Un sector económico desconocido

La presencia de un gran hospital, como Valdecilla, que por sí solo consume la mitad del presupuesto público de salud y genera un volumen de actividad anual valorable en casi 40.000 millones de pesetas, eclipsa el resto del sistema sanitario cántabro, tanto el público como el privado, pero, que de hecho, existir, existe. El Igualatario Médico es una de las diez mayores aseguradoras del ámbito sanitario del país. Con la Mutua Montañesa, en el campo de los accidentes de trabajo, ocurre lo mismo, y ha conseguido una importante presencia fuera de la región, sobre todo en Castilla y León, Cataluña y Madrid.
No obstante, hay que reconocer un cierto retroceso en el ejercicio individual de la medicina privada, absorbido por nuevas fórmulas, como las clínicas multiservicios o los sistemas de igualas.
Las prestaciones sanitarias, en conjunto, mueven en Cantabria más de 700 millones de euros, alrededor del 10% del PIB, y forman un tejido extraordinariamente evolucionado. La razón es la suma de varias circunstancias. El hecho de que España tenga uno de los sistemas sanitarios públicos más avanzados del mundo y con mayor abanico de prestaciones, unido a un gasto por persona bastante superior a la media nacional, y a la existencia de una medicina privada de gran tradición, dan lugar a una situación destacada, incluso en el contexto de los países desarrollados.
Esa misma universalidad de la medicina pública deja huecos relativamente pequeño para la privada que, no obstante, ha sabido ofrecer prestaciones que, en algunos casos, han tardado años en llegar al sistema público, como ha ocurrido con la resonancia magnética.
La tendencia de los años 60 y 70 a concentrar en grandes centros hospitalarios las prestaciones asistenciales más importantes, condujo a una centralización excesiva del sistema sanitario en torno a Santander que, dos décadas después se resolvió en cierta medida con la construcción de hospitales comarcales en Laredo y Torrelavega.
Ahora, el mapa hospitalario público quedará cerrado con lapróxima integración del Hospital de Liencres en el Servicio Cántabro de Salud al que también se incorporará el Hospital de Reinosa, actualmente sometido a obras de reforma, un proyecto que resulta socialmente necesario, pero económicamente poco viable, dado que la población a la que ha de dar cobertura, apenas diez mil personas, difícilmente justificaría, en otras condiciones, la existencia de un centro cuyo mantenimiento anual costará unos 9 millones de euros. La Consejería de Sanidad tiene intención de negociar con la Junta de Castilla y León la posibilidad de que los habitantes del norte de Burgos y de Palencia utilicen también el hospital, pero se trata, en ambos casos, de zonas muy poco pobladas.

El ‘factor Valdecilla’

Es muy difícil justificar la importancia actual del sistema sanitario cántabro sin recordar el papel que tuvo la Casa de Salud Valdecilla, uno de los proyectos internacionales más avanzados de su época.
Después del fracaso de una recaudación popular iniciada en Santander por el párroco de San Roque, que pretendía sustituir el vetusto Hospital de San Rafael por un nuevo edificio, el marqués de Valdecilla decidió hacerse cargo, por sí solo, del proyecto. Afortunadamente para la provincia, en lugar de hacer un hospital al uso, optó por encomendar al doctor Wenceslao López Albo, buen conocedor del sistema alemán, que buscase en el extranjero las ideas más avanzadas. Albo, un librepensador krausista, que poco o nada tenía que ver con el espíritu conservador de la medicina de la época, no tuvo duda en apostar por el modelo que defendía su filosofía de hospital-jardín. El krausismo, que caló profundamente entre un grupo avanzado de la intelectualidad española, también plasmó modelos muy semejantes de unión con la naturaleza en las ciudades-jardín, que nacieron por entonces en muchas capitales, en los colegios con amplios espacios de la Institución Libre de Enseñanza, la Residencia de Estudiantes de Madrid o la Universidad Internacional de Santander, en la Península de La Magdalena.
López Albo tuvo, además, el encargo de seleccionar a los más prometedores valores de la medicina española, ficharles para la Casa de Salud y enviarles al extranjero para completar su formación, mientras se construían los pabellones. Ese esfuerzo, en el que colaboró muy activamente Gregorio Marañón, iba a resultar decisivo para que el nuevo Hospital naciese ya como una referencia internacional. Ni siquiera la posguerra civil, que produjo la depuración del propio López Albo y de muchos de los contratados por él, pudo acabar con el prestigio de Valdecilla.
El Hospital nunca recuperó aquel espíritu inicial de avanzadilla de la medicina, pero la inercia adquirida entonces consiguió que superase varias épocas de notoria decadencia y descapitalización.
La construcción de un nuevo hospital, con un presupuesto cercano a los 40.000 millones de pesetas va a suponer su tercera época y su segunda refundación, pero con un grave problema por resolver. El edificio y el aparataje sólo aportan una parte de la calidad de las prestaciones. La otra está en manos de los profesionales sanitarios y, en estos momentos, tras muchos años sin oposiciones en el sistema nacional de salud, la plantilla de médicos del Hospital tiene una edad media que bordea los 60 años. Al no haberse producido ingresos durante años, se van a producir masivas salidas por jubilación que sólo podrán compensarse por la contratación de médicos muy jóvenes, sin la presencia de una generación intermedia que hubiese añadido equilibrio y experiencia.

Dos mundos complementarios

La medicina privada se ha surtido en parte de la cualificación y el reconocimiento de estos profesionales de la medicina pública, aunque las cortapisas crecientes para simultanear ambas actividades comienza a separar una y otra. Al mismo tiempo, la aparición de clínicas especializadas en oftalmología, estética, dietética, fisioterapia o medicina deportiva abren cada vez más el abanico de posibilidades y empiezan a diferenciar las prestaciones del sistema público y el privado. De esta forma, dos mundos que antes eran redundantes se vuelven cada vez más complementarios.
La evolución de todas estas formas de la medicina privada es muy rápida y perfectamente competitiva con el sector público, cuando las prestaciones son las mismas. Una muestra de ello son las clínicas de radiodiagnóstico, que disponen de un equipamiento técnico comparable y, en ocasiones, más avanzado del que tiene el sistema público en Cantabria, al menos hasta fechas recientes.

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