El Seminario de Comillas recupera el esplendor

Es como si coges a alguien, le vacías por dentro, le cambias los pies, le vuelves a reconstruir y encima le haces la cirugía estética”. Este comentario del rector de la Universidad de Cantabria, Federico Gutiérrez Solana al visitar la obra puede ser el que mejor ayude a entender la magnitud de los trabajos de rehabilitación llevados a cabo en uno de los edificios más singulares y valiosos del patrimonio arquitectónico de Cantabria, el Seminario de la Universidad Pontificia de Comillas.
Una obra que no solo ha evitado que se pierda este magnífico edificio, al que los años de abandono habían dejado en un estado casi ruinoso, sino que va a proporcionar a nuestra región una plataforma de conocimiento internacional por una vía insospechada, la del idioma. El complejo de edificios que fue sede de la Universidad Pontificia de Comillas, y cuya primera fase de restauración concluye ahora, se convertirá en un centro de estudios superiores dedicado a la enseñanza, la investigación y la difusión del idioma español. Pero esto es solo el núcleo del proyecto original porque a esa idea se le ha añadido un logro por el que pugnaban otras ciudades españolas: albergar un centro de Colegios del Mundo Unido.
Esta red cuenta ya con doce centros de bachillerato internacional repartidos por varios continentes y aportará al complejo de Comillas unos 300 residentes permanentes, entre estudiantes y profesores. La presencia de estos jóvenes estudiantes de brillante expediente, junto a los cursos de perfeccionamiento del castellano para profesores y ejecutivos que el Centro Internacional de Estudios Superiores del Español (CIESE) va a poner en marcha, empezarán a materializar el Proyecto Comillas. La villa volverá a ser un hervidero de estudiantes y profesores, como lo fue con la Universidad Pontificia, y comprobará el potencial que puede tener la enseñanza del español. A la vertiente económica (el gasto de esta población flotante y de los profesores) habrá que añadirle un intangible del que tardaremos años en sacar frutos, pero que a buen seguro los dará: la vinculación con Cantabria de quienes pasen por ese centro.

Una caja de sorpresas

Aunque la ingente obra de restauración que precisa todo el complejo no estará finalizada hasta 2012, la conclusión de la primera fase ya va a permitir que que el proyecto educativo de la Fundación Comillas comience a caminar.
Los trabajos dieron comienzo hace casi dos años y se han centrado hasta ahora en la recuperación del vestíbulo y del cuerpo central del Seminario Mayor, la zona más noble del edificio modernista, así como en la reforma integral del Claustro Este.
Aunque la terminación de esta primera fase estaba prevista para el pasado mes de enero, la complejidad de la obra y sorpresas negativas que ha deparado el edificio, cuyo estado era peor de lo que se pensaba, explican la demora. De hecho, de atenerse a los criterios que recoge el Código Técnico de la Edificación, el complejo debería haber sido declarado en ruinas, porque a la mala calidad de los materiales utilizados en su época –finales del XIX– y al mérito de haber sobrepasado con ellos el siglo de vida, se ha añadido el abandono sufrido desde que en la década de los sesenta dejó de tener un uso continuado.
La ingeniería Triax se encargó de detectar las patologías del edificio, una tarea en la que fue de gran ayuda la información aportada por los vigilantes, algunos de los cuales llevan diecisiete años en él. Nadie mejor que ellos para indicar a los técnicos la antigüedad de las grietas que han ido apareciendo en estos años y que han obligado a ‘cinchar’ el edificio en algunos puntos para evitar que se abrieran más o se produjeran derrumbes.
Ni la propia concepción del inmueble, de estilo neogótico-mudéjar, más apto para climas mediterráneos, ni los materiales utilizados en su construcción eran los más adecuados a la climatología local. Los ladrillos de sus muros se fabricaron en una tejería levantada en la propia finca con este fin, y en ellos se empleó arena de playa, cuyo elevado porcentaje de sal les hacía muy vulnerables a la humedad.
Tampoco la piedra utilizada en la construcción se ha salvado de los efectos de la humedad, tan presente que incluso zonas ya restauradas se han visto parcialmente afectadas por un problema que solo desaparecerá cuando la climatización de las nuevas instalaciones ayude a ‘secar’ definitivamente el inmueble.

Un vaciado muy complejo

La primera urgencia, antes de acometer la reconstrucción del edificio, era rehacer su cimentación y construir un inmenso sótano que albergase todo el entramado de conducciones y equipos para la climatización. Para ello hubo que excavar hasta siete metros por debajo de la cota del claustro. Una vez firmemente asentado, se procedió al vaciado interior del edificio en el que se ha actuado en esta primera fase, el Claustro Este, en el que se han conservado tanto la fachada exterior como la interior. Tras ser arriostradas para evitar su desplome –lo que les dio un aspecto de gigantesco mecano– comenzó la delicada tarea del vaciado de su interior, una labor que se hizo aún más compleja por los limitados medios mecánicos que se podían utilizar. De hecho hubo que recurrir a pequeñas excavadoras que, por su tamaño, recordaban a los robots utilizados para la desactivación de explosivos. Esta circunstancia unida a las precauciones adoptadas por el delicado estado del inmueble han impedido que la obra haya finalizado en el plazo previsto.
Uno de los escasos elementos arquitectónicos que han sido preservados, aunque con una función muy distinta a la que tuvo originalmente, es el aljibe. Su llamativa estructura de arcos de ladrillo será aprovechada como espacio expositivo, para lo que se han abierto unas lucernas en la parte superior. Allí donde se almacenaba agua para el abastecimiento del antiguo seminario, en un futuro podrán observarse proyecciones fotográficas sobre la historia del complejo y las obras de remodelación que ha impulsado la Fundación Comillas. Esta zona formará parte, junto a una sala de exposiciones, de un circuito para que turistas y visitantes ocasionales puedan conocer aquellas partes del complejo que revisten interés artístico y monumental. El diseño de ese circuito de visitas se hará de manera que no interfiera en las actividades pedagógicas que se lleven a cabo en el edificio.
El espacio reconstruido en el interior del Claustro, en el que tendrán lugar estas actividades académicas, contará con todos los elementos pedagógicos de una universidad moderna. En eso, Comillas no será muy distinta a otros centros educativos, pero pocos podrán presumir de un emplazamiento semejante.
En el nuevo Claustro se han habilitado aulas, salas de estudio, biblioteca, despachos, zonas destinadas al descanso entre clase y clase, y hasta cinco habitaciones para visitantes ilustres que acudan a impartir conferencias. Un diseño parecido tendrá el Claustro Oeste, una obra que se ha dejado para la siguiente fase, en la que también se abordará la restauración exterior de la Iglesia, muy dañada por la larga etapa de abandono.
Una riqueza desconocida

