La caloca se recolecta ya antes de llegar a la costa
La recogida de gelidium (caloca) mediante buceo es cada vez más habitual en Cantabria, después de que en 2012 el Gobierno regional permitiera esta técnica de recolección, no exenta de polémica. El último año, la Administración cántabra autorizó la corta submarina en diez zonas del litoral situadas frente a las costas de San Vicente de la Barquera, Comillas, Santander y Santoña, y doce embarcaciones se aprestaron a participar en esta actividad.
Gracias a sus múltiples aplicaciones del gelidium en la industria farmacéutica, cosmética, química, textil y alimenticia, la demanda de este alga no deja de crecer. Al tiempo, son muy pocos los lugares del mundo donde se puede encontrar esta materia prima, entre ellos, los fondos someros del Cantábrico, donde el gelidium se recoge tradicionalmente en las playas, de la arribazón, las ramas desprendidas de las matas durante las grandes mareas del otoño.
La demanda ha estimulado la aparición de una nueva oferta, la del alga recolectada a través de submarinistas, que la arrancan de los campos rocosos donde se da, siempre cercanos a la costa, pero no lo bastante como para que puedan trabajar de forma autónoma. Todos ellos se apoyan en embarcaciones pesqueras, que durante algunas semanas al año cambian de actividad para acudir a la ‘caloca’.
En la próxima campaña habrá catorce embarcaciones autorizadas para participar en la extracción de algas pero tendrán que aceptar nuevas reglas y restricciones que, quizá hagan desistir a algunas de ellas. El Gobierno de Cantabria asegura que las nuevas exigencias incorporadas al decreto de 1996 que autoriza el arranque en el litoral de la región nacen con el objetivo de aumentar la seguridad en los buzos. Las embarcaciones estarán sujetas a un cupo máximo de algas por buceador y día, y tendrán que incorporar nuevos equipos técnicos para evitar que se accidenten. Unas novedades que no han sido bien acogidas en la Mesa de Arranque de Algas 2017.
Marcos Sisniego García, armador de la embarcación ‘Margil’, pone en duda la efectividad de las medidas que quiere incorporar el Gobierno regional y destaca que lo único que desea la Administración es “acabar con la recogida de la caloca mediante la técnica del buceo”. Sisniego destaca que “muchos buzos están abandonando Cantabria para continuar con esta actividad en Asturias, en donde la normativa no es un lastre, y ganan lo mismo o más”.
Novedades en la normativa
Una de las novedades más discutidas es el establecimiento de un cupo de algas por buzo y día. Pedro Jesús Llama, dueño de la embarcación ‘Polaris’ recuerda que en ninguno de los años anteriores se logró extraer el cupo máximo que ahora va a permitir el Gobierno de Cantabria. Esa ‘restricción’, por tanto, no será efectiva en la práctica, pero sí otras. “Además de los 12 metros de profundidad máxima autorizados para extraer la caloca, solo se podrá arrancar el 15% del cuadrante”, se queja, ya que esto sí que limita notablemente las posibilidades de recogida.
No obstante, de acuerdo con los datos de la Consejería de Medio Rural y Pesca, en la campaña de 2016 solo se extrajeron 1.557 toneladas, el 60% de las 2.613 autorizadas.
Las embarcaciones tienen otros problemas más inmediatos a los que hacer frente, especialmente el coste de los nuevos equipos y la obligación de contratar más personal. La Administración cántabra ha obligado a incorporar un ayudante en los barcos por cada buceador, con el objetivo de aumentar su seguridad. “Ahora debemos tener en el barco personas encargadas de sujetar la manguera de cada buzo, con lo que casi duplicaríamos el personal de 2016, y a esto hay que añadirle un jefe de equipo dedicado a la comunicación naval”, explica Sisniego, preocupado por la nueva situación. “Es imposible que tres buceadores saquen el sueldo de siete personas. Si no detienen las nuevas normas, van a acabar con los barcos recolectores del gelidium”, sentencia.
