Las empresas cuelgan el cartel de ‘se vende’

Algunos empresarios locales de la construcción se tiran de los pelos por no haber vendido hace uno o dos años cuando recibieron ofertas que ahora parecen tan sustanciosas como irrepetibles. En otros sectores aprovecharon mejor la oportunidad y vendieron su compañía o se han encontrado con un mercado más estable que les sigue dando oportunidades de hacerlo. Lo que es indudable es que en estos momentos casi nadie hace oídos sordos a una oferta.
Que Cantabria vive el final de un ciclo cada vez es más evidente. Quizá el mismo ciclo que España o que todo el mundo occidental pero, en cualquier caso, un punto y aparte. Una de las evidencias es el rapidísimo proceso de cambio de propiedad en las empresas que puede ser una simple coincidencia o revelar que muchos propietarios han hecho la misma reflexión.
Cuando, hace uno o dos años los bancos se peleaban por conceder préstamos a quienes se lanzaban a comprar las compañías de sus rivales, algunos pudieron pensar que difícilmente encontrarían un momento mejor para vender y probablemente acertaron. Otros han podido llegar a la conclusión de que es mejor vender ahora, cuando el lobo de la crisis empieza a mostrar las orejas que esperar y no encontrar un comprador. A estos se han añadido quienes llegaban a la edad de retiro y no encontraban un sucesor en casa y los que empiezan a sospechar que su mundo, aquel que les ofrecía un hueco en el mercado doméstico, se ha acabado y es mejor rendirse a los grandes grupos nacionales o a las multinacionales antes de que la globalización se los lleve por delante.

Las medianas se rinden a la concentración

En unos pocos de meses han cambiado de manos un número inusual de medianas empresas cántabras. Cada una de ellas tenía unas circunstancias distintas: La compañía de instalaciones de aire acondicionado Airconfort ha pasado a menos de la multinacional del sector Dalkia que, a su vez, es propiedad de la multinacional francesa Veolia; la firma de informática Cesoin fue vendida a una empresa nacional líder en su sector, Seidor; Evemal optó por analizar sus escasas posibilidades de crecimiento local y subirse al carro de un proyecto nacional, el mismo que contribuyó a crear: Casologroup; la empresa de diseño y construcción de máquinas Tems ha pasado a manos del grupo Basconcillos, en un proceso de concentración de los proveedores del sector de automoción que se antoja imparable; es lo que también ha ocurrido con Greyco, que fabrica piezas para freno y ha sido adquirida por Frenos Iruña, después de no pocos intentos anteriores de venta.
El caso del grupo Bravo, aunque forma parte del mismo sector, es indicativo de una tendencia hacia la despersonalización de las empresas, ya que ha pasado a estar controlada por la sociedad de capital riesgo Corpfin, que ha elevado progresivamente su participación hasta alcanzar el 55%.
El taller de troqueles Matrican llegó, como tantas otras empresas, a una ausencia natural de sucesión tras jubilarse los fundadores y su continuidad ha llegado de la mano de un joven ingeniero y de una sugestiva operación financiera que le ha permitido hacerse con la propiedad. Una fórmula que podría solucionar la continuidad de muchas otras empresas pero que probablemente no se repetirá en mucho tiempo, dado que la actitud de los bancos a la hora de dar facilidades de crédito ha cambiado mucho en pocos meses.
Otras empresas familiares que han pasado a nuevas manos son la distribuidora de bebidas Máximo Bolado, adquirida por Bodegas Igarmi, y la compañía de productos alimentarios BramStuard, que no se ha sentido con fuerzas suficientes para sacar adelante sus innovadoras propuestas, entre ellas la hamburguesa de pescado, y ha entregado el testigo a Froxá, una gran compañía local de congelados que por, su capacidad de distribución, tiene más posibilidades de abrir hueco en el mercado a los nuevos productos.
A estos cambios de propiedad se pueden añadir el de Mármoles Santal, que tras la suspensión de pagos ha sido adquirida por el gestor de residuos Marino Berrio; el de Cerámicas de Cabezón, adquirida por el fabricante francés Terreal o las negociaciones de Ecrimesa con un grupo alemán de su sector.

Dos franquicias con nuevo propietario

En la hostelería, una vez que se frenó el interés de las cadenas hoteleras por los establecimientos de la región, que pocas veces cuajaron, ha llegado el momento de las franquicias. Fasgel, el propietario de los restaurantes cántabros que operan con la enseña Telepizza se los vendió al grupo madrileño Dibocca, propiedad de Javier Merino, pero han permanecido muy poco tiempo en sus manos, ya que Merino se ha rendido a una oferta de la propia Telepizza que consideró “irrechazable”.
Por su parte, la franquicia local Cafés del Mercado ha sido adquirida por otra enseña del sector, Café y Te. El hecho de que ésta sea propiedad de una empresa de capital riesgo, cuyo objetivo es impulsar las compañías que adquiere para rentabilizar en dos o tres años su participación, hace evidente que el fin de la operación es crear un gran grupo nacional de cafeterías para vendérselo, antes o después, a otro aún más grande, probablemente una cadena internacional.

También las grandes compañías

El mercado de las compras y ventas, como se ve, afecta a todo tipo de sectores y de empresas, desde las más pequeñas a las más grandes. De hecho, dos de las que más facturan en la región también han pasado o pasan por este proceso. Viesgo ha sido adquirida por la alemana E.On, que ya le ha cambiado el nombre, y la fábrica reinosana de Galletas Cuetara ha puesto el cartel de ‘se vende’. Su propietario, el grupo Sos, ha decidido deshacerse de este área de negocio para conseguir el dinero con el que hacer frente a la compra de la división de aceites de Unilever, lo que le convertirá en la primera aceitera mundial.
Una de las empresas con más empleo de la región, la compañía de atención telefónica Unitono, también tiene nuevo propietario. La multinacional holandesa de recursos humanos Randstad, que abrió los grandes centros de Trascueto y Maliaño donde trabajan más de un millar de operadoras, ha decidido salirse de esta actividad y la compañía, redenominada Unísono, es ahora propiedad de Avanza.
Con echar la vista un poco más atrás, a la larga lista de cambios de manos puede añadírsele el de Propulsora Montañesa (Radio Santander y Localia Cantabria), vendida a la SER; el grupo Rhin, adquirido por Silken; Industrial Farmacéutica Cantabria, comprada por los laboratorios indios Wanbury en 42 millones de euros, o el Servicio Municipal de Aguas de Santander, por el que Aqualia (FCC) pagó 69,2 millones de euros.
En una región que no está muy acostumbrada a las transacciones de empresas, semejante actividad es insólita y obliga a buscar los motivos en un cierto distanciamiento con el negocio de las segundas y terceras generaciones y en un cambio de tendencia de la economía que no fomenta el optimismo precisamente entre los empresarios.
Se venda por goteo, como en el pasado, o en tropel, como ahora, la tendencia es siempre la misma: el comprador suele ser un gran grupo foráneo que busca, sobre todo, la cuota de mercado que tenía la empresa local. Y así, uno tras otro, los centros de decisión van pasando a Madrid, en el mejor de los casos, o a capitales de otros países.

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