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La insatisfactoria estela del Xacobeo

El 31 se cerró la Puerta Santa de la catedral de Santiago de Compostela. El sector ya estará haciendo balance de lo que ha sido el Xacobeo, pero se puede dar por seguro que ha arrastrado a no menos de seis millones de personas. Y cabe preguntarse, qué parte de esos seis millones ha aprovechado Cantabria, cuya presencia en el camino del apóstol nunca acaba de ser rentabilizada.
Desde que Fraga relanzó el Compostelano a mediados de los años 80, Cantabria ha tratado de aprovechar la inercia de esta Vía Láctea terrestre para su sector turístico, pero los resultados han sido muy escasos. La propia experiencia del Año Jubilar Lebaniego demuestra que quienes realmente rentabilizan los peregrinajes son aquellos que se encuentran al final de la ruta, y los efectos económicos sobre el resto del recorrido son reducidos. Pero eso no quiere decir que deba darse por perdida la batalla, porque es probable que el motivo del fracaso sea el no haber encontrado un gancho suficientemente bueno para forzar a que este peregrinaje se detenga en la región.
Como ocurre con los comercios, lo importante es estar en una calle por la que pase mucha gente. Y nosotros tenemos que conseguir que una parte de esos seis millones de personas que van a Santiago consideren Cantabria un hito en su camino. Mientras no lo consigamos, no podemos darnos por satisfechos. Y hay que tener en cuenta que el mismo argumento puede servirnos para sacar un mayor rendimiento del Año Lebaniego que, por el momento, sólo beneficia con claridad a la comarca de Liébana.
La Administración gallega calcula que el Año Xacobeo genera ingresos en aquella comunidad por importe de 3.500 millones de euros (unos 600.000 millones de pesetas). Para valorar mejor su importancia basta indicar que equivale, prácticamente a la mitad del PIB de Cantabria. Es cierto que son ingresos estacionales, puesto que sólo se producen una vez cada seis o siete años, cuando se festeja, pero esa riada de peregrinos deja una estela de visitantes en los años interjubilares que, aunque no tengan indulgencias, no baja de los 4,4 millones de personas. Es decir, que su efecto se extiende mucho más allá de lo que es el año festivo. Hay que suponer que, en menor medida, lo mismo ocurre con el Lebaniego. Por tanto, la inversión de promoción que se realiza para cada Año Santo se rentabiliza en un periodo mucho más amplio y una prueba de ello es que los establecimientos hosteleros que han nacido a su amparo no se ven obligados a cerrar cuando concluye.
Son muchas las razones para imitar a Galicia en su política de promoción de nuestro año jubilar y muchos los motivos para pensar que debemos ser más ambiciosos a la hora de obtener dividendos del suyo. Los peregrinos tienen muchos motivos para hacer un alto en el camino al pasar por Cantabria. Habrá que buscar la forma de convencerles y aprovechar la inercia de dos acontecimientos tan relevantes.

China sorprende

El presidente chino Hu Jintao ha recorrido Latinoamérica repartiendo dólares. Contratos millonarios para Brasil, Argentina, Cuba, Chile que, de la noche a la mañana, se encuentran con que las ventas al país asiático van a superar las que hacen, por ejemplo, a los Estados Unidos.
Los comentarios que ha suscitado este hecho intentan dar un viso de normalidad pero reconozcamos sin complejos que nos ha cogido a todos por sorpresa. Lo que está ocurriendo nos hubiese parecido inverosímil hace sólo dos años. China, siempre oscura y encerrada en sí misma, actuando como si fuese Mr. Marshall y a miles de kilómetros de su territorio natural.
¿Quién hubiese imaginado que Chile esté trabajando en un proyecto de tratado de libre comercio con China, como si fuese su vecino de al lado, o que empresas chinas hayan obtenido licencias para buscar hierro en Perú, petróleo en Ecuador y oro en Venezuela? Y todo esto en el patio trasero de EE UU, más preocupado en otros menesteres internacionales que consumen sus energías geoestratégicas.
El desconocimiento de cuanto ocurría en China ha sido tan absoluto que ni siquiera esperábamos estos movimientos globales de aprovisionamiento, que hubiesen resultado perfectamente previsibles a poco que hubiésemos reflexionado sobre las gigantescas necesidades de materias primas que tiene aquel país, una vez que se ha lanzado a la producción masiva de bienes de consumo. Tenemos que reconocer que, a pesar de la ingente cantidad de información que manejamos, no hemos sido capaces de tener una foto actualizada de China. El país no tiene nada que ver con la imagen que teníamos de él, que probablemente se corresponda con lo que era hace una década. Pero ni China se parece ahora a lo que era hace diez años, ni dentro de diez años tendrá nada que ver con lo que es ahora, si sigue creciendo a un ritmo acumulativo del 9%.
Al menos, ahora estamos advertidos. Ya sabemos que hay un nuevo gigante en el mercado internacional, compitiendo con nosotros, los occidentales, por las materias primas y encareciéndolas, y sabemos que puede alterar la relación de intercambios en continentes enteros. Algo puede tener de bueno, como el sacar coyunturalmente a Latinoamérica del marasmo económico, aunque eso no cambie demasiado su condición de mero proveedor de materias primas para otros países más industrializados. Curiosamente, para China.

