Una moneda para la transición en Cuba

La doble circulación monetaria se ha convertido en un quebradero de cabeza para la contabilidad nacional, pues no se sabe cuál es la realidad económica, si la que opera con una moneda o la otra. Esta distorsión falsea las decisiones que se toman en las nuevas empresas privadas, el cuentapropismo, como llaman en la isla a la iniciativa privada para evitar usar la terminología capitalista. Pero también es una tortura para la tradicional planificación centralizada. Pero Cuba no tendrá fácil evitarlo, porque la cercanía de Estados Unidos supone una amenaza constante de recaída en la dolarización de la economía y es posible que acabe desencadenando un período de alta inflación cuando se quiera igualar la gran diferencia que hay entre el valor real de las dos monedas oficiales.
La moneda nacional en Cuba desde la Revolución ha sido el peso cubano (el CUP) hasta que en 1994, tras el colapso de la Unión Soviética, y en plena crisis del llamado período especial, la isla se abrió al turismo extranjero masivo. Entonces, Fidel Castro decidió que el dólar fuera también moneda legal, con el fin de fomentar que hubiera al menos una moneda fuerte en el país. Al mismo tiempo, se introdujo el peso convertible (o CUC), popularmente conocido como chavito, con paridad 1:1 frente al dólar, en la que el Estado empezó a vender los productos importados y a cobrar por ciertos servicios, como el turismo. El anterior CUP no desapareció, sino que se mantuvo para pagar el salario a los funcionarios públicos y a la mayor parte de la población, quienes, a su vez, la usaban para adquirir los productos básicos y para pagar los recibos del agua, la luz y el teléfono, todos ellos subsidiados fuertemente por el Estado.
Diez años después, en 2004, el Banco Central eliminó la circulación del dólar, como respuesta al embargo de EE UU, y además devaluó el peso convertible un 8%, estableció un impuesto al cambio de moneda del 10% y puso una comisión bancaria del 2%. Pero en un rasgo de realismo, en 2011 Cuba regresó de nuevo a la paridad 1:1 del chavito con el dólar, para incentivar las exportaciones, favorecer el turismo y animar la inversión extranjera. Ahora se mantiene esa paridad, mientras que el cambio oficial del peso tradicional es 1:25.
En la primera etapa del proceso transitorio que ahora acomete, el Gobierno va a actuar sobre las empresas “a fin de propiciar las condiciones para el incremento de la eficiencia, la mejor medición de los hechos económicos y el estímulo a los sectores que producen bienes y servicios para la exportación y la sustitución de importaciones” según Granma. Luego está previsto adoptar medidas experimentales para extender la posibilidad de hacer pagos con pesos tradicionales en “lugares seleccionados”, donde hasta ahora se solían hacer en chavitos, como en los supermercados y en otras tiendas que venden productos importados que ya aplican una tasa de cambio de 25 CUP por cada chavito, es decir, con la misma paridad que se aplica con el dólar.

Diferencias y salarios

Las diferencias sociales que generó el peso convertible se acentuaron a partir de 2008, cuando Raúl Castro dio luz verde a la ampliación del trabajo por ‘cuenta propia’, una modalidad con la que ahora se ganan la vida unos 430.000 cubanos, principalmente pequeños restaurantes, peluquerías y taxistas. Pero el autentico problema del régimen socialista, con una moneda, con dos o con tres, son los bajos salarios de la isla.
Los salarios en Cuba son absolutamente ridículos. Por ejemplo, en el sector estatal la media es de 466 CUPs al mes, más o menos a unos 20 dólares o unos 15 euros. El propio Raúl ya dijo este verano que sus expectativas son que “la supresión de la doble moneda permitirá hacer cambios profundos en materia de salarios y pensiones, precios y tarifas, subsidios y tributos». Algo que no se sabe si ha servido para tranquilizar los ánimos o para aumentar la preocupación.
El Gobierno reconoce que los bajos salarios constituyen un problema general, aunque recuerda que los cubanos no pagan servicios como la salud y la educación, y muchos productos básicos tienen precios subsidiados. Lo uno por lo otro. Además, ha dicho que continuará aplicando la política de subsidios a los precios minoristas en tanto las condiciones económicas del país lo requieran. Ahora bien, la unificación monetaria puede acabar provocando una alta inflación que afecte a la gran mayoría de los cubanos, pese a lo que se diga oficialmente, pues temen que el valor del CUP en la práctica se acabe rebajando veinticinco veces, y el coste de la vida se les multiplique de repente por veinticinco. Y es que el sistema de doble moneda ha dividido a la población en dos grupos bastante distintos en tamaño: los que cobran sus salarios o pensiones en CUPs (casi todos) y los privilegiados, que pueden hacerlo en CUCs, normalmente trabajadores del turismo, del incipiente sector privado o quienes reciben remesas del extranjero.
El Gobierno, por su parte, insiste en que “ninguna medida será para perjudicar a las personas que lícitamente obtienen sus ingresos en cualquiera de las dos monedas. El proceso de unificación monetaria respeta los principios de que la confianza ganada por las personas que han mantenido sus ahorros en los bancos cubanos en CUCs, en otras divisas internacionales o en CUPs se conserve intacta”, dice la nota oficial publicada en Granma.

Cuentapropismo y racionamiento

Desde 2010 Cuba entró en una fase de su modelo económico denominada “actualización del socialismo”, cuya novedad más destacable fue que quienes emprendieran un negocio (dentro de una lista de 124 ramas) tendrían que pagar impuestos y podrían contratar trabajadores, siempre y cuando pagasen a la Seguridad Social un 25% del salario. Cualquiera de ellos podría convertirse, incluso, en proveedor de los organismos estatales.
Estos cuentapropistas se encuadran todos en el sector servicios y tienen gravadas sus ganancias (un 40% los restaurantes, un 25% los artistas y un 20% quienes arrienden una vivienda o local).
Paralelamente, el Gobierno quiere reforzar ahora el sector cooperativista y dirigir hacia él a la mayoría de organismos estatales agropecuarios y de la industria ligera. El país se ha abierto también a las empresas mixtas con capital extranjero, sobre las que el Estado dispone de una mayoría de al menos el 51%, con la intención de ir reduciendo su papel en campos no estratégicos.
Mientras tanto, la dualidad económica en Cuba se manifiesta en la libreta de abastecimientos, que ha cumplido 50 años y como dicen allí “con ella nadie vive, pero sin ella muchos no podrían vivir». Esta cartilla de racionamiento se ha ido adaptando y desde 2011 ya no incluye el café, los huevos, los macarrones y los artículos de higiene personal. Antes salieron las patatas y hasta el tabaco. Actualmente aporta 3 kilos de arroz al mes, media botella de aceite, pan para hacerse un bocadillo al día y pequeñas cantidades de huevos, alubias, pollo, macarrones y azúcar. A los niños les corresponde un litro de leche y algún yogur, y hay raciones especiales para grandes ocasiones: tartas para los cumpleaños, ron y cerveza para las bodas y material escolar en el comienzo del curso.
Los cubanos pagan por ello cerca de 1,5 euros, el 10% de su salario. Al Estado la libreta le supone un gasto de unos 1.000 millones de dólares al año ya que Cuba importa un 80% de los alimentos que consume. Pese a todo, las raciones rara vez llegan a mitad de mes y los que tienen la suerte de recibir dinero de sus familias en el exterior pueden comprar todo lo demás en dólares y en tiendas donde los precios son mucho más elevados.

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