LOS PRINCIPALES EPISODIOS ECONOMICOS DEL SIGLO XX

Una vez terminado el bloqueo de Berlín se fundó una de las muchas organizaciones internacionales que tanto proliferaron en la segunda mitad del siglo XX en el mundo. Esta era de carácter militar y además de Europa incluía a EE UU y Canadá. Era, por supuesto, la OTAN.
Su fundación dejó bien claro que no era solo Alemania la que estaba dividida en dos partes, occidental y oriental, sino que había dos Europas y hasta dos mundos, los cuáles a la vez representaban dos sistemas económicos. Algo que resultó harto evidente cuando la Guerra Fría emergió en Asia oriental. Concretamente, en 1945 el hasta entonces desconocido Paralelo 38, sirvió para dividir la península de Corea en dos partes: el norte industrial, que fue ocupado por los rusos, y el sur agrícola, por los norteamericanos.
El problema de la reunificación acabó en la ONU que, tras intentar inútilmente que hubiese elecciones en todo el país, optó por reconocer como único legítimo el gobierno del sur. Para entonces, los del norte habían creado otro estado que reclamaba la plena soberanía sobre todo el país.
Una vez que americanos y rusos formalmente se fueron del país en 1950, el norte invadió el sur. Entonces, en la Unión Soviética mandaba Stalin y en los EE UU seguía Truman. El conflicto acabó implicando a los chinos y la cosa se puso tan caliente que se valoró una posible intervención directa de los americanos contra los chinos con armas nucleares.
A los tres años se firmó un armisticio cuando ya Stalin había muerto y en América había una administración republicana a cuyo frente estaba Eisenhower.

Capitalistas y comunistas
Una vez que el comunismo se instaló en China en 1949, el mundo quedó dividido en dos partes, la capitalista y la comunista, aunque la primera estaba lejos ya del liberalismo puro que en el pasado había provocado situaciones económicas críticas, y ahora se toleraba una sustancial proporción de intervención pública.
En el otro lado de la valla, entre los comunistas, la autoridad política era el único factor económico de decisión. Ambos mundos permanecían casi totalmente incomunicados.
El resultado que tuvo cada uno de los sistemas y sus matices es tan ampliamente conocido que no parece necesario insistir en ello; no obstante lo que sí se puede decir es que la entrada de China en el sistema comunista desplazó en cierta medida el centro de gravedad político del mundo desde Europa hasta el este de Asia.
Allí, desde casi el inicio del siglo había un poder emergente e imperialista que era el Japón al que el resultado de la II Guerra Mundial colocó de la forma más cruda y directa posible en el siglo XX, aunque eso habría que aceptarlo con muchos matices porque nadie es capaz de saltarse mil años de un día para otro. Tecnológicamente, Japón ya se había colocado en la centuria, pero no lo habían hecho mentalmente y la derrota les supuso enfrentarse con sus problemas de identidad nacional, dentro de un mundo al que era imposible dar la espalda.

