La fábrica que todo lo cura

Los productos farmacéuticos tienen una reserva media de veinte años durante los cuales la patente impide que sus principios activos sean elaborados por otro laboratorio, si no media un acuerdo. A partir de ese momento, el fármaco puede ser fabricado o comercializado por otra compañía, con otro nombre o con la denominación genérica del componente principal. Ese mercado internacional de genéricos, cada vez más importante, es al que se dirige Moehs, una empresa catalana que pertenece a la multinacional norteamericana PMC Global.
Moehs hace un seguimiento de todos los medicamentos de éxito y se prepara durante años para el momento en que queda libre la patente. Los investigadores de la empresa analizan la forma de obtener la síntesis química de ese principio activo y una vez conseguido se diseña su proceso industrial. De esta forma, está en disposición de ofrecer el nuevo genérico a laboratorios de todo el mundo desde el mismo momento en que la fórmula pasa a ser de libre uso, a un precio obviamente muy inferior al que tenía el propietario de la patente y con el mismo valor terapéutico. El comprador únicamente tiene que realizar la galénica (por lo general complementar la composición con algún excipiente) y decidir el nombre con el que lo sacará a la venta en las farmacias.
De esta forma, Moehs añade permanentemente nuevos productos a su catálogo hasta completar un auténtico vademecum. De los veinte reactores que la empresa ha montado en su fábrica de Requejada saldrán aproximadamente un centenar de sustancias medicamentosas, capaces de curar enfermedades muy diversas, desde catarros a estados de ansiedad. La capacidad de cada una de estas grandes ollas dedicadas a propiciar las reacciones químicas son muy distintas, en función de las necesidades, pero todas juntas suman 144 metros cúbicos, un tamaño muy significativo en una industria de química fina donde se manejan cantidades pequeñas. El próximo año, la planta de Requejada tiene prevista una producción de 700 toneladas, que en las fábricas de química gruesa, como se conoce a las que operan en mercados no farmacéuticos, sólo justificarían las producción de una jornada.
El planteamiento de la fábrica es, por ese mismo motivo, poco habitual en la industria. Con los mismos elementos técnicos y sólo cambiando los ingredientes que deben entrar en reacción y algunas condiciones de tiempos y temperaturas, se obtienen productos muy distintos y sin ninguna relación entre sí.
Moehs es el líder nacional en la fabricación de genéricos y productos elaborados por contrata para otros laboratorios. En este sector tan sensible, casi todo pasa por los controles de calidad. Para poder vender en Estados Unidos ha tenido que obtener la homologación de la FDA, un organismo que impone la metodología de fabricación, desde los manuales de buenas prácticas productivas a las analíticas, aspectos sobre los que luego mantiene un seguimiento a través de auditorías periódicas. Esas exigencias imponen que buena parte del personal se encargue de tareas de control. Cada partida de suministros que llega a la fábrica se aísla antes de acercarse a la cadena productiva y se somete a muestreos. Durante la fabricación es imprescindible realizar varios análisis del producto obtenido y de su estabilidad en el tiempo y, una vez concluido el proceso, se vuelven a analizar las unidades preparadas para expedir a los clientes, que se envasan con unos protocolos muy severos para evitar la contaminación bacteriana, en una cámara de doble puerta y sometida a presión.

