El Parque de Las Llamas desvela sus secretos

Los planteamientos agresivamente utilitaristas sobre los pocos espacios naturales que han sobrevivido en las ciudades pueden ser el mejor aliado de quienes defienden su recuperación para el ocio. Pasó en los años ochenta en Valencia, donde la intención de un alcalde de aprovechar el cauce viejo del Turia para construir una autovía provocó el rechazo popular y el triunfo de quienes propugnaban su conversión en un espléndido corredor de jardines y centros culturales.
Algo similar ocurrió en Santander, cuando la posibilidad de que la Vaguada de las Llamas fuese atravesada por una autovía movilizó a asociaciones ecologistas y vecinales para evitar la pérdida de uno de los últimos grandes espacios naturales, por muy degradado que estuviese, que quedaban en la capital cántabra. De aquella lucha, que desplazó la autovía (la actual S-20) hacia la ladera norte de la Vaguada, procede el enorme parque que, poco a poco, va tomando cuerpo en Las Llamas.
Veinte años han tenido que transcurrir para materializar lo que durante buena parte de ese tiempo no ha sido más que una maqueta presentada con mucho ruido en las elecciones de 1999. La propia envergadura del proyecto y la mala situación financiera del Ayuntamiento de Santander hizo que, año tras año, se convirtiese en un objetivo inalcanzable.
No obstante, el Ayuntamiento fue haciéndose en ese tiempo con la propiedad del suelo mediante convenios con promotores, a los que ofrecía desplazar hacia la ladera de Cueto y Valdenoja los aprovechamientos urbanísticos de la Vaguada. El resultado fue una mayor densidad en la edificabilidad permitida en ese área, a cambio de salvar el parque, cuyo diseño ha generado cierta polémica, pero que aportará en su primera fase un recinto de ocio y espacios verdes de 300.000 metros cuadrados a una zona de la ciudad especialmente necesitada. De esta superficie, este mes de mayo se abrirán las dos terceras partes más próximas al Palacio de Deportes. Las máquinas seguirán trabajando en el tercio restante aproximadamente hasta junio.
La creación del parque ayudará a cerrar la brecha que separa dos zonas de Santander que carecen de una comunicación entre sí digna de tal nombre: las calles situadas entre General Dávila y la Avenida de Los Castros y la pujante zona residencial de Valdenoja, con su proyección hacia Monte, el gran eje de crecimiento de la ciudad.
La decisión del Ayuntamiento de Santander de impulsar definitivamente el proyecto se concretó, por fin, en la primavera de 2005, cuando se encargó al estudio barcelonés de arquitectura Batlle i Roig el diseño de este gran espacio natural, con resultados que no han sido del agrado de todos, pero la última palabra la tendrá el usuario del parque.

Diseño geométrico

Frente a quienes defen-dían la necesidad de una actuación poco invasiva, con campas despejadas y grandes masas forestales de arbolado autóctono, los diseñadores del parque optaron por un proyecto de rigurosa concepción geométrica en el que, lejos de imitar a la naturaleza, reproduciendo lo que el paisaje de Cantabria ofrece sobradamente, proponen un parque urbano pensado para optimizar su aprovechamiento.
La decisión de preservar el carrizal existente en esta antigua marisma, suponía un serio condicionante físico para la ejecución de un parque que fuera fácilmente accesible en todos sus puntos. Dado que se descartaban los rellenos, era preciso idear la forma de salvar el considerable desnivel que presenta la Vaguada de las Llamas en sus dos márgenes. Más de treinta metros en la parte próxima a la Universidad y una media de doce metros en la orilla que limita con la S-20. La idea de hacer taludes fue descartada, dado que la elevada pendiente de esas laderas no permitiría su uso. Se optó, pues, por un sistema de terrazas que ofrecía la posibilidad de habilitar a lo largo del recinto una serie de campas arboladas que el visitante podrá pisar, en vez de limitarse a contemplarlas.
La preservación del carrizal como área de valor ecológico dio el punto de partida del que surgió la idea que ha vertebrado el proyecto: una representación simbólica del Océano Atlántico, en la que un lago artificial y el propio carrizal representan esa masa de agua. Los márgenes aterrazados del parque se conforman siguiendo el perfil, más o menos aproximado, de los tres continentes separados por el Atlántico: Europa y Africa en la parte más cercana a la Universidad y América en el límite con la S-20.
Para reforzar esa analogía geográfica, los 2.300 árboles que se han plantado en esta primera fase representan las especies botánicas de cada continente y se han situado según la latitud en la que, figuradamente, se ubican las distintas zonas del Parque. Aunque no tiene la pretensión de ser un jardín botánico, los árboles plantados permitirán a los santanderinos conocer especies hasta ahora inexistentes en la región, aunque caben dudas en cuanto a su aclimatación.
En las plantaciones se ha aplicado el mismo rigor geométrico que caracteriza todo el proyecto y las hileras de abedules, hayas, robles, sauces, arces o fresnos entre especies más exóticas, son el telón de fondo vegetal de un recinto que gravita en torno al lago central y los restos de la antigua marisma.

