¿Se cumple por miedo o por convicción? Así se construye el verdadero compliance
¿Cumplimiento por miedo o por convicción? Así se construye el verdadero compliance
En muchas organizaciones, el cumplimiento normativo ha derivado en un ritual burocrático, más orientado a proteger a la empresa que a consolidar una cultura ética real. Sin embargo, existe una vía alternativa: aquella en la que el compliance deja de ser una carga para convertirse en un motor de integridad y confianza.
Actualmente, el cumplimiento se manifiesta como un ejercicio de burocracia bienintencionada, pero profundamente desconectada de lo que verdaderamente importa.
Los departamentos de cumplimiento, presionados por las exigencias crecientes de los entes reguladores, operan bajo la creencia de que, para evitar sanciones, es suficiente con desplegar un extenso repertorio de políticas, códigos de conducta, manuales de procedimiento y campañas formativas repetitivas. Como si el simple hecho de “tener todo en regla” bastara para garantizar comportamientos éticos dentro de la organización.
Este enfoque ha dado lugar a una industria del compliance de carácter tecnocrático, centrada en el formalismo y la protección legal de la entidad, dejando de lado un componente esencial: las personas.
Las consecuencias de este modelo son previsibles. Abundan los códigos éticos que nadie consulta, políticas internas diseñadas más para tranquilizar al regulador o a la alta dirección que para transformar conductas, y acciones formativas percibidas por los trabajadores como una obligación impuesta. Estas prácticas, lejos de generar compromiso, refuerzan la percepción de que el compliance busca únicamente blindar a los niveles jerárquicos superiores. La desconexión entre lo declarado y lo vivido es, en muchos casos, evidente. De este modo, el cumplimiento termina funcionando como un escudo reactivo, en lugar de como una herramienta que refuerza, orienta y consolida la cultura ética corporativa.
Las sanciones no se evitan por la existencia de manuales firmados, sino por el desarrollo de una cultura ética transversal, asumida y vivida por todos los niveles de la organización, desde la dirección hasta los equipos operativos.
Las organizaciones que actúan con integridad por convicción —y no por imposición— no solo reducen riesgos legales y reputacionales, sino que se consolidan como actores confiables, con mayor atractivo para inversores, talento y clientes.
El compliance del futuro no se medirá por el número de documentos firmados, sino por la solidez de los valores que guían la conducta de las personas ante los dilemas cotidianos.
Aquellas entidades que identifiquen estos síntomas de desconexión en sus programas de cumplimiento, pueden encontrar en All Ways Compliance una propuesta alineada con esta visión. Más información en www.allwayscompliance.com.