Tres perdedores en la misma batalla
Hace meses que Miguel Mirones sabía que su batalla estaba perdida. Con los estatutos en la mano, los críticos le derrotarían aunque sólo sumasen un tercio de los votos en la Junta Directiva, los suficientes para bloquear el despido del secretario general. En esta guerra, como en las películas del oeste, no podían sobrevivir los dos. Mirones ha estirado el proceso hasta conseguir que la auditoría, en buena parte, y los tribunales le exonerasen de los hechos que le atribuía Díaz de Villegas, pero no le ha servido de nada. Para un sector de la Junta Directiva importaba muy poco que se declarasen ciertas o inciertas las denuncias del secretario general, porque su objetivo era Mirones.
En las últimas semanas, el presidente de la CEOE cántabra buscaba la mejor salida a una situación paradójica: después de ganar la batalla judicial, aparecía ante los empresarios y ante la opinión pública como el perdedor. Frente a los grandes titulares que depararon las denuncias de Díaz de Villegas en las que le acusaba de aprovecharse de la CEOE en beneficio propio y de nepotismo, la desestimación de la causa en los tribunales prácticamente había pasado desapercibida.
No caer solo
Despejadas las dudas en los tribunales, se veía obligado a pedir el despido del denunciante, Díaz de Villegas, que hasta ahora ha estado suspendido de empleo pero no de sueldo. Sin embargo, era perfectamente consciente de que esa era la vía de su propia inmolación, porque sólo la Junta Directiva puede aprobar la rescisión del contrato de un secretario general y para ello ha de contar con al menos dos tercios de los votos. Algo que ni siquiera podía conseguir él, que ha ganado todas las elecciones a las que se ha presentado.
En este caso, ni siquiera iba a servirle la fuerza moral de haber derrotado las tesis de Díaz de Villegas en los tribunales. La autodenominada Tercera Vía, un movimiento crítico con su figura surgido en el interior de la patronal estaba más predispuesta a mantener al secretario, perdedor del conflicto, que al presidente ganador. Aunque este movimiento apenas ha tenido tres caras hasta ahora (las de David González Pescador, Luis Marina y Luis García del Río) aglutinaba un descontento que sumaba algo más de un tercio de la Junta Directiva, el máximo órgano de la patronal, donde están representadas todas las asociaciones que la integran.
A sabiendas de que esa minoría era suficiente para impedir el despido, Mirones pudo eludir su inmolación no planteándolo. Una situación que le hubiese permitido concluir el mandato pero que hubiese desgarrado aún más a la patronal, al mantener vivo indefinidamente un conflicto que duraba ya siete meses.
Su suerte estaba echada al convocar la Junta Directiva del 26 de septiembre. El único margen de maniobra que le quedaba era tratar de conseguir, a cambio de su salida, el despido del secretario general, para que la batalla que originó la crisis no deparase la victoria rotunda del denunciante.
Un órdago fallido
No le resultó fácil, pero tenía una carta: la dimisión de todo el Comité Ejecutivo, el órgano de gobierno ordinario, que designa el propio presidente: Si la Junta no aprobaba el despido de Díaz de Villegas, la patronal se quedaba sin dirección, lo que obligaría a convocar unas elecciones inmediatas y quién sabe si con una nueva candidatura del presidente saliente.
El órdago fracasó al romperse la unidad del Comité Ejecutivo, ya que de la decisión de dimitir se descolgaron el vicepresidente, Alfredo Salcines, y uno de los vocales, Santiago Díaz Zabala, que a lo largo de todo el conflicto ha mantenido una posición distante de Mirones.
La Tercera Vía, que desde el comienzo del verano venía valorando la alternativa de Salcines como presidente provisional, se encontró con un escenario muy próximo al que buscaba aunque el precio fuese desbloquear el despido de Díaz de Villegas en la Junta. Era la única cesión, pero su acceso al poder cambia tanto las cosas que será un despido indemnizado.
