Un mercado en el que caben todos

Cuando las multinacionales de la seguridad privada comenzaron a desembarcar en Cantabria, con productos estandarizados y una agresiva política comercial destinada especialmente a la captación de nuevos clientes para sus centrales receptoras de alarmas, las empresas locales pensaron que su presencia en el sector tendría los días contados.
Sin embargo, aquel temor ya se ha disipado y el esfuerzo publicitario realizado por las grandes compañías foráneas para divulgar las ventajas de los sistemas de seguridad domésticos y empresariales ha acabado por beneficiar a todo el sector. Hoy, las compañías cántabras dedicadas a esta actividad cuentan con una notable carga de trabajo, ayudados también por la creciente sensibilización ciudadana, que ha situado la inseguridad en un lugar preferente entre las cuestiones que más preocupan a los españoles.
“Las multinacionales –reconocen desde la asociación cántabra de empresas de seguridad–, han hecho lo que no hemos sabido hacer los pequeños: marketing, y han conseguido dar a conocer al gran público lo que es la seguridad”.

Un sector en expansión

La seguridad privada continúa siendo un sector en auge, con un crecimiento superior al 12% anual y unas expectativas de aumento constante, tanto de mecanismos como de prestación de servicios. Actualmente, el sector factura en España cerca de 2.600 millones de euros y las 535 empresas que pueden considerarse activas (el número de las homologadas por el Ministerio del Interior es prácticamente el doble) dan empleo a cerca de 70.000 vigilantes.
Pero esta actividad es, junto a la del transporte de fondos, sólo parte de los servicios que prestan las compañías de seguridad. Más dinamismo, por su todavía bajo nivel de penetración, tiene la instalación de sistemas de alarmas y de centrales receptoras (CRA), un segmento de negocio cuyo crecimiento rozó el 40% en 2002 y superó el 30% el pasado año.
Aunque las casi 40.000 pesetas al año que cuesta ese servicio pueden actuar todavía como un freno para generalizar su demanda, los usuarios se han familiarizado con las ventajas de conectar su instalación de alarma a una central que controla permanentemente el sistema, y avisa a la policía si detecta una intrusión.
De las catorce empresas de seguridad que operan en Cantabria (ocho de ellas nacidas en esta comunidad), tan sólo una cuenta con una central de alarmas radicada en la propia región (en Torrelavega). El resto, incluidas las delegaciones abiertas por las multinacionales, tienen centralizado este servicio en otros puntos del país.
Muchas de las empresas locales, que por su tamaño no cuentan con una CRA propia, tienen contratado este servicio con una central de alarmas radicada en San Sebastián, de manera que es allí donde se detecta la alarma que se dispara en una vivienda o en un local de empresa situado en Cantabria. Pero poco importa donde esté, porque su labor inmediata es alertar a la policía –o a los propios vigilantes de la compañía si se ha contratado ese servicio– para comprobar si se está produciendo un robo.

Prevenir falsas alarmas

Una de las cuestiones que más preocupa a los responsables de las fuerzas de seguridad son las falsas alarmas, cuyo incremento va parejo con el aumento de este tipo de instalaciones. La ley prevé incluso sanciones para la acumulación en un mes de más de tres falsas alarmas que ocasionen desplazamientos innecesarios de una dotación policial.
Sensores mal calibrados o demasiado sensibles y circunstancias atmosféricas como una fuerte tormenta, pueden estar en el origen de esas alarmas erróneas. Frente a la creciente aplicación de sistemas tan sofisticados como los detectores por infrarrojos que analizan las variaciones térmicas, volumétricos, que captan el movimiento de cualquier cuerpo, o detectores de ultrasonidos, algunos expertos apuestan por sistemas más sencillos, pero que evitan las falsas alarmas, como el detector de contacto magnético. Placas imantadas que crean un campo magnético que hace saltar la alarma cuando alguien trata de abrir la ventana. Su inconveniente, y una de las razones por la que está dejando de utilizarse, es que la colocación requiere más mano de obra.
Este motivo es el que ha impulsado, también, la generalización del uso de sensores inalámbricos, aunque los técnicos con más veteranía en el sector defienden las ventajas de los cableados que, en su opinión, aportan más estabilidad al sistema. Desde ese misma óptica se critica el planteamiento del kit de productos –la central, el teclado, un mando a distancia y tres detectores– que de manera indiscriminada aplican muchas multinacionales, y se defiende el uso de sistemas más personalizados.

Hacia la integración de sistemas

El sector de la seguridad ha sabido siempre hacer suyas las innovaciones tecnológicas generales, sobre todo en el campo de la informática y de las telecomunicaciones. Procedimientos cada vez más habituales son la identificación por parámetros biológicos, como el reconocimiento del iris, de la huella digital o del contorno facial. Otra de las tendencias más destacables es la que impulsa a la integración de sistemas. Las alarmas pueden, por ejemplo, pasar a formar parte de los sistemas domóticos de una vivienda, de manera que resulte posible controlar a través de un teléfono o de internet la calefacción de la casa, la iluminación o comprobar una alarma y las grabaciones del sistema de seguridad.
El cable de fibra óptica y la tecnología ADSL han propiciado la generalización de instalaciones de circuitos cerrados de televisión con grabaciones digitales a las que se puede acceder a través de internet. La seguridad del sistema se verá reforzada cuando la conexión pueda realizarse mediante la tecnología WiFi por ondas, mucho más difícil de neutralizar que las que dependen de un soporte físico. Esta modalidad de vigilancia a través de la red es otro de los sistemas en alza.

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