Cantabria puede acabar el año con menos de mil viviendas visadas

En cinco años pueden cambiar muchas cosas, entre ellas la oferta y demanda de la vivienda, porque siempre ha habido ciclos en este sector. Pero lo que ningún ciclo anterior permitía aventurar es que la promoción de viviendas pudiera llegar a reducirse en este plazo en una proporción de 16 a 1. Este año es posible que concluya con menos de mil viviendas visadas, frente a las 16.600 de 2006, lo que indica que ya ni siquiera se puede asegurar que exista un suelo para la demanda.
Ni la sustancial bajada de los precios en la vivienda nueva ni la biología (todos los años se forman unas 5.500 nuevas parejas que, en teoría, debieran aspirar a tener una casa propia) sirven ya como argumento para asegurar que siempre se mantendrá una demanda mínima, por pequeña que sea. Los hechos han demostrado lo contrario. No hay compradores a ningún precio, o sí los hay, pero a quienes realmente necesitan una casa, nadie quiere financiársela. Para el promotor, el resultado es el mismo.
El sector se bate en retirada, como ya lo hizo en 1993, gracias a que su estructura es pequeña. A pesar de mover grandes inversiones, la mayoría de los promotores subcontratan los proyectistas, las obras y hasta la comercialización, de forma que entre una y otra actuación podían volver a un estado de latencia. Pero si en 1993 simplemente esperaron a que cambiase el ciclo, y la mayoría reanudó la actividad entre 1996 y 1997, ahora existe el convencimiento de que no habrá un resurgir. Sólo sobrevivirán los más poderosos, entre cuatro y seis, que gracias a su fortaleza en recursos propios o a no haber acumulado demasiadas viviendas sin vender, pueden sobrellevar la crisis, como es el caso de Real de Piasca. El resto del terreno será ocupado, antes o después, por grandes promotoras foráneas, una vez se recuperen, puesto que ahora mismo están igual o peor que las promotoras locales. Basta ver que las que cotizan en la Bolsa de Madrid valen ahora entre el 3% y el 6% de lo que valían en 2007.
En realidad, nadie se ha librado de los problemas, puesto que incluso las grandes promotoras locales que mejor se están defendiendo se han encontrado con restricciones en el crédito, dado que sus financiadores tradicionales han optado por reducir el riesgo que tienen contraído con quienes hasta ahora eran sus mejores clientes.
En otros casos, simplemente han dejado de refinanciarles, como ha hecho Liberbank con ECC, una de las promotoras más activas en los últimos tiempos.
Esta desaparición de los promotores profesionales del terreno de juego ha dado un inesperado protagonismo a los particulares que simplemente desean construirse la casa donde van a vivir. No son más que antes, pero su peso estadístico se ha multiplicado, hasta el punto que en lo que va de año han presentado el 80% de los proyectos visados, mientras que las sociedades promotoras sólo representan ya el 18%. El resto, hasta el 100%, es la participación de las instituciones públicas en este mercado.
Pero no van a ser los particulares los que salven al sector de la construcción, por mucho que el Gobierno regional parezca confiar en ello. A los tres meses de cambiar la Ley del Suelo para permitir las construcciones en suelo rústico, apenas se habían solicitado licencia para tres, un resultado absolutamente decepcionante para una reforma que puede conllevar un coste paisajístico muy alto en una región como Cantabria donde las casas ya están de por sí muy diseminadas.
El balance general es pésimo: en el primer semestre del año sólo se han visado en Cantabria licencias para 478 viviendas, bastantes menos de las que se visaban en una sola quincena en 2006. En más de la mitad de los ayuntamientos de la región no se ha tramitado ni una sola. En Torrelavega, sólo seis y en Castro-Urdiales, que año tras año batía incluso a Santander, apenas cuatro. Esta es la expectativa de trabajo del sector para los próximos años, un páramo.

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