El apaciguamiento del sector crítico tras la marcha de Mirones y el voto de confianza que ha recibido Alfredo Salcines para que convoque las elecciones cuando crea conveniente evidencia que “el problema para los críticos era exclusivamente Mirones”, dice uno de los empresarios que le han apoyado a lo largo del conflicto. “Si de verdad querían cambios, lo lógico es que exijan elecciones, porque eso es lo que marcan los estatutos tras la dimisión de un presidente”. Recuerdan el precedente del nombramiento de Díaz-Ferrán, tras la dimisión de José María Cuevas: “Fue designado entre los vicepresidentes y tenía toda la legalidad del mundo, pero no la legitimidad y por eso convocó las elecciones, que luego ganó. El más coherente, en este sentido, es Fidel González Cuevas (el ahora expresidente de los constructores) al pedir elecciones ya”.
Una postura que probablemente ya no suscriba la Asociación de Constructores y Promotores de Cantabria, porque unos días después de realizar estas declaraciones, González Cuevas dejaba de ser su presidente.
Sobra personal y sobrarán asociaciones
Convoque o no elecciones a corto plazo, el nuevo presidente de la CEOE cántabra, Alfredo Salcines tendrá que recomponer el Comité Ejecutivo y todo el mundo da por sentado que introducirá algún representante de la Tercera Vía.
El nuevo presidente tiene un perfil más conservador que Mirones y eso le facilitará la relación con el nuevo Gobierno regional. En las negociaciones de concertación los agentes sociales se van a encontrar con un serio recorte de los fondos y cabía la posibilidad, muy incómoda para el Gabinete de Ignacio Diego, de que CEOE se pusiese al lado de los sindicatos, ya que todos se verán seriamente afectados en su funcionamiento diario si se reducen drásticamente los fondos públicos, como parece.
El riesgo de levantamiento conjunto disminuye ahora, pero eso no evitará que la patronal se vea obligada a realizar un ERE. Aunque en estos momentos tiene una tesorería de alrededor de 2,8 millones de euros (1,6 millones en caja y 1,2 que le debe el Gobierno por cursos de formación ya impartidos, en los que CEOE ha adelantado el dinero a los profesores), la situación económica no se presenta boyante. La plantilla ha aumentado en los últimos años y, sin embargo, los ingresos han bajado muy deprisa.
No será el único problema para Salcines. Hay otros de índole asociativa que le crearán algún dolor de cabeza. Su intención de conseguir el retorno de las asociaciones sectoriales que se fueron choca con una nueva realidad: dentro de la organización se han creado otras de los mismos gremios que se sienten igual de legítimas. La vuelta de Pymetal chocaría con la Agrupación del Metal y la de Coercan con Fediscom. Incluso en el ámbito de las mujeres empresarias acaba de surgir una réplica fuera de la CEOE, impulsada por el sector que perdió las últimas elecciones.
Unos problemas que deberá resolver con mucha mano izquierda para lograr la fusión, integración o absorción de asociaciones que han estado abiertamente enfrentadas.
“Yo soy historia”
Cada vez que a Mirones le han mencionado estos días la posibilidad de acudir a unos nuevos comicios en el momento en que se celebren, el expresidente ha zanjado el asunto asegurando que su paso por la CEOE “ya es historia”. Con los actuales estatutos en la mano, cualquier candidato que surja desde fuera del ámbito oficial, incluido él, lo tendría difícil. Por otra parte, hay quien advierte que el presidente dimitido ya ha ejercido por dos mandatos, lo máximo que contemplan los estatutos. Una interpretación discutible si se utiliza como referente lo ocurrido en otras instituciones, como las cajas de ahorros, donde el cómputo de los mandatos se inicia a partir de la aprobación de esa norma.
La salida de Mirones no significa que pierda toda la vinculación con la CEOE. De hecho, seguirá ocupando algunos cargos en Madrid, por lo menos los que se derivan de su condición de empresario de establecimientos termales, entre ellos la presidencia de la Comisión de Asuntos Sociales de la CEOE nacional.
El empresario cántabro estuvo próximo a Guillermo Díaz Ferrán y, a su caída, ha encontrado otro valedor en el actual presidente, Joan Rosell, que le mostró su apoyo poco después de aflorar las denuncias del secretario general de la patronal cántabra.