Frente a la funcionalidad de los espacios habilitados para la enseñanza se contrapone la sorprendente riqueza ornamental del vestíbulo y del Paraninfo, situados en el cuerpo central del Seminario Mayor. La laboriosa recuperación de los elementos decorativos que ya existían ha devuelto su esplendor a los artesonados, las vidrieras, las pinturas sobre enormes lienzos que cubren las paredes y a la gran escalera de piedra que da acceso a la planta superior, donde se encuentra el Paraninfo.
Lo único que no se ha respetado es el antiguo suelo de terrazo del vestíbulo, que ha sido sustituido por un enlosado de pequeñas piezas de mármol, redondeadas a mano, porque ninguna máquina podía darles la forma requerida.
Una vez unidas por una masa de árido de color beige, el nuevo suelo del vestíbulo añade una gran calidad estética al resto de los elementos que decoran esta estancia, en la que destacan varias columnas de piedra de Escobedo pulimentada. Pero es al comenzar a subir la escalera que da acceso al Paraninfo, cuando se puede apreciar en toda su extensión la riqueza ornamental de este imponente vestíbulo, desde el espectacular artesonado del techo, en madera de alerce con formas que recuerdan un bestiario a las coloridas vidrieras, que fueron desmontadas para su restauración en Segovia. Los falsos murales que adornan la pared –en realidad son lienzos– con figuras alegóricas que representan la Filosofía y la Teología, fueron restaurados por un equipo del Museo del Prado.
Pero no todo han sido trabajos de recuperación artística; también los hay estrictamente técnicos que pasan más desapercibidos. Es el caso del largo pasillo aéreo que flanquea el Paraninfo y que estaba soportado únicamente por el artesonado del vestíbulo. Se hacía preciso reforzar su resistencia de manera que pudiera sostener sin riesgos la acumulación de personas que se producirá en momentos puntuales, como las ceremonias de apertura de curso o en cualquier otro acto institucional. Para ello ha sido preciso escamotear en el interior del valioso artesonado unos soportes metálicos que garanticen su solidez.
Junto al Claustro Este y la parte noble del antiguo Seminario Mayor, en esta fase se han rehabilitado también dos edificios anexos que sirvieron en su día para albergar la carpintería y una pequeña central eléctrica. Tras su restauración se convertirán en un laboratorio de idiomas y en una cafetería que dará servicio a los alumnos del complejo.

Lo que queda por hacer

Con las instalaciones que ya están a punto, la Fundación Comillas podrá iniciar su proyecto educativo, pero quedan todavía por ejecutar obras de gran relevancia para el aprovechamiento de todas las posibilidades que encierra el recinto. Un ejemplo es el antiguo frontón, construido en la misma época que el Seminario y protegido también por su valor histórico. La idea que se maneja desde la promotora de la obra, la Sociedad de Activos Inmobiliarios Campus Comillas –creada por la Fundación como brazo ejecutor de sus proyectos, y a cuyo frente está Alex Revuelta– es convertirlo en un espacio multiusos que pueda acoger obras de teatro o proyecciones cinematográficas.
Otra de las actuaciones pendientes, aunque en este caso no para preservar sino para hacer desaparecer un elemento arquitectónico de nulo valor, es el derribo del edificio conocido como Hispanoamericano. Este inmueble, un añadido de los años cincuenta con el feo e intimidante aspecto de un cuartel, quedó en su día inacabado, al fallecer su impulsora, una cubana de origen cántabro que quería promover la formación sacerdotal de jóvenes sudamericanos.
Con la desaparición de este inmueble, el complejo ganará un gran espacio ajardinado y el Seminario Mayor unas espectaculares vistas sobre los Picos de Europa y el Cantábrico que ahora le están parcialmente vedadas.
Se aprovechará, en cambio, el Seminario Menor, donde se ubicará el Colegio Mundo Unido, ese centro de excelencia donde se impartirá un bachillerato internacional por el que pasarán adolescentes de muchos países que están llamados a ser los líderes empresariales o políticos de sus respectivas sociedades.
Los rendimientos de su vinculación afectiva con Cantabria, construida en estos años de formación, es una de las muchas esperanzas del gran proyecto impulsado por la Fundación Comillas. El retorno de la enorme inversión que está requiriendo el complejo comillano –las obras se adjudicaron a la UTE formada por Sacyr, Acciona, Cenavi y Emilio Bolado en 44,5 millones de euros– podría venir no solo por el hecho de situar a Cantabria en el vértice de la enseñanza del español. Quizá llegue por los muchos efectos colaterales que va a propiciar esta ambiciosa idea.

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