La hora de las renovables

En un escenario de emergencia económica, la reducción de los consumos energéticos es, más que nunca, una prioridad. El usuario busca ahorrar en sus facturas y la Administración también. Faltan ocho años para que se cumpla el plazo establecido en la Directiva Europea 2010/31 que exige que los edificios sean de consumo casi nulo para el 2020. Eso significa que a partir de esa fecha todos los edificios de nueva construcción deberán tener un nivel de eficiencia energética muy alto, algo que solo se puede conseguir con un uso intenso de fuentes renovables.
Cantabria, como ocurre en el resto del país, cuenta con un gran número de edificios muy deficientes desde el punto de vista energético. Basta recordar que el 60% del parque inmobiliario nacional tiene más de 30 años. De ahí la necesidad de estímulos a la rehabilitación que incluyan ayudas a la instalación de energías renovables y la necesidad también de establecer un sistema de inspección técnica energética de los edificios ya existentes, algo exigido por la propia Unión Europea. En muchos países de nuestro entorno, la certificación energética se ha convertido en un distintivo de calidad que añade valor al inmueble.
Entre las medidas que se aconsejan, además de la mejora del aislamiento térmico de las fachadas y de la cubierta del edificio, se hace hincapié también en los sistemas de calefacción. La sustitución de calderas individuales por otras centralizadas, con controles zonificados, y el empleo de calderas de condensación y de emisores de calor de baja temperatura son algunas de las recomendaciones con las que ya trabaja el sector de la calefacción.

Vuelven las calderas centralizadas

Después de varias décadas en las que se había generalizado el uso de calderas individuales, retornan las centralizadas a los edificios de viviendas. Pero lo hacen con modelos muy avanzados, como son las calderas de condensación, mucho más eficientes que las convencionales, ya que recuperan el calor residual que se pierde en los gases de la combustión incorporándolo al sistema. De esta manera su rendimiento se aproxima al 95% y los gases que se emiten a la atmósfera son más fríos y menos contaminantes.
El uso de las calderas de condensación se ha generalizado en los hogares, impulsado por los programas de ayudas de la desaparecida Genercan, que subvencionaban los cambios de caldera de gas hacia este sistema, y ayudado también por el cambio de mentalidad de los propios instaladores. Las calderas de condensación son un 20% más caras que las tradicionales y su instalación es algo más compleja, al requerir un sistema de evacuación para el agua que se produce en la condensación. De ahí que no fuera la primera opción para los profesionales que querían asegurarse la venta y no complicarse la vida con la instalación. Esa actitud ha cambiado, ayudada por las subvenciones y por una legislación cada vez más restrictiva con las calderas poco eficientes.
También se han desarrollado calderas de condensación de alto rendimiento para un gasoil que se resiste a desaparecer como combustible para calderas domésticas, aunque el gas sigue siendo la energía más utilizada. Y no solo en sistemas convencionales de calefacción. En Cantabria se va a ensayar la cogeneración, hasta ahora reservada para grandes plantas industriales, en viviendas residenciales. Una promotora local ha elegido este sistema –basado en la utilización del calor que se produce al convertir la energía de un combustible en electricidad–, para proporcionar calefacción central y agua caliente a las 46 viviendas que construye en Soto de la Marina.

La irrupción de las renovables

Aunque con veinte años de retraso en relación a otros países europeos, las energías renovables comienzan a penetrar en nuestro país con sistemas como la geotermia, la hidrogeneración, la aerotermia o la biomasa.
El aprovechamiento del calor del subsuelo –geotermia– es una técnica muy en boga en los países del norte de Europa que empieza a tener aplicación en Cantabria, sobre todo en viviendas unifamiliares. Para el aprovechamiento de esa energía se utilizan bombas de calor que permiten transferirla de un ambiente a otro, tomándola del suelo a través de sondeos geotérmicos o de colectores horizontales. Aunque los costes de instalación son más elevados, y hay que alimentar eléctricamente la bomba de calor, la energía que se obtiene del subsuelo es inagotable y gratuita, lo que facilita su amortización.
Lo mismo sucede con la que proporciona la aerotermia, que se ha convertido en la opción renovable más aconsejada por los profesionales del sector. En este caso, el sistema aprovecha las calorías que tiene el aire, incluso en pleno invierno. De hecho, para que no contuviera ningún calor debería estar a una temperatura de cero absoluto, inferior a los 200 grados centígrados bajo cero.
De todos los sistemas de calefacción basados en energías renovables, la aerotermia es uno de los más eficientes. La relación entre la energía producida y la consumida es de cuatro a uno, es decir, que por cada kilovatio de energía eléctrica consumido se llegan a generar cuatro de energía térmica. La instalación resulta más cara que la de los sistemas convencionales de calefacción pero su eficiencia permite amortizarlo con rapidez, con ahorros que pueden llegar hasta el 70%. Para quien se decanta por las energías renovables también supone un ahorro significativo el sustraerse a la obligación de complementar las calderas con placas solares térmicas que aporten al menos el 30% (el 60% en Santander) del agua caliente sanitaria de la vivienda.
Otra ventaja notable de la aerotermia es su baja carga contaminante. Para poder utilizar la energía contenida en el aire y transferirla al agua que transportará el calor hasta los calefactores se emplean gases no fluorados, respetuosos con la capa de ozono.
Tanto este sistema como el de geotermia o el menos utilizado –aunque en los balnearios de Solares y Puente Viesgo hay algún ejemplo– de la hidrogeneración (el calor se toma de una corriente de agua) suelen utilizar para la difusión del calor un suelo radiante. Al trabajar a baja temperatura, este procedimiento de difusión es más aconsejable que la utilización de radiadores.
Los sistemas basados en energías renovables están a la vanguardia de las tecnologías que se aplican a la calefacción pero nada tan novedoso como el aprovechamiento del calor que genera el propio ser humano. La idea se ha puesto en práctica en Suecia, donde la empresa pública que gestiona las estaciones de ferrocarril decidió utilizar el calor que producen los cuerpos de los pasajeros que transitan por la Estación Central de Estocolmo para calentar un edificio anexo, con un área de 27.000 metros cuadrados. Pequeñas bombas, situadas en el sistema de ventilación, aspiran el aire proveniente de la transpiración de los viajeros y el personal de la estación y lo canalizan a través de conducciones subterráneas, lo que permite calentar agua y, de este modo, proporcionar calefacción al edificio. No ofrece una solución completa pero permite reducir los costes de calefacción en un 20%. Un uso imaginativo de lo que también cabría encuadrar entre las energías renovables.

Suscríbete a Cantabria Económica
Ver más

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Botón volver arriba
Escucha ahora