Un gigantesco acumulador de energía eléctrica

A primera vista, el procedimiento recuerda la absurda condena de Sísifo, obligado a subir una roca a lo alto de una montaña y a que rodase hasta el valle una y otra vez antes de coronar. Por si fuera poco, parece un mal negocio energético, ya que todo el mundo sabe que, en el mejor de los casos, este proceso sólo podría aportar la misma cantidad de energía que consume. Pero en un mundo lleno de paradojas, como el de la producción eléctrica, esta actividad puede ser rentable per se y eficiente para el sistema eléctrico español ya que gasta la energía que el país no consume durante la noche y la devuelve de día, cuando la demanda es más alta. Esa aportación de eficiencia se traduce en euros: la energía nocturna consumida es mucho más barata que la producida en horas punta, cuando mejor se remuneran los kilovatios, lo que permite compensar de sobra la pérdida de energía que origina el proceso, alrededor de un 30%.
La diferencia tarifaria también tendrá que sufragar la inversión en una obra descomunal. El proyecto de E.On necesita 600 millones de euros y va a ser la actuación civil más cara de cuantas se han realizado en la historia de Cantabria. No obstante, será mucho más barata que una central nuclear de la misma potencia y acarreará muchísimas menos complicaciones. Se hará como una ampliación de la central de bombeo que ya existe en Aguayo y podrá aprovechar sus dos embalses, aunque los nuevos grupos estarán emplazados en una caverna excavada en el interior de la montaña, donde también deberán llegar las futuras conducciones del agua, unas tuberías de acero del diámetro de un túnel de metro, con nada menos que 328 metros de caída. Un auténtico río de 90.000 litros por segundo se precipitará abruptamente sobre las palas de cuatro grupos de generación que, funcionando de forma simultánea, podrían abastecer de energía a media Cantabria. El proceso se invierte de noche, cuando los generadores se convertirán en motores de impulsión y subirán por las mismas tuberías el agua al embalse superior para repetir la operación el día siguiente.
Con su entrada en funcionamiento de Aguayo II, prevista para el año 2018, se multiplicará la actividad. Ahora el agua del embalse inferior sólo se bombea hacia el superior los fines de semana, aprovechando la escasa demanda eléctrica de sábados y domingos y las bajas tarifas que eso propicia, y se turbina entre semana, pero sólo en momentos puntuales de muy alta demanda (casi siempre a media mañana). En el futuro, el pantano superior se vaciará cada día y se volverá a rellenar por bombeo cada noche, lo que indica que el complejo no solo pasará de 360 Mw a casi 1.400 sino que también se aprovecharán las instalaciones mucho más intensamente.

Un complemento para la energía eólica

Las centrales de bombeo tienen su razón de ser en la existencia de instalaciones de generación eléctrica que no pueden detenerse de noche, cuando disminuye la demanda, como ocurre con las centrales nucleares o que no tendría lógica parar, como los molinos eólicos, puesto que no tiene sentido desperdiciar el viento, que no tiene coste alguno.
Los casi 20.000 megavatios de potencia eólica que se han instalado en España en muy pocos años han disparado esta producción ininterrumpible y han hecho más necesaria que nunca la búsqueda de un sistema que permita conservar la energía nocturna excedente para ser aprovechada en las horas de más demanda.
El problema es que los kilovatios no se pueden almacenar y la única solución aceptable para los que no llegan a consumirse de noche está en las centrales de bombeo, que transforman esa electricidad en otro tipo de energía, la potencial, elevando el agua a una cierta altura. Una energía que luego se recupera por gravedad, cuando se necesita, mediante el mismo sistema que una central hidráulica convencional.
Dado que han de adquirir esa electricidad previamente y que en el proceso de elevación de la aguas consume unas cantidades aún más ingentes de las que luego se obtendrán por turbinación, la aportación de estas centrales de bombeo sólo es rentable en horas punta, cuando el mercado paga precios muy altos por cada kilovatio. En consecuencia, corren el riesgo de estar paradas muchas horas al día en un país como España, que ha superado los cien mil megavatios de potencia instalada cuando la demanda máxima en hora punta sólo requiere unos 46.000.
El escenario no parece favorable para este tipo de inversiones, pero el caso de las centrales de bombeo es atípico. La entrada en el mercado de unos 20.000 megavatios de procedencia eólica está dejando paradas muchas térmicas y ha reducido la aportación de los ciclos combinados. Sin embargo, los bombeos reversibles van a ser los mejores aliados de los aerogeneradores porque, sin su capacidad para consumir los excedentes nocturnos, muchos de los molinos tendrían que ser desconectados de noche.
Aguayo I y la futura central paralela Aguayo II podrían llegar a consumir y almacenar, por sí solas, toda la electricidad que generen los aerogeneradores previstos en el Plan Eólico de Cantabria, en el supuesto de que todos funcionasen simultáneamente y a plena capacidad, lo que resulta muy improbable. También podrían absorber la energía de tres centrales nucleares como la de Santa María de Garoña. Pero no le resultará fácil vender esa enorme cantidad de energía durante el día, ya que el sistema de subastas que se aplica para decidir qué centrales van a funcionar para abastecer de electricidad al país y cuáles otras permanecerán cerradas se basa en el precio ofertado por cada una para cada hora y tanto las nucleares como los saltos de agua tienen garantizada su presencia, porque concurren a precios cero o muy próximos, a sabiendas de que todos los productores elegidos para esa hora recibirán el marcado por la más cara de las centrales que tengan cabida en el cupo –en función de las necesidades de esa hora–, por lo general son un ciclo combinado o una térmica.

Menores costes que sus rivales

La nueva Aguayo II tendrá que pagar la energía nocturna al precio de mercado pero tiene la posibilidad de competir con unos costes de amortización bastante menores que otras centrales eléctricas. No sólo va a poder aprovechar los dos pantanos que ya están construidos sino que también tiene resuelta la evacuación eléctrica, gracias a una subestación que REE ha construido a los pies de la central. Gracias a eso, la inversión, resultará más barata que la de cualquier otra alternativa, unos 600.000 euros por megavatio. La misma potencia en energía eólica costaría más del doble.
A pesar de las gigantescas dimensiones del proyecto, sólo será un revulsivo para la economía de Cantabria mientras se construya, entre 2013 y 2017, ya que la excavación de los túneles y la caverna donde irá emplazada la maquinaria de la central requerirán una gran cantidad de mano de obra. Luego, si sigue el patrón de Aguayo I, el funcionamiento será automático. Apenas necesitará plantilla. Los 37 trabajadores que inauguraron Aguayo en 1982 fueron reduciéndose poco a poco y en la actualidad sólo hay dos personas, que comparten su tiempo con el mantenimiento de otros saltos de agua que E.On tiene por el sur de la región. Tanto la puesta en marcha de los generadores como su parada se realiza por vía telemática desde Santander. Incluso podría hacerse desde las mismas oficinas de Madrid donde se ofertan los precios de todas las centrales de E.On en la subasta diaria, puesto que basta con pulsar las teclas de un ordenador para decidir la parada o la puesta en funcionamiento de uno o más grupos de Aguayo. Un panorama muy distinto al de las centrales nucleares que, para potencias semejantes, necesitan grandes plantillas.
Aguayo será uno de los mayores centros de consumo y de producción de energía del país, pero continuará siendo tan discreto y recogido como ahora. Un lugar perdido en el monte, que no perturba a nadie y que cumple el encomiable papel de hacer encajar todas las piezas del complejo puzzle eléctrico del país.

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