IBMs orientales

Con notable ingenuidad, son muchos los que creen que en esto de la industria, estar a la última es garantía de perpetuidad. La realidad es muy otra. La vemos en nuestra región, donde las fábricas más veteranas y con productos más maduros son las que tienen más garantías de continuidad. El resto sabe que se mueve en un mercado demasiado volátil como para vivir tranquilo. El ejemplo más clarividente es el de la multinacional IBM, paradigma de la revolución informática y madre de los PCs que popularizaron los ordenadores hasta introducirlos en todas las empresas y en todos los hogares.
IBM acaba de vender su división de computadores personales a una empresa china denominada Lenovo porque su rentabilidad había caído en picado y prácticamente tenía subcontratados todos los componentes. El gigante norteamericano prefiere concentrarse en la consultoría informática y probablemente hagan los mismo dos de sus principales competidores, Toshiba y Fujitsu, que están teniendo serios problemas para rentabilizar su división de PCs.
Si tenemos en cuenta que el primer ordenador personal se fabricó hace poco más de veinte años y que este producto ha conocido un éxito comercial sin precedentes históricos en los cinco continentes, podemos darnos cuenta de qué poco dura la gloria en el siglo XXI. ¿Quién podía suponer hace sólo una década que los ordenadores dejarían de tener interés para IBM o que, en este plazo tan breve, la compañía iba a estar preparada para reorientar su actividad y prescindir de este producto sin mayores problemas?
Hoy, todo es distinto a como lo hubiésemos imaginado. IBM hace tiempo que había dejado de ser el primer fabricante mundial de ordenadores, sustituido por una empresa surgida de la nada, como Dell. Los clónicos se hicieron con el mercado y ahora, un fabricante asiático desconocido adquiere la división de PCs de IBM con el objeto de utilizar, exclusivamente, la marca. El resto no le interesa porque la tecnología informática es meramente una commodity, componentes estandarizados que cualquiera puede adquirir y montar, de forma que los supuestos fabricantes de los ordenadores ponen poco más que la carcasa con su nombre.
El ejemplo de la sofisticadísima fábrica de microchips abierta por Lucent Technologies en Madrid, que se cerró por obsolescencia del producto cuando aún teníamos en la memoria los actos de inauguración, es ilustrativo de hasta qué punto es arriesgado vivir en la cresta de la ola tecnológica. El problema es que nadie puede renunciar a intentarlo. Pero tenemos que estar convencidos de que este mundo es mucho más incierto que el anterior. Las empresas tecnológicas de hoy son presuntos cadáveres de mañana cuando no se encuentran en un entorno de investigación. Si EE UU se mantiene en esa cresta de la ola es porque siempre habrá otra compañía detrás dispuesta a asumir el liderazgo que queda vacante cuando la estrella de la primera se apaga. Los demás, sin investigación, sólo podemos asumir la condición de subcontratistas de los tecnólogos. No es mal papel, pero no deja de ser lo de siempre, con herramientas un poco más sofisticadas. El valor añadido nunca estará aquí.

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