Comienza la construcción del vertedero de Carceña

El futuro vertedero de residuos no peligrosos se ubicará en un eucaliptal de Castañeda equidistante de Renedo y La Penilla, que ofrece buenas comunicaciones, un suelo estable e impermeable y está relativamente alejado de los núcleos poblados. Pero lo que hace estratégico el Monte Carceña es que se encuentra en el epicentro de la actividad económica de Cantabria.
El vertedero ocupará unas cincuenta hectáreas y su vaso podrá albergar 7,5 millones de metros cúbicos, lo que garantiza una vida útil de 20 o 25 años. En realidad esa vida puede ser mayor, dado que en la actualidad se producen unas 300.000 toneladas al año de residuos industriales no peligrosos y de materiales de obras y la cifra parece haber tocado techo, al menos provisionalmente. La crisis de la construcción ha reducido sustancialmente los escombros y áridos que se vierten y en los residuos industriales también se observa un descenso, aunque menor, que puede tener varias explicaciones. La más probable es la reducción de la actividad económica, pero también es posible que estemos empezando a notar el progresivo aprovechamiento de subproductos y la introducción de procesos productivos más limpios, tras la adaptación de las fábricas a la Autorización Ambiental Integrada.

Cuatro años de gestiones

El nuevo vertedero va a ser desarrollado por una sociedad de capital mixto, en el que la empresa pública Mare, dependiente de la Consejería de Medio Ambiente, estará asociada con la compañía privada FCC-Ámbito.
Tras más de cuatro años de prolijos trámites administrativos y la constitución de esta empresa para la gestión y explotación del recinto, ya se ha redactado el proyecto de la primera fase y las obras comenzarán una vez se retire el arbolado. En realidad, el vertedero se irá construyendo a medida que se necesite, de forma que en cada licitación se propiciará el volumen de obra necesario para acoger los residuos de los cuatro o cinco años siguientes. Cada una representará un nivel y las ampliaciones sucesivas se harán con la formación de nuevas bermas o recrecimientos, cuya altura dependerá del volumen previsto para cada nueva fase.
Además de los campos de vertido, la instalación contará con una plataforma destinada a albergar las oficinas y talleres, y balsas de recogida y gestión de lixiviados, los líquidos de la escorrentía que producen los propios residuos.

Impermeabilización

La zona tiene un sustrato de arcillas que por sí solas deberían evitar que estos lixiviados se filtren hasta llegar a manantiales o ríos. Pero esa garantía no es suficiente y tanto el fondo como los taludes del vaso se impermeabilizarán con una capa de refuerzo, un drenaje de material geosintético y otro de láminas de polietileno de alta densidad soldadas entre sí para dar continuidad a la estanqueidad. Esta capa llevará, a su vez, una fibra de polipropileno que evitará que pueda ser agujereada por algún objeto cortante o puntiagudo.
Sobre la lámina plástica irá el sistema de drenaje de lixiviados, formado por un nivel de gravas, dentro del cual discurrirán las redes de recogida y evacuación. Finalmente, tras otra lámina geotextil más, irá la capa de rodadura, sobre la que ya se depositarán los residuos.
El vertedero sólo acogerá residuos no peligrosos que hayan sido objeto de un tratamiento previo o que tengan la condición de inertes. Todos ellos deberán estar en una lista autorizada y la experiencia indica que la mayor parte de los residuos procederán de la industria metalúrgica –especialmente arenas y escorias de fundición–, de la minería o de la construcción, además de objetos voluminosos.
Para mejorar la estabilidad, estos residuos se separarán por tipos y en aquellos puntos donde confluyan dos tipos distintos tendrán que hacerse ensayos de compatibilidad.
Antes de entrar en la planta, los residuos serán pesados e inspeccionados. Además, se tomará una muestra aleatoria para realizar analíticas de comprobación cuando surjan dudas.
Los lixiviados captados en la capa de drenaje serán conducidos a dos balsas para su gestión.
La construcción también incluye medidas de seguridad indirectas, como una red de pozos que detectará posibles emanaciones de biogás –algo que no parece probable puesto que no habrá residuos orgánicos–. Cinco mecanismos situados en otros tantos lugares controlarán que las aguas subterráneas no han sido afectadas por filtraciones. También las aguas evacuadas por la red de lixiviados serán permanentemente observadas, a través de treinta puntos de monitorización repartidos entre las redes de drenaje.

Ocultación

En todo el perímetro del vertedero se van a plantar árboles autóctonos, lo que dará estabilidad a los taludes y laderas y, al mismo tiempo, contribuirá a integrar la instalación en un entorno que, no obstante, no será fácilmente visible por nadie que no vaya expresamente a ese lugar, apartado de los caminos principales.
El actual vertedero de El Mazo tiene capacidad aún para un par de años, pero no es aconsejable subir más niveles y la presión del Ayuntamiento de Piélagos para su cierre cada día es más fuerte. El comienzo de las obras en Carceña ya no puede esperar y, a partir de ese momento, el vertedero agotado de Zurita se impermeabilizará con un proceso de sellado y se cerrará definitivamente.
Acaba así una época y empieza otra, en la que la gestión será más avanzada pero también más cara, porque desde el principio se imputarán a cada tonelada de residuos los costes de la lejana clausura del vertedero, algo que hasta ahora no había ocurrido.

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