Gerentas, lideresas y hasta mujeres rana

Hace ya quince años que el Consejo de Europa reconoció que las formas masculinas se utilizaban en exceso en el lenguaje oficial y que ese abuso, a la larga, repercute en la desigualdad entre hombres y mujeres. Por eso, uno de los objetivos que se ha propuesto la Unidad de Igualdad de Género del Gobierno regional es que la lengua –modificable como institución humana que es– evolucione desde las “condiciones sociohistóricas de patriarcado” en las que fue concebida hasta la situación de plena igualdad hacia la que avanzamos.
Aunque más adelante verán la luz otros recursos didácticos que pretenden reconducir el lenguaje empleado en el mundo educativo y en los medios de comunicación, la labor del Ejecutivo ha comenzado por la propia Administración pública y los textos que produce –impresos, cuestionarios, ofertas de empleo– al entender que reflejan las normas y el funcionamiento social de los ciudadanos.
El problema es que no siempre es fácil encontrar expresiones equivalentes a las masculinas y menos dentro del lenguaje oficial, tan dado a la grandilocuencia y a la formalidad. A la obligación de hallar una expresión no sexuada –invariable para el género– como sinónimo a la que se emplea ahora, se une la necesidad de elegir la redacción más simple, para no complicar más los ya de por sí farragosos documentos administrativos.

Términos no sexuados

Usar términos colectivos, abstractos, metonimia, barras, arrobas… puede ser un incordio, pero lo cierto es que hay varios mecanismos a los que se puede recurrir para evitar el término masculino. Y, en caso de duda, los autores recomiendan utilizar una palabra no sexuada como “el pueblo” o “la ciudadanía”.
El manual incluye un glosario de términos femeninos para potenciar que se nombre a las mujeres allí donde aparezcan. No recoge palabras usadas desde hace tiempo sino acepciones recientes relacionadas con la irrupción de las mujeres en el mundo laboral y en la vida pública. Es el caso de profesiones donde las mujeres eran poco numerosas hasta ahora (bedela), de grados del ejército profesional que antes no daba entrada a las mujeres (la alférez) o de títulos eclesiásticos de iglesias cristianas que admiten mujeres en el sacerdocio, no así en la católica, donde de poco sirve que existan términos como capellana o arzobispa, que carecen de un referente real.
Entre las muchas cuestiones con las que el manual puede sorprender al lector aparece la consideración de que no es lo mismo decir “padre y madre” que “madre y padre” ya que cuestiones como el orden de precedencia del masculino y femenino, en apariencia triviales, no lo son. Y es que, dice la guía, si hacemos un esfuerzo porque hombres y mujeres tengan una existencia real a través de un lenguaje “que no oculta, que no subordina, que no infravalora, que no excluye y que no quita la palabra a nadie” estaremos más cerca de la igualdad.

Suscríbete a Cantabria Económica
Ver más

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Botón volver arriba
Escucha ahora