Las dos caras de Irlanda

En marzo, Irlanda ya había conseguido colocar bonos del Estado por 6.500 millones de dólares a diez años y, en doce meses los bonos irlandeses han pasado de pagar un interés del 8,5% al 4,1%. La balanza de pagos tiene superávit desde 2010 y las exportaciones han repuntado de la mano de una fuerte inversión extranjera. Ahora bien, no todo son alegrías, pues la deuda pública ha subido hasta el 117% en 2012 y el panorama social es muy sombrío.
En un informe de Cáritas que se acaba de conocer se señala que hay 750.000 pobres en Irlanda, mientras que casi 1.300.000 personas se salvan de estar en esa categoría gracias exclusivamente a la cobertura social del Estado; es decir, que casi la mitad de una población total de 4,5 millones vive en la pobreza.
El modelo irlandés tiene dos caras, como Jano, el dios romano de las puertas: una que mira hacia dentro y otra hacia afuera. Así, al comparar el Producto Interior Bruto y el Producto Nacional Bruto (del que están excluidas las empresas extranjeras que operan en el país), se puede comprobar que el espacio entre ambos indicadores no ha hecho más que aumentar y ha pasado desde el 14% en 2007 al 20% en 2011. Y esto es debido a que en Irlanda hay un gran número de multinacionales que se benefician de uno de los regímenes impositivos más benignos de la UE, pues solo se paga el 12,5% por el impuesto de sociedades.
Las exportaciones de Irlanda son superiores a su PIB y cuando se enfría el comercio mundial, sobre todo el de los estados de la Eurozona, lo hace también la economía irlandesa, de manera que en los últimos años las exportaciones solo han crecido un 2% anual.
La dependencia del capital extranjero hace a Irlanda muy vulnerable y en 2011 las compañías farmacéuticas generaron la mitad de sus exportaciones gracias a una peculiaridad en el mercado de patentes de medicamentos. Pero, al finalizar este régimen en 2012, las exportaciones farmacéuticas cayeron un 3%.
El problema es que estos altibajos del sector exportador no pueden ser compensados por el consumo doméstico, agobiado por deudas gigantescas que, en el caso de los hogares, duplican sus ingresos. Según el Instituto de Finanzas Internacionales, si la austeridad ha funcionado un poco mejor en Irlanda que en otros países ha sido porque se hizo más gradualmente y porque su economía está menos afectada por el empleo estatal y el consumo doméstico.
Estas características hacen que los recortes en el gasto y los aumentos en los impuestos solo se llevaran un 1,7% del PIB en Irlanda entre 2010 y 2012, mientras que en Grecia la austeridad significó una pérdida anual del 5%.
Hoy, el FMI admite que los recortes debieron ser mucho más graduales y que se equivocó al calcular el ‘multiplicador fiscal’ que mide el impacto de una retracción del gasto estatal. El FMI había calculado que por cada euro que se quita del gasto público se produce un efecto de 0,5 euros en actividad perdida, cuando en realidad ha sido de entre 0,9 a 1,7 euros. En economías como Grecia o España, más basadas en el consumo doméstico que en las exportaciones, el multiplicador ha resultado ser mayor.

Irlanda logró el acuerdo

El primer ministro Enda Kenny logró una aprobación del Banco Central Europeo para distribuir el coste del salvamento del Anglo Irish Bank en 40 años, cuando antes tenía que pagar en diez, lo que iba a generar un escenario muy duro para las finanzas del país. Con la extensión del plazo, Irlanda evitará pagar 3.100 millones de euros por año hasta 2023 para cumplir con los bonos emitidos durante el colapso de los principales prestamistas irlandeses a consecuencia del estallido inmobiliario.
El Anglo Irish cayó por el desplome inmobiliario tras la formación de una burbuja con crédito barato. Al temer que se produjera un efecto dominó, el Estado intervino, asumiendo fuertes deudas que le forzaron a elaborar presupuestos de austeridad, al tiempo que la economía retrocedía y obligaba al Gobierno a pedir el salvamento de la UE y el FMI.
El BCE era consciente de que un acuerdo con Irlanda para aliviar las dificultades del pago de la deuda podría sentar un precedente para otros estados como España. Sin embargo, en Bruselas también necesitan algún éxito para salir de esta crisis de la deuda.
Irlanda se ha marcado como objetivo volver a financiarse en los mercados en 2014. Desde que el capital europeo y el FMI acudieran en su auxilio –incluido un rescate de 85.000 millones en 2010– su economía se ha dejado por el camino el 16% de su PIB por las medidas de ajuste.
Este brutal proceso de consolidación fiscal se comerá en algo menos de una década un 20% de la economía irlandesa, a la que le han impuesto la tarea de alcanzar un nivel de déficit del 3% en 2015 –el objetivo para 2012 era del 8,6%, aunque se ha quedado por debajo del 8%– y estabilizar su deuda pública en el 120% del PIB en 2014. Para hacer este camino, su único argumento es la fuerte orientación exterior de su economía.

Mucha exportación

Las exportaciones irlandesas suponen el 106% del PIB, cuando en España representan un 30% y este porcentaje es su gran motor económico.
Irlanda es el segundo mayor exportador de software del mundo y el quinto de carne y su apertura a la inversión extranjera es fruto de una estrategia desarrollada durante años. Además, tres de las cinco mayores empresas de juegos, nueve de las diez mayores farmacéuticas y ocho de las diez mayores compañías tecnológicas (Google, Dell, IBM, Intel, Amazon, Microsoft, Apple o Paypal) tienen parte de sus operaciones en Irlanda, incluyendo a Dropbox, última gran captadora de inversiones.
Las multinacionales generan el 15% del empleo del país y el 80% de las exportaciones. Solo en 2012 se instalaron 65 nuevas empresas internacionales. El aluvión de inversión extranjera directa proviene de EE UU (un 72% del total), mientras que la UE solo supone un 18%. Además, las multinacionales generan dos tercios de la base del impuesto de sociedades, dan trabajo directo a más de 120.000 personas y a unas 300.000 si se suman los empleos indirectos.
Las exportaciones irlandesas superan a las de India y Suecia juntas, y son superiores a las de Australia, Brasil y Dinamarca. EE UU y el Reino Unido son los principales destinos de sus productos que, básicamente, pertenecen a cinco sectores: las tecnologías de la información, la alimentación, la ingeniería y las renovables, la industria de los contenidos y las finanzas.
El secreto de tanta multinacional es una mano de obra cualificada y cosmopolita, ya que el 17% de la población ha nacido fuera de la isla; un nivel educativo alto de la población laboral; y, por supuesto, la fiscalidad, y no solo los tipos, sino la claridad y transparencia del sistema tributario. A eso hay que añadirle el alto nivel de tecnología disponible y la pertenencia a un mercado europeo de 500 millones de consumidores.
Pese a todo, preocupa el estancamiento de la demanda interna, que se ha desplomado un 25%.

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