Cuenta atrás para la primera planta de biodiésel

Pocos negocios están generando tantas expectativas como el de los biocarburantes, convertidos en una de las armas de la Unión Europea para combatir el cambio climático y reducir, de paso, la dependencia de los combustibles fósiles. Cantabria no ha sido ajena a esta efervescencia, hasta el punto de acumular nada menos que siete proyectos de fábricas de biocarburantes, aunque las circunstancias que rodean a varios de ellos, bien por la ubicación elegida o por cuestiones medioambientales, les han hecho encallar o arrojan sombras sobre su puesta en marcha.
Hasta ver levantada cada una de las fábricas, sus promotores tendrán que superar una auténtica carrera de fondo y los primeros en llegar a la meta pueden ser los de Biocarburantes Bahía de Santander (Bio-Bas), que creen poder tener en funcionamiento una planta en el polígono reinosano de La Vega en año y medio.
La futura fábrica ya ha superado el trámite de información pública y está a la espera de recibir la autorización ambiental integrada.
Mientras tanto, los impulsores buscan las vías de financiación para hacer frente a los 29 millones de euros que serán precisos para la construcción, aunque la inversión total necesaria para su puesta en marcha se eleva hasta los 43 millones.

Un proyecto abierto

Detrás de esta iniciativa se encuentra un grupo de empresarios locales conocedores de este mercado, por su vinculación al transporte de combustible o como fabricantes de bienes de equipo con destino a alguna de las plantas de biocarburantes que ya operan en el país. El gestor del proyecto es el joven abogado santanderino David González Pescador, fundador de Glezco, uno de los bufetes más activos en el ámbito de los negocios.
La ingeniería de las instalaciones se ha encomendado a un especialista en fábricas de biocombustibles, Isolux Corsan, que ha optado por una planta de tamaño medio (100.000 Tn/año), cuya eficiencia ya ha sido suficientemente probada en otros sitios.
La otra pata del proyecto, la búsqueda de recursos para financiarlo, ha sido puesta en manos de la firma One to One, que ya ha participado en la captación de socios para otras fábricas de biocombustible. La previsión que manejan los impulsores de la iniciativa es que la aportación de fondos propios alcance los diez millones de euros, de los que ya tienen cubiertos tres, por lo que continúan abiertos a la incorporación de nuevos socios o compañías de capital riesgo. “A nosotros –precisa David González–, nos gustaría formar una sociedad eminentemente cántabra, formada por industriales de la región”.
Los promotores calculan que el rendimiento del negocio sigue siendo muy elevado, a pesar de los cambios que se han producido en el mercado de los biocombustibles, y permite conseguir el retorno de la inversión en cinco años.
Esos cambios en el mercado han sido provocados por los suministradores de las materias primas para su fabricación (aceite de soja, colza y otras plantas oleaginosas), que han reaccionado con un fuerte incremento de precios al dispararse la demanda de estos productos. La posición dominante de unas pocas compañías en el mercado mundial les permite actuar como un cártel, estableciendo condiciones de suministro a los fabricantes de biodiésel que van a hacer más difíciles las aventuras en solitario, como la que se dispone a iniciar esta empresa cántabra. Por ese motivo, y aunque sus promotores ya se han asegurado un contrato de abastecimiento, se plantean la conveniencia de asociarse con otros fabricantes para crear una central de compras que fortalezca su posición frente a esas grandes multinacionales.

