Regma inaugura la planta de Camargo y aumenta sus tiendas

La dureza de esta larga crisis económica ha puesto a prueba la capacidad de resistencia de muchas empresas y, con más motivos, a quienes estaban embarcados en proyectos de ampliación, con inversiones comprometidas. Pocos han podido salir airosos de una situación semejante, pero Regma, una de las empresas más veteranas de Cantabria, ha demostrado la solidez de sus cimientos al llevar a término la construcción de una nueva planta, iniciada en 2008, y en la que ha invertido 4,6 millones de euros.
El esfuerzo realizado en unos momentos tan difíciles puede reportarle ahora una ventaja estratégica de primer orden, la de estar en disposición de aprovechar mejor la recuperación económica el día que llegue. A Regma le encontrará también con un proyecto ambicioso para expandir sus puntos de venta y llevar sus productos a otras comunidades autónomas, comenzando por aquellas donde residen los visitantes que acuden mayoritariamente a Cantabria en verano y que han convertido sus helados y pasteles en una costumbre.

Una plataforma para el futuro

En una historia empresarial tan dilatada –Regma se fundó en 1933–, las etapas se miden por décadas. La empresa ha permanecido treinta años en las instalaciones de Primero de Mayo, suficientes para cubrir el salto desde los pequeños obradores de heladería y confitería de sus inicios a una planta industrial. Pero, a estas alturas, esas dependencias resultaban inadecuadas para los planes de crecimiento de la familia Castanedo, fundadora y propietaria de Regma. El prestigio de la marca, ligada desde hace muchos años a uno de los rituales que el turista asocia al veraneo en Cantabria, la degustación de sus helados, encerraba un potencial que no se podía desaprovechar. Había que acercar el producto a esos consumidores, a sus lugares de residencia habitual y diversificar los canales de comercialización.
Además de la red de puntos de venta que Regma ha ido creando en Cantabria, la firma ya está presente con tiendas propias en Asturias (Gijón, Ribadesella y Llanes), y a través de franquicia en Aguilar de Campoo. El objetivo, a medio plazo, es incrementar esa presencia y llegar a ciudades como Burgos o Valladolid. Madrid y Bilbao, de donde procede buena parte del turismo que llega a Cantabria, son otras plazas en las que los productos de Regma tienen mucho camino andado.
Para ampliar esa red de tiendas y poder abastecerlas era preciso incrementar sustancialmente la capacidad de producción, algo que con el espacio y el equipamiento de los que disponía en Primero de Mayo, no podían hacer.
También se pretendían explorar nuevos canales de distribución, como los supermercados o las grandes superficies, pero para eso era preciso elaborar productos más duraderos, ya que la inmensa mayoría de los que ahora vende Regma en confitería son de caducidad diaria.
Todo ello suponía un plan de expansión de largo alcance para el que era preciso dotarse de nuevas líneas de producción y espacio donde albergarlas.

Un suelo problemático

Si una empresa anunciase hoy su intención de invertir en Cantabria más cuatro millones y medio de euros para levantar una fábrica, de lo que menos tendría que preocuparse es de encontrar suelo y conseguirlo a un precio asequible, pero cuando Regma inició su proyecto ni existía terreno adecuado en zonas cercanas a la capital ni su coste tenía nada que ver con la iniciativa que ha puesto en marcha el Gobierno cántabro para facilitar suelo gratis durante cinco años a las empresas.
Regma, finalmente, optó por levantar su nueva planta en el solar que ocupó el hotel El Carmen en el Crucero de Revilla de Camargo. Una ubicación estratégica que cumplía con los requisitos de proximidad a Santander y buena comunicación por carretera. Dos enlaces cercanos a la Ronda de la Bahía simplificaban sus necesidades logísticas para el abastecimiento de materias primas o la distribución de sus productos.
Lo que no esperaban fueron las dificultades que encontraron para la cimentación. A pesar de los sondeos previos, las características del subsuelo en el valle de Camargo, plagado de oquedades, obligaron a pilotar en algunos puntos a mucha más profundidad de la esperada, hasta alcanzar los 20 metros. Esta circunstancia demoró la ejecución de la obra en cerca de nueve meses, aunque una vez hecha la cimentación, el edificio, de hormigón prefabricado, se montó rápidamente.
En su acondicionamiento se empleó parte del equipo de producción que ya existía en las instalaciones de Primero de Mayo, especialmente la maquinaria pequeña de confitería. No obstante, la mayor parte del equipamiento, como las líneas de la planta de helados o las cámaras frigoríficas, es totalmente nuevo.

Una fábrica tres veces más grande

La nueva fábrica cuenta con 4.600 metros cuadrados construidos distribuidos en dos plantas de igual tamaño. Una superficie que triplica holgadamente la que tenía en su anterior sede santanderina y en la que se podría multiplicar por tres la capacidad de producción.
Mientras que en la parte superior de la nave se sitúan las oficinas, almacenes y zona de servicios, la inferior se utilizará para la fabricación de helados y la confitería, a excepción de una zona destinada a tienda y degustación.
La decisión de abrir un punto de venta al público, como el que ya tenía en la fábrica de Primero de Mayo, que van a seguir conservando, responde a los cambios que han experimentado los hábitos de los consumidores, habituados a desplazarse en coche para realizar sus compras. La tienda de Regma en el Crucero de Revilla aspira, por eso, a convertirse en un punto de referencia para el poblado valle de Camargo.
Su apertura ha venido precedida por otra en Valdenoja, con lo que ya suma 18 puntos de venta. Estas dos inauguraciones también han añadido una decena de personas a las 80 que ya trabajan para Regma, aunque en verano la empresa puede llegar a alcanzar los 140 trabajadores.

Capeando la crisis

Aunque la caída de consumo se ha hecho notar en todos los sectores, quizá sea el de alimentación uno de los mejor librados. Aun así, la crisis también ha hecho mella en la demanda de helados y pasteles, con el agravante de que la subida de las materias primas, la electricidad y otros costes no se ha podido repercutir en el precio de los productos para no desincentivar más el consumo. La llegada de nuevas alternativas al helado tradicional, como la reciente eclosión de las yogurterías, tampoco ha ayudado a mantener el nivel de ventas de otras épocas.
Con todo, el balance de estos últimos años no es malo para Regma que cerró el ejercicio de 2012 con una facturación de cuatro millones y medio de euros y esperaba finalizar 2013 con una cifra de ventas similar.
La firma cántabra cuenta con una clientela fiel, que no entiende el verano sin el consumo de sus helados, en cualquiera de sus doce sabores. Una convicción que Regma quiere hacer llegar hasta el lugar de procedencia de estos visitantes, para que puedan repetir la experiencia tantas veces como deseen a lo largo del año.

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