¿Cómo evitar que una empresa sea el próximo Titanic?

A escasos días del fatídico aniversario de la tragedia del hundimiento del Titanic, son muchas las reflexiones y los aprendizajes que Helpers Speakers -referentes en formación de líderes y equipos- piensa que se pueden extraer de la corta vida del trasatlántico.

La tragedia dejó una profunda huella en la historia y la cultura popular. ¿Qué se puede aprender de este desastre marítimo para aplicarlo al mundo empresarial? Desde Helpers Speakers, su CEO Jesús Ripoll comenta: “A menudo tenemos el iceberg delante, aunque no lo sepamos o no lo queramos ver… y nosotros seguimos navegando incautos en nuestro trasatlántico rumbo al desastre. En Helpers Speakers, trabajamos para formar a los futuros líderes y hacer sesiones de reciclaje (reskilling y upskilling) con los veteranos. Desde nuestros programas en habilidades directivas se tratan competencias como la toma de decisiones, la comunicación, el trabajo en equipo y bajo presión, gestión de la adversidad… ya sea a nivel grupo o individual”.

Aquel fue un caso paradigmático sobre el alto precio que tiene la falta de preparación ante situaciones de emergencia, y las dramáticas consecuencias que el pánico colectivo provoca, cuando los responsables no tienen la capacidad de reaccionar correctamente. «Exacto», comenta Jesús Ripoll, «lo mismo ocurre en las empresas: aunque el agua no haya llegado aún a los camarotes y la orquesta siga tocando en cubierta, ¿seríais capaces de reaccionar y empezar a actuar a las primeras señales de alarma? Para saber reaccionar ante emergencias reales, están teniendo mucha demanda las conferencias y talleres de primeros auxilios y prevención de nuestro formador Miguel Assal, un auténtico fenómeno en redes sociales que ha salvado más vidas que la penicilina».

El Titanic, aquel barco invencible que había partido de Southampton a Nueva York, se hundió la noche del 14 de abril de 1912 en las gélidas aguas del Atlántico Norte. El daño del casco fueron unos 3,6 m (ridículo en comparación con el tamaño) pero esa vía fue capaz de abatir al indestructible. El desastre vino por la falta de un plan de evacuación, ya que la naviera dotó al “insumergible” de 20 botes salvavidas, cuando disponía de espacio para 74. El naufragio dejó un saldo de 1.523 muertos.

En un mundo corporativo donde las olas de desafíos amenazan con hundir incluso al más robusto de los equipos, la formación adecuada es como un chaleco salvavidas: esencial para mantenerse a flote. El Titanic, con su opulencia y tecnología de vanguardia, se consideraba invulnerable. Su lema y mayor reclamo era precisamente ese: “Nuestro barco no puede hundirse”. Jesús Ripoll comenta: «Muchas empresas tradicionales han caído en esta trampa. Gigantes corporativos que se creían por encima de las olas de la competencia y las nuevas tecnologías, subestimaron los riesgos ignorando las señales de peligro. Cambios en el mercado, competidores emergentes o problemas internos se vieron como pequeños obstáculos y, al final, acaban por irse a pique. Uno de los grandes desafíos actuales de todas las empresas es adaptarse cuanto antes a la digitalización y al uso de la inteligencia artificial. Los cambios que estamos viviendo con la digitalización suscitan miedo, incertidumbre y desconfianza. No seamos como la orquesta del Titanic que seguía tocando mientras el barco se hundía. Debemos generar cambios, habilitarnos en nuevas competencias, despertar valías, fortalezas psicológicas y ser capaces de adaptarnos a una nueva etapa vital y social con esperanza y resiliencia. No se trata solo de mantener la calma; se trata de actuar cuando las cosas se ponen feas. Otro de los grandes formadores y ponentes actualmente es Pedro Mújica, experto en IA y nuevas tecnologías. La demanda de sus conferencias ha crecido exponencialmente en los últimos meses».

Como en toda catástrofe, se tomaron decisiones equivocadas. Por citar unas pocas: el capitán ordenó una velocidad excesiva y decidió retirarse a su camarote a descansar. Al divisar el iceberg, el primer oficial decidió parar motores, lo que acabó por dificultar la maniobrabilidad del Titanic. El arquitecto naval optó por reducir el número de botes salvavidas (ya que afeaban la imagen del barco). Los vigías de proa no disponían de prismáticos, ya que el marino que tenía las llaves del armario donde se guardaban, no embarcó con ellos…

Jesús Ripoll, de Helpers Speakers, continúa reflexionando: «Hay una expresión que se hizo muy popular tras el hundimiento del gran trasatlántico: la de estar colocando las sillas en la cubierta del Titanic. Se refiere a esas medidas insuficientes para resolver un problema o, incluso, ignorar su magnitud. La reflexión que hay que hacerse es: ¿soy de los que colocan el cubo bajo la gotera o de los que reparan el tejado? Para esto, tenemos programas muy potentes de liderazgo con el referente a nivel internacional, Aldo Civico, quien ha sido asesor de figuras como Bill y Hillary Clinton, Carlos Slim, Juanes, o Forest Whitaker y está incluido en el Top10 mundial en liderazgo».

En conclusión, el hundimiento del Titanic recuerda que ninguna empresa es insumergible. La humildad, la agilidad, la formación, la actualización y la capacidad de reacción son esenciales para mantenerse a flote en un mar de incertidumbre. Los empresarios no deben subestimar los icebergs ni ignorar las señales. Hay que aprender de la historia y evitar un propio “Titanic empresarial”.

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