Correcciones al proyecto

La ausencia de una participación social en la definición inicial del proyecto fue paliada en parte por la intervención del Consejo de Sostenibilidad, un organismo municipal creado en la primavera de 2006 para velar porque el desarrollo de la ciudad se haga con respeto a los criterios medioambientales. De la revisión del proyecto por el Consejo, que cuenta con una amplia representación social, se dedujeron dos recomendaciones que han supuesto la modificación del Parque en algunos aspectos.
El Consejo estimó necesario mejorar la integración del nuevo recinto con su entorno, creando nuevas conexiones tanto con la Universidad como con la poblada zona que está surgiendo en la ladera situada al otro lado de la S-20. Por ese motivo, se han añadido dos amplios accesos en ambos extremos del parque para comunicarlo con el campus universitario y está previsto construir tres pasos para peatones en el primer tramo de la S-20, que va desde el Sardinero hasta la altura de la Bajada de Polio. Estos pasos conectarán de forma directa con otros tantos accesos al parque, facilitando así su utilización por los residentes en Valdenoja.
El Consejo también entendió necesario facilitar el recorrido transversal del Parque, y el paseante cuenta ahora con siete caminos alternativos para atravesar el recinto. Otro de los aspectos corregidos fue la anchura del vial de servicio que correrá en paralelo al parque por la orilla de la Universidad, que se ha reducido a seis metros, aunque su apertura al tráfico es algo que deberá decidir el Ayuntamiento.
Estas modificaciones han supuesto una ampliación del ya abultado presupuesto inicial, que de los 22,5 millones de euros previstos ha pasado a 31,3 millones. Tras el acuerdo alcanzado en 2006, el Gobierno regional se ha comprometido a pagar la mitad de lo que va a costar el Parque.
Las obras se han realizado con un sobreesfuerzo de los trabajadores para tratar de concluir antes de las elecciones y algunas tareas se han realizado de noche. A pesar de esa dedicación y de la buena climatología invernal quedará una parte sin poder concluir a tiempo.
Para la construcción del parque ha sido preciso remover nada menos que 500.000 metros cúbicos de tierra y en ocasiones han llegado a trabajar simultáneamente 150 máquinas y más de 250 personas, unas cifras semejantes a las que se han manejado en las grandes infraestructuras de los accesos a la Meseta.

Un edificio multiusos

Además de las dificultades orográficas que presentaba el terreno, había que resolver también los problemas de integración que planteaban las dos edificaciones preexistentes: una subestación de Viesgo y la planta de bombeo del saneamiento de la Vaguada, que se realizó en 2003. En este último caso, se ha optado por encerrar esta construcción en un gran cofre de hormigón situado dentro del edificio para usos múltiples donde se ubicarán los dos establecimientos de hostelería que van a dar servicio al parque.
Además del restaurante, con una capacidad para unas 250 personas, el edificio dispondrá de una cafetería con una barra de 17 metros de larga.
Para que el edificio no rompa la armonía, se aplicará en su fachada la misma solución cromática y los mismos materiales utilizados para revestir los taludes. Una mezcla de madera, caliza roja traída de China y pizarra negra formando jardineras, que confieren al parque una identidad visual muy singular y que es una de las características más originales de su diseño. Ese cromatismo se mezclará, con el paso del tiempo, con la cubierta vegetal que aportarán los arbustos (hiedra, romero, y lavanda, entre otros) plantados en los taludes.
Los mismos materiales se aplicarán, más adelante, para enmascarar la fachada de la subestación de Viesgo.
Desde la terraza de la cafetería habrá una excelente vista del núcleo central del parque formado por el lago y una zona en la que se podrán celebrar espectáculos al aire libre, con un amplio anfiteatro en el que se alternan franjas de césped de tres metros de anchura con gradas de 40 metros de largo, capaces de acoger sentadas a unas 2.500 personas, junto a una campa-escenario de 3.000 metros cuadrados.
Una gran plataforma de madera, proyectada sobre el lago, completa el diseño de la zona más construida del Parque, ya que a partir de ahí son las campas y los espacios arbolados los que predominan en el recinto.

Zonas de juegos

Los diseñadores han dispuesto cinco áreas para juegos, diferenciados por edades. La más llamativa se encuentra en una gran campa totalmente despejada en la que se podrán practicar todo tipo de juegos con pelota.
Para que los paseantes puedan moverse con comodidad, el carril-bici que circunda el parque, de 2,3 kilómetros de longitud, transcurrirá por un nivel superior a las sendas peatonales.
Tres zonas de aparcamiento, situadas en distintos lugares del Parque, con 350 plazas, completan el equipamiento de la primera fase de este ambicioso proyecto, para cuya continuidad hacia el Oeste, donde todavía queda mucho espacio, no hay fecha ni presupuesto.
Quedan aún por recuperar cerca de medio millón de metros cuadrados de vaguada que extenderían este parque urbano hasta la Bajada del Caleruco. Una ampliación en la que podría tener cabida el olvidado Museo de Cantabria, para el que se reserva una parcela de 12.000 metros cuadrados. Esta instalación podría ser el cierre perfecto para un parque que aspira a ser una de las señas de identidad de la capital cántabra.

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