La Caja prevé ganar 80 millones de euros este año

El final del mandato de Jesús Cabezón como presidente de Caja Cantabria ha coincidido con la presentación de los resultados del ejercicio 2006, los más brillantes obtenidos nunca por la entidad. El negocio inagotable de los créditos hipotecarios y la subida de los tipos de interés, que ha ampliado sensiblemente los márgenes, son las dos fuentes que han alimentado la cuenta de resultados y van a mantenerla a velocidad de crucero, al menos durante algún tiempo.
La Caja va a utilizar estos beneficios para mejorar sus ratios de recursos propios, que desde la década de los 90 han estado muy cerca de los límites mínimos. Las políticas de saneamiento hasta ahora habían impedido presentar unos beneficios equiparables a la media del sector.
Una vez completadas las dotaciones, la entidad ha entrado en un terreno mucho más propicio para incrementar los resultados y sigue guardando dos bazas en la recámara que le permitirían reforzarlos, la venta de una parte mayoritaria del capital de Bancantabria a una entidad extranjera y la externalización de la cartera de seguros.
Sin contar con estos posibles añadidos, el escenario para el 2007 pasa por alcanzar los 80 millones de euros de beneficio (unos 13.300 millones de pesetas).
A pesar de que la Caja cada vez siente más cerca el aliento de las entidades de ahorros foráneas, que se hacen hueco en el mercado hipotecario de la región ofreciendo condiciones más atractivas que en su comunidad de origen, la entidad cántabra aumentó el pasado año la inversión crediticia en un 23%, lo que le permitió superar ampliamente la barrera del billón de las antiguas pesetas, empujada por el 27% que crecieron las hipotecas.
A pesar del aumento del precio de los pisos y de la subida de los tipos de interés, la clientela sigue ofreciendo signos de mucha solvencia, ya que la morosidad bajó al 0,71%, cuando dos años antes estaba en el 1,43%. Con esta mejora y las nuevas dotaciones realizadas, la cobertura para insolvencias ha alcanzado ya un holgado 266%.
El mandato de Jesús Cabezón al frente de Caja Cantabria, que ahora concluye, ha sido una época de saneamiento, de control de gastos y de una creciente demostración de independencia. El pacto político para dejar a la entidad fuera de las turbulencias partidistas ha producido una relajación muy significativa de las tensiones internas, pero aún era necesario transmitir al exterior la imagen de que la Caja no está sometida en sus decisiones a los criterios políticos. Tanto el director, Javier Eraso, como el hasta ahora presidente, Jesús Cabezón, han contribuido a lograrlo, al hacer pasar todas las operaciones por los órganos profesionales de la entidad, que son los que dan o no su visto bueno.

Más independencia frente al Gobierno

Además de establecer este muro defensivo, que ha desanimado las presiones externas sobre cualquier operación, el consejo de administración ha actuado de forma mucho más cohesionada que en épocas anteriores, incluso para desestimar por unanimidad algunas pretensiones del Gobierno regional, como la donación del seminario de Comillas para el Proyecto del Castellano.
No ha sido el único desencuentro entre el consejo de la Caja y el Gobierno autonómico. La entidad tampoco aceptó asumir la deuda de la Cooperativa de Monte y subrogarse la obligación de pagar la totalidad de los depósitos, como pretendía el Ejecutivo regional, a cambio del aumento de clientela que le iba a proporcionar. La Caja estimó que la operación era poco rentable para sus intereses, dado que buena parte de los impositores de Monte también eran ya clientes de Caja Cantabria, por lo que rechazó la pretensión del Ejecutivo regional.
Tampoco siguió las directrices que llegaban desde Puertochico para seguir apoyando al Racing poco antes de su última privatización, o para no ejecutar a los avalistas de créditos que habían sostenido al equipo en momentos difíciles anteriores. Una negativa que obligó al Gobierno a implicar a la empresa pública CEP en la financiación del equipo, después de haber anunciado que el sector público definitivamente se desligaba del Racing.
Estas negativas han marcado claramente las distancias entre la entidad y el Ejecutivo en los últimos años y han provocado que las relaciones entre ambos hayan pasado por momentos de tensión, como los que se produjeron tras la venta de la fábrica de forjados Steel Beton, un proceso que la Consejería de Economía llegó a intentar revertir.

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