Antes y después del hielo seco
La limpieza con hielo de CO2 está dando sus primeros pasos en Cantabria como en el resto del país, aunque en EE UU y en algunos lugares de Europa se aplica desde los años setenta. Si los norteamericanos destinan casi un 60% del dióxido de carbono (CO2) que fabrican a la limpieza criogénica y los alemanes cerca del 40%, en España el porcentaje ni siquiera alcanza el 2% y aún son pocos los que conocen las ventajas del hielo seco como agente limpiador.
Y es que si un gas como el dióxido de carbono es comprimido hasta convertirlo en barritas sólidas (pellets) a 78 grados bajo cero y proyectado a gran velocidad, es capaz de penetrar sobre muchas superficies y provocar un contraste térmico entre la suciedad y el soporte sobre el que permanecía depositada, que la hace fragmentarse hasta convertirse en poco más que un polvo. El hielo seco desaparece sin rastro, ya que una vez liberado, el gas pasa de estado sólido a gaseoso.
La expansión controlada del CO2 al convertirse en gas, que puede multiplicar su volumen 800 veces, unida al impacto físico de los pellets y a la corriente de aire generada convierten la suciedad en micropartículas que se desprenden solas de motores, engranajes o cintas transportadoras.
Esta capacidad del hielo seco para lograr que la suciedad se contraiga y resquebraje hasta separarse de su soporte es lo que convirtió la limpieza criogénica en una aliada para luchar contra el vertido del ‘Prestige’ en algunas zonas de rocas. Pero, lo cierto es que sus aplicaciones son muy variadas y, de hecho, crecen día a día en la industria de la automoción, las artes gráficas, la electrónica, la metalúrgica y hasta la alimentación. Su gran poder frigorífico y la protección contra la oxidación ya habían hecho del hielo seco un producto especialmente atractivo para la sanidad, tanto para el transporte como para la conservación de órganos, vacunas o muestras de sangre.
Diez empresas a prueba
Algunas empresas de la región, entre ellas Multiprosur, Edscha España, Quesería Lafuente o Ferroatlántica, han podido comprobar directamente las ventajas de la limpieza criogénica porque la empresa cántabra Silce ha realizado en ellas demostraciones para convencerlas de que pueden limpiar su maquinaria sin necesidad de parar la producción, algo que resuelve muchos problemas en los procesos donde la actividad no se interrumpe: “No hay agua, ni productos químicos ni abrasión, por lo que las fábricas pueden limpiar al tiempo que siguen trabajando y ahorran en paradas técnicas” dice el gerente del grupo de limpiezas, Carlos Escribano Silván.
Desde hace tres años, Silce desarrolla servicios ordinarios de limpieza y mantenimiento pero es ahora cuando ha decidido crear una nueva sociedad para centrarse en limpiezas criogénicas, soplado de CO2 a alta presión, implantación del sistema en procesos industriales y venta de CO2. En pocos meses, abrirá una nueva nave en Liaño de Villaescusa, desde la que también suministrará directamente el CO2 a industrias y hospitales.
Para Silce, la puesta en marcha de esta primera planta pelletizadora de la región supone un soporte fundamental, porque podrá autoabastecerse del CO2 que utiliza en su maquinaria de limpieza reduciendo sustancialmente los costes. Y es que hasta ahora, las dos únicas empresas cántabras que ofrecían la limpieza criogénica tenían que recurrir a proveedores externos para comprar el hielo seco, lo que encarecía notablemente el proceso.
Silce no estará sola en esta aventura, porque cuenta con el respaldo de Praxair –la compañía que les proporciona CO2 líquido– y de Triventek, fabricantes de la maquinaria, y sabe que la limpieza criogénica, antes o después, no va a dejar frío a nadie.