Plantaciones en Cantabria

Otra opción estratégica es diversificar las fuentes de aprovisionamiento y nada mejor que abastecerse –al menos en parte– en las proximidades. Para ello, los impulsores de la fábrica quieren proponer a la Universidad de Cantabria un convenio para investigar mejoras genéticas en el contenido graso de las semillas. El objetivo que se persigue es animar a los agricultores de la zona de Campoo y Valderredible a cultivar oleaginosas e, incluso, a molturar las semillas, convirtiéndose en suministradores de la fábrica.
Iniciativas similares ya han sido puestas en marcha por el Gobierno cántabro, que a principios de año firmó un convenio con agricultores de Valdeolea, Valdeprado del Río y Valderredible para ensayar varios cultivos en el ecoparque que figura dentro del Plan de Desarrollo de Campoo-Los Valles. Este acuerdo para trabajos experimentales afecta, de momento, a cien hectáreas.
El reclamo de las plantas de biodiésel ha surtido ya efecto entre los agricultores de otras zonas de España, hasta el punto que los cultivos han pasado de apenas 6.000 hectáreas en 2004 a 223.000 en 2006. No obstante, el Ministerio de Agricultura estima que harían falta un millón para abastecer con materia prima nacional las producciones de biocombustible fijadas en el Plan Energético Nacional, cuyo objetivo es que en 2010 los biocarburantes sean el 5,75% de los combustibles consumidos en el país.
El mayor obstáculo para que estas iniciativas de cultivos nacionales prosperen no va estar, en cualquier caso, en la voluntad de los agricultores, sino en el mayor atractivo que ofrecen los precios de los campesinos chinos o los del Cono Sur americano, donde se concentra la mayor parte de la producción mundial de estas semillas.

A la espera de la normalización

Aunque la ubicación estratégica de Reinosa y la posibilidad de encontrar 14.000 metros cuadrados de suelo industrial en el polígono de La Vega lo conviertan en un emplazamiento idóneo para la fábrica de Biocarburantes Bahía de Santander, no fue ese el lugar inicialmente elegido. Los promotores pensaron como primera opción en el puerto santanderino y de ahí el nombre de la compañía.
Aunque llegaron a presentar su proyecto a la Autoridad Portuaria, en ese momento el Puerto estaba más pendiente de la disputada concesión de la terminal agroalimentaria. Cuando, algún tiempo después de adjudicada, planteó su propia propuesta para construir dos macroplantas de biodiésel en Raos, los promotores de Bio-Bas ya habían reorientado su proyecto hacia la capital de Campoo.
Aunque estas circunstancias hayan retrasado la construcción de su planta, González Pescador las valora positivamente, a la vista de cómo ha evolucionado el mercado: “De alguna manera –señala– nos ha venido bien, porque creemos que se va a estabilizar de aquí a un año o año y medio, que es cuando nosotros pensamos estar en funcionamiento”.
Si, por un lado, los precios de las materias primas se han disparado, ante la multiplicación de proyectos de fabricación de biocombustible en todo el mundo, por otro, la demanda de los consumidores no ha sido la esperada, quizá porque los fabricantes de automóviles todavía no han homologado las mezclas que podrán ser utilizadas en sus motores. El biodiésel se suele consumir mezclado con gasoil en proporciones que no superan el 5%, pero nada impide que este porcentaje sea mayor e, incluso, la sustitución total del gasoil, como se hace ya en algunos países europeos.
Es evidente que la homologación de este combustible por los fabricantes despertará el interés de las compañías petroleras por distribuirlos, para no perder cuota de mercado, y generará confianza entre los consumidores, todavía renuentes a su uso, a pesar de que se ofrece en el surtidor al mismo precio que el gasoil, gracias a la exención de impuestos.
Los fabricantes de biocombustibles saben que, sean cuales sean las circunstancias, van a contar con el apoyo de los programas de la Unión Europea en favor del uso de energías renovables, que aspira a que, en 2020, el 10% del consumo de combustibles sea bio. Un objetivo que debiera crear espacio para muchas fábricas, si tenemos en cuenta que los biocarburantes ahora apenas representan el 1% del consumo en los países europeos y que en España ni siquiera llegan a suponer 0,5% del combustible utilizado en el transporte. Lo paradójico es que, hoy por hoy, buena parte de los que se consumen se importan de EE UU, al ser más competitivos, como consecuencia de las subvenciones norteamericanas a su agricultura, mientras que buena parte de las plantas de biodiésel que se han construido en España se encuentran paradas. Una situación que inevitablemente tendrá que resolverse.

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