Preparada para hacer ampliaciones

Moehs adquirió en Requejada una parcela de 51.400 metros cuadrados, el equivalente a unos seis campos de fútbol, que previamente había sido propiedad de la empresa Solvay. Sobre esa superficie ha construido unos 8.000 m2, con una política de espacios generosos y de sistemas modulares que le permitirán duplicar e, incluso, triplicar la capacidad productiva sin grandes inversiones. Por el momento, la empresa catalana lleva empleados 3.400 millones de pesetas en el proyecto, las dos terceras partes de ellos en los equipos productivos. De esta cuantía, ha recibido 560 millones como subvención pública, aunque Moehs siempre puso más énfasis en resolver las cuestiones administrativas con agilidad que en las ayudas económicas. De hecho, no fue Cantabria la región que ofreció subvenciones más elevadas, a pesar de lo cual fue elegida como emplazamiento.
Las gestiones fueron rapidísimas. Moehs entró en contacto con Sodercan el 16 de marzo de 1999. La empresa buscaba entre las comunidades del norte del país un emplazamiento de al menos cinco hectáreas, con gran cantidad de agua, gas, energía eléctrica, buenas comunicaciones y un entorno de industria química, que hiciese fáciles las relaciones con la población de los alrededores. En pocas semanas, Sodercan convencía a la empresa catalana de la conveniencia de asentarse en Requejada y el 7 de octubre ya se presentaba oficialmente la decisión. La compañía pública regional que dirige Antonio Suárez tramitó las subvenciones y facilitó también un crédito de su programa de reindustrialización por importe de 240 millones de pesetas a 14 años sin intereses que posiblemente se amplíe ahora en 100 millones más.
Gracias a la implicación del Ayuntamiento de Polanco, los trabajos para la construcción de la fábrica se iniciaron casi de inmediato, a pesar de los problemas urbanísticos que era imprescindible resolver. Tampoco era fácil la construcción, de la que se ha encargado SIEC, ya que la fábrica se asienta sobre unos terrenos de relleno que en su día fueron marismas y eso ha obligado a sostenerla sobre 1.250 pilares hincados en muchos casos a 18 metros de profundidad. Este proceso fue el más laborioso. La planta, a pesar de la complejidad de la zona de fabricación, se ha levantado en apenas un año. El secreto está en la aplicación de un patrón casi clónico, el de la factoría que Moehs tiene en la localidad barcelonesa de Rubí, con algunas correcciones de mejora. La fábrica de Requejada tiene la mitad de reactores que la cabecera del grupo pero sus expectativas de crecimiento son muy importantes, a partir de una facturación inicial de alrededor de 3.000 millones de pesetas, frente a las mínimas posibilidades de ampliación que tiene Rubí.
Una de las escasas diferencias entre las dos fábricas está en la colocación de los reactores. Mientras que en la de Barcelona tienen una disposición horizontal, en Requejada se han situado en varias plantas, lo que permite una mayor racionalización de los haces de tuberías, que se distribuyen desde un hueco central, y propicia que muchos movimientos de los productos se realicen simplemente por gravedad. Eso no impide que para líquidos y gases haya sido necesario montar más de 20.000 metros de tubería de acero, o que en el conjunto de las instalaciones se hayan empleado nada menos que 45.000 tornillos.
En la actualidad son sólo 25 trabajadores los que se encargan de poner en marcha la nueva fábrica, de los cuales únicamente los tres directivos responsables proceden de la planta de Rubí. La previsión es que antes de acabar el año serán 40 los operarios directos y en el próximo ejercicio se alcanzarán los 100. El director de la planta, José Antonio Roldán, no duda de que a medio plazo pueda tener de 200 a 250 trabajadores, lo que supondría superar el tamaño de su matriz, que cuenta con 180.

Depuración

La planta no tiene problemas de humos. Todas las emisiones son captadas y lavadas y los escasos que salen al exterior son los que produce una caldera alimentada por gas. En cambio tiene que tener muchas cautelas con la depuración de los efluentes líquidos. El agua que emplea es depurada, por lo que en realidad sólo consume el 5% de toda la que necesita para su funcionamiento. La depuradora, construida con unas dimensiones muy superiores a las necesidades actuales y futuras de la planta, podría atender las necesidades de una ciudad de 100.000 habitantes, lo que no obsta para que esté diseñada para poder duplicar su capacidad si llegase a ser necesario.
La planta necesita para su funcionamiento agua de gran pureza, de forma que ha de depurar la que obtiene de la red por un procedimiento de ósmosis inverso que le despoja del cloro, las sales y cualquier otra sustancia y, al mismo tiempo, la hace más vulnerable a una contaminación aerobia, lo que obliga a extremar los cuidados.

Ventas mayoritarias al exterior

Los principales clientes de Moehs están en Francia, Alemania, Suiza, España, Japón, EE.UU, Hungría, Irán y Suecia, por este orden. La modesta relevancia del mercado nacional dentro de sus ventas se justifica por el hecho de que prácticamente todos los laboratorios que operan en el país tienen sus propias fábricas. Los principales rivales en genéricos son chinos e indios. Moehs tiene en ellos unos duros competidores en precios, pero el de los fármacos es un mercado que se mueve, sobre todo, por las garantías de calidad que ofrece el fabricante, algo que resulta decisivo para los laboratorios, muy sensibles a cualquier noticia negativa sobre sus productos, como se ha podido comprobar con los efectos que el Lipobay ha causado en la imagen pública de Bayer. Eso hace que los laboratorios no sólo se preocupen de la calidad con que trabajan sus suministradores o subcontratistas, sino incluso de las relaciones que mantienen con su entorno.

E l presidente de PMC, en Cantabria

A la inauguración de la fábrica cántabra asistieron no sólo los responsables de la empresa catalana, sino también los de la multinacional norteamericana que desde hace seis años controla la sociedad, la firma PMC Global, fundada en los años 70 por Philip Kamins y que también tiene empresas de plásticos, pvc, geles de baño y semiconductores. Su división de productos farmacéuticos, denominada SLIC tiene cinco empresas en Europa, una de las cuales es Moehs, fundada en los años 60 por unos industriales catalanes.
El propio Kamins, propietario del grupo optó por pasar las vacaciones en Cantabria, a bordo de su espectacular velero, para estar presente en el acto.

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