se dejan varios cientos de euros por cabeza en la compra de la entrada, la noche de hotel y las comidas.
Entre los 23.000 asistentes al concierto de la banda británica Muse en El Sardinero solo había 4.000 cántabros. El resto han llegado de otros lugares del país o del extranjero. Poco importó que las entradas costasen 75 euros y que el precio de los hoteles se disparase. Todo ello hace que los promotores calculen un impacto económico directo de 5,5 millones de euros.
Que los conciertos se han convertido en un buen negocio es indudable, pero lo que resulta más discutible es para quién. Acabados los tiempos en que los grandes artistas vendían millones de discos o cds, la alternativa está en las actuaciones en directo y en las reproducciones por internet. La gira de una gran banda supone un descomunal despliegue de medios técnicos para trasladar su montaje de un país a otro para una actuación de unas pocas horas, pero también es una enorme aspiradora de dinero y Muse ha sido un buen ejemplo.
Se requiere un cartel con mucho tirón, un escenario donde quepan decenas de miles de personas y un público entregado, dispuesto a pagar una cuantía que muchas veces está por encima de sus posibilidades. Pero ni siquiera eso es suficiente. Pese a las 23.000 entradas vendidas (17.000 de ellas en apenas nueve minutos por internet), Santander no hubiese vivido ese espectáculo de no haber sufragado el Gobierno regional una cantidad que no se ha revelado pero que puede estar cerca del millón de euros. Una especie de compensación a cambio de que la banda no actuase también en otros lugares, con lo que Santander se garantizaba la exclusiva y un impacto nacional. También se han apoyado con dinero público otras actuaciones, como la de Quevedo –que arrasó en Torrelavega, aunque parte de la actuación fuese enlatada– (unos 250.000 euros) y la de Aitana y Bizarrap (unos 400.000).


Los que facturan –como confiesa Shakira con la rabia del desamor– son los artistas. Buena parte del dinero se va muy lejos de Cantabria, pero hay partidas importantes que se quedan en la región. Los conciertos son un maná para el sector hostelero y especialmente para el hotelero. Diez días antes de la actuación de Muse ya era prácticamente 
Una habitación doble para esa noche en el Hotel Santemar (4*) reservada con una semana de antelación costaba 400 euros, mientras que al día siguiente del concierto bajaba a 155, lo que deja bien clara la influencia que tiene el evento en la demanda de alojamientos. En el Soho Boutique Palacio de Pombo (4*) eran 390 euros (152 la noche siguiente); en el Silken Coliseum, 399; en el Silken Rio, 349; en el Bahía 289 (169 al día siguiente); en el Real, de 5*, 390 (260), en el Vinci Puerto Chico, 520 (209) y en el Victoria, 420 (179). Incluso los hoteles de tres estrellas superaban los 250 euros, como el Bed4U, de Santander (105 un día más tarde).

Los conciertos veraniegos también son bienvenidos por los contratados por la organización para el montaje del evento (hasta 300 personas en el caso de Muse). Se trata de trabajos de pocos días, pero este verano podrán saltar de uno a otro si se tiene en cuenta que están programados en Cantabria más de cien eventos, en los que participan artistas como Alejandro Sanz, Sabina, Manu Carrasco, Quevedo o Raphael (todos ellos vienen, como Muse, dentro del programa del Año Jubilar Lebaniego); Mónica Naranjo, David Bisbal o Revólver (Magdalena en Vivo); Omar Montes, Deva y varios más (Vive la Feria); Aitana, Bizarrap… (My Fest); Alejandro Fernández, Pablo Alborán, Malú, Melendi, Lory Meyers… (Música en Grande); Luz Casal, Miguel Poveda, Los Secretos… (La Plaza de Toros); Vetusta Morla, Leyva, Siloé (Sónica); Ivan Ferreiro, Desakato, Ángel Stanich, Anabel Lee… (Torrelavega Sound City); Juan Magan, Dellafuente… (Negrita Music Festival); Alice Wonder, Soleá Morente, Viva Suecia (Santander Music), además de los festivales Reggaeton Beach, Santander Jazz, las actuaciones de la Feria de las Naciones o los muchos conciertos que se ofrecen en los pueblos, como el ciclo Entre Luces, que llevó a Puente Viesgo a Vega, Pedro Guerra o Jaime Urrutia.
Quien crea que no hay público para tantos eventos musicales no tiene más que acercarse a cualquiera de ellos, y quien piense que la región no es capaz, por su tamaño, de atraer a artistas nacionales e internacionales de primera fila, puede repasar estos carteles, aunque en algunos casos hayan sido apoyados con sustanciosas ayudas públicas. El argumento es que todo ello deja mucho más dinero en la región del que se invierte y, además, pone a Cantabria en el mapa musical.
El ‘superconcierto’ de Muse

Su procedencia era muy diversa. Un 2,7% de ese público llegó del extranjero y entre los nacionales, Madrid aportó el 25%, Barcelona el 10% y Bilbao el 8,5%. En Cantabria se vendieron el 17% de las entradas.
“El concierto de Muse holló la cima del Everest musical”, manifestaba un asistentes, que no duda en situarlo por encima de cuanto había visto hasta ahora a Santander: Bruce Springsteen, Ennio Morricone, Pet Shop Boys… y, por supuesto, Enrique Iglesias.
Una de las mejores bandas del universo musical, un sonido perfecto, diseño de alta escuela, un público respetuoso y entregado, lluvia de papelitos y serpentinas… (la otra esperó, amablemente, a la última canción) y la voz de Matt Bellamy, que lo mismo llega a los registros del falsete que se hunde en los bajos.
La banda llegó esa tarde en un jet y se marchó al día siguiente también con un buen sabor de boca.