A todo ello se le suman las disposiciones de 2016, que aún continúan lastrando las economías de muchos barcos. El Gobierno regional obligó a las embarcaciones a incorporar nuevos equipos para los que tuvieron que pedir financiación externa, que están devolviendo ahora.
Entre otros materiales, se vieron empujados a comprar nuevas mangueras para la respiración bajo el agua de los buceadores, valoradas en 450 euros cada una; un compresor con motor hidráulico que les costó 675 euros y un sistema de identificación automática (AIS) de clase A, utilizado en barcos de gran tonelaje y de pasajeros que navegan en alta mar, lo más criticados por los armadores, dado que, además de ser el equipamiento más caro, no es de uso obligatorio en sus barcos, según las regulaciones de la Organización Marítima Internacional.
De acuerdo con la factura que muestra uno de los armadores, los equipos exigidos les costaron unos 11.000 euros por barco. Sin haberlos amortizado aún, han de incorporar nueva maquinaria que, en algunos casos sustituye a la que compraron tan recientemente, se quejan Sisniego y otros compañeros, como las mangueras de 50 metros, que ellos consideran absurdas, cuando la profundidad permitida para la recolección por buceo está limitada a 12 metros.
La seguridad de los buzos
Los motivos de seguridad que mueven al Gobierno parecen legítimos, pero no todos los armadores los comparten. La Consejería de Medio Rural, Pesca y Alimentación insiste en que estas medidas son necesarias para la seguridad de los buceadores y para reducir el número de accidentes. De acuerdo con datos oficiales del Instituto Cántabro de Seguridad y Salud en el Trabajo (ICASST), en 2016 se contabilizaron veinte accidentes en buceadores, de los cuales 14 fueron con baja.
La mayoría fueron barotraumas, unas lesiones en el oído que son frecuentes en los buceadores a consecuencia de los cambios de presión. Fuentes sanitarias, sin embargo, matizan que los buzos están acostumbrados a los cambios de presión, con lo que rara vez acaban sufriendo este tipo de lesiones, que solo son frecuentes en buceadores con falta de experiencia y de profesionalidad. Por eso, tanto Sisniego como Llama insisten en que la mayoría de los problemas provienen de la falta de destreza de los buceadores y no de los equipos que portan las embarcaciones.
Juan Luis Quintana Jara, armador de ‘Noamar’ (otro barco recolector de gelidium), subraya que de nada sirve tener un buen equipo si el buzo no sabe utilizarlo, ya que no están acostumbrados a trabajar con ello.
Sus manifestaciones parecen aceptar que muchos de los buceadores no tienen suficiente experiencia pero con estas regulaciones el problema se va a agravar, en su opinión: “Los buceadores con maestría van a dejar Cantabria y nos quedaremos con los más inexpertos, lo que aumentará el número de accidentes”, pronostican.
Críticas de los recolectores tradicionales
La extracción de caloca mediante buceo ha sido muy criticada por quienes recogen la arribazón. Los más recelosos insisten en que los buzos arrancan la mata e impiden que vuelvan a crecer, despoblando los campos de gelidium, lo que podría acabar con esta riqueza natural. No obstante, el Instituto de Hidráulica evalúa cada año la situación del recurso y sus posibilidades de explotación, con el objetivo de fijar cantidad de explotación e impedir que la caloca desaparezca de nuestras costas, por lo que, en principio, no parece que haya especiales motivos de preocupación.
Sin embargo, es evidente que cada año son más embarcaciones y más buceadores los que se incorporan a esta actividad y las perspectivas del mercado hacen pensar que atraerá a muchos más, si las autoridades abren la mano. Según un estudio reciente de la Asociación Empresarial de Productores de Cultivos Marinos, la explotación de algas a nivel mundial está creciendo a un ritmo de más del 20% anual aunque, de momento, son pocos los países dedicados a esta actividad.
El gelidium no es un alga cualquiera, por su versatilidad. Este alga roja se utiliza para la obtención del agar-agar, una sustancia con importantes cualidades gelificantes y muy polivalente en su utilización, que va desde las cocinas (es un espesante natural muy socorrido) a los laboratorios, donde se utiliza como caldo de cultivo para las bacterias.