Antecedentes del Japón
En los años 20, la población de Japón había aumentado considerablemente hasta llegar a los 56 millones de personas y eso llevó a sus dirigentes a plantearse si la expansión económica no debía ir acompañada de una cierta expansión territorial.
La primera medida fue buscar una aproximación comercial a China y abrir mercados en las colonias europeas, que era el objetivo de los grandes conglomerados, como el del barón Mitsui, con 284 empresas y un capital de 26.000 millones de francos, o del barón Iwasaki, jefe del grupo Mitsubishi, que contaba con 92 empresas. Y lo mismo pensaban las asociaciones industriales que se reunían en el Keizai Club, auténtico estado mayor de la economía nipona.
La crisis económica mundial de los 30 cambió la forma de ver esta salida al exterior, ya que las exportaciones japonesas sufrieron un auténtico descalabro. En 1931 prácticamente se redujeron a la mitad.
Japón se propuso organizar por su cuenta la vida económica y política de China, lo que dio lugar a una guerra que duró ocho años. Pero antes, tras la crisis de Manchuria, tuvo que hacer frente al boicot de sus productos por parte de los chinos, lo que les obligó a devaluar el yen en un 50% y su tentativa de encontrar clientela en los llamados pueblos de color encontró nuevas represalias de 40 países que establecieron barreras comerciales a los productos nipones.
Tras una fase de desgaste de los intereses europeos en la zona, en 1934 el ministerio japonés de asuntos exteriores anunció que se opondrían a cualquier tentativa de China para obtener ayuda financiera y técnica occidental, o sea una especie de doctrina Monroe asiática que indicaba claramente el propósito de Japón de hacer de China un coto reservado a su exclusiva influencia. En 1937, el imperio japonés pasa directamente a la conquista. Aisló las concesiones extranjeras en las ciudades chinas de Tien Sin y Shangai, se prohibió la navegación por el río Yangtze a los europeos y americanos de manera que no se podía acceder a Nankín y Hankow y en 1938 anunciaron expresamente que el principio de “la puerta abierta” había perdido ya su razón de ser.
Como suele suceder casi siempre en China, las cosas se acabaron complicando para el invasor, pues la voluntad nacional permaneció inalterable y los problemas logísticos se mostraron insuperables. Pero, a pesar de tener un ejército de un millón de soldados, China distaba mucho de reunir los recursos militares y económicos del Japón, que solo necesitó para esta aventura el 10% de su material de guerra.
En 1938 el Japón superaba ya los 100 millones de habitantes y su marina de guerra era más fuerte que la americana en términos de portaaviones y cruceros, aunque inferior en número total de barcos. En cambio, la aviación, a pesar del número, no era comparable a la de EE UU.
Visto más de cerca, el país tenía otras debilidades. Es verdad que la producción industrial se había triplicado en veinte años y la de armamento se había multiplicado por 16, pero los recursos seguían siendo inferiores a las necesidades y mantenía algunos flancos sin cubrir, como el suministro de carburantes, que dependía de EE UU o de las Indias holandesas.
Hasta 1944 Japón ocupó la mitad de China y dominaba los recursos de Indochina, las Indias holandesas y Malasia. A pesar de haberse implicado en la II Guerra Mundial, el país pasaba por un periodo de prosperidad; no obstante, en el último año de la guerra el panorama empezó cambiar, a consecuencia de los centenares de bombardeos sobre las centros industriales y de la práctica destrucción de su flota, lo que provocó una paralización en el abastecimiento de materias primas.

Peculiaridades
Al terminar la II Guerra Mundial, la guerra de Corea supuso una auténtica galvanización para la economía japonesa, ya que el índice de producción industrial rápidamente alcanzó los niveles, de los años 30.
En sólo quince años, el país consiguió pasar de los 10.000 millones de dólares de PIB a los 100.000, con una tasa acumulativa anual de casi el 15%, algo jamás igualado en la historia. Las razones que se han ofrecido para esta gran singularidad económica del Japón son cuatro: la población, la tasa de inversión, la asimilación de la tecnología ajena y la estrecha relación entre el Estado y la industria.
Empezando por la primera, que parece ser la clave del asunto, el archipiélago japonés tenía una gran densidad poblacional, pero además, una enorme disposición de su gente para trabajar. A los japoneses no les importaba pasarse interminables jornadas trabajando, tener unas vacaciones ridículas y unos salarios de parecido calibre.
La segunda razón fue la inversión. El país invertía cada año un tercio del PIB que producía cuando en otras partes difícilmente se alcanzaba el 20%. Esto sólo es posible con un sistema muy característico de concentración industrial que son los llamados zaibatsu, una especie de trust como los ya citados Mitsui, Mitsubishi o Matsushita que reinvierten sistemáticamente en sus empresas, con altas tasas de rentabilidad.
En cuanto a la imitación tecnológica, era producto de varios factores. Las dificultades existentes para la inversión extranjera se convertían, en cambio, en facilidades para la llegada de técnicos extranjeros de alta capacidad. Pero, además, era producto del envío masivo de estudiantes al exterior y de la conocida capacidad de imitación de productos que tienen los japoneses.
En la especial relación publico-privado no puede olvidarse el proteccionismo arancelario, que prácticamente reserva el mercado interior para sus empresas. Aunque es difícil de entender, tiene no obstante una base legal, ya que el GATT (ahora OMC) permite que, a cambio, otros países apliquen a Japón reservas arancelarias.
El ejemplo japonés se repitió después en varios países de la zona, los llamados tigres asiáticos, hasta el punto que, a medida que avanzaba el S XX, el eje económico del mundo se desplazaba cada vez más hacia oriente.

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