¿Dónde encontrar camareros?

Hace algunas semanas, la Asociación de Empresarios de Hostelería de Cantabria, a través de su presidente, Miguel Mirones, realizó un llamamiento para cubrir 261 plazas en diferentes establecimientos hosteleros de la región para los que los restaurantes, bares y hoteles no encuentran candidatos.
Nada menos que 81 empresas habían pedido ya en abril la ayuda de la Asociación para que les ayudase a buscar trabajadores con los que cubrir la temporada alta veraniega. Ante la situación, los hosteleros ni siquiera pedían trabajadores cualificados. Les valía cualquier persona, aunque la Asociación se ha ofrecido a impartir cursos de entre 30 y 50 horas para procurarles una mínima formación sobre el trabajo que van a desempeñar.
La mayoría de las demandas solicitan camareros, pero faltan también ayudantes de cocina, cocineros, limpiadores… y el problema afecta por igual a todas las localidades costeras, además de la comarca lebaniega, donde este año la demanda se acrecienta como consecuencia del Año Jubilar.
La hostelería tradicionalmente ha sido un sector refugio para el empleo. En igualdad de condiciones, los trabajadores parecen preferir otras actividades y muchos de ellos sólo aceptan un puesto de camarero como último recurso. Si los salarios no son demasiado atractivos y la temporalidad es casi inevitable, dado que la mayoría de los contratos que se ofrecen son de verano, es fácil entender los motivos por los que se produce el desajuste. Los habituales candidatos han encontrado una salida más rentable en la construcción, donde hace falta mucha mano de obra y los salarios han subido con enorme rapidez.
Para entenderlo basta con echar una ojeada a las estadísticas. En una región donde tradicionalmente se visaban 2.200 viviendas por año, ahora se superan las 7.000. El sector primero se sirvió de los muchos parados que arrastraba desde la crisis del 91 pero hace tiempo que esa fuerza de trabajo quedó totalmente absorbida y ha sido necesario recurrir a operarios de otros gremios. El problema se agravó con la construcción de El Corte Inglés que obligó a traer a la región a cuadrillas especializadas de León, Asturias y El País Vasco. El hecho de que el último tramo de las obras coincidiese con las elecciones regionales, un momento en el que los políticos gobernantes presionan extraordinariamente a las constructoras para que entreguen las obras, trabajando si es preciso con turnos de noche, hizo pensar que tras las elecciones se produciría un sustancial descenso del empleo en la construcción, pero no se produjo. La fiebre inmobiliaria se bastaba y sobraba para mantener la tensión sobre el empleo.

Un buen horizonte para la construcción

El sector inmobiliario antes o después tendrá la tradicional inflexión, con un brusco descenso de la demanda pero, a cambio, los 12.000 millones de pesetas que se emplearán en la remodelación completa del Hospital Valdecilla y los 100.000 millones de la autovía a la Meseta garantizan que se mantendrán unas tasas de ocupación muy altas en los próximos años.
Frente a esto, los hosteleros poco pueden hacer. En realidad no es un problema nuevo. En Baleares, donde la fiebre inmobiliaria también coincidió con un fortísimo despegue del sector hostelero, la solución fue importar trabajadores de la Península, eso sí, con salarios muy elevados. Cualquiera que se suba a un avión con destino a Mallorca en el aeropuerto de Manises o en El Prat verán que llevan casi tantos trabajadores de la construcción como turistas.

Una temporada demasiado estrecha

Para la Asociación de Hostelería, el auténtico problema de fondo es la temporalidad. Mientras no se encuentren soluciones para que los empresarios puedan trabajar a un ritmo similar durante todos los meses del año, resultará imposible competir en un mercado laboral que valora, sobre todo, la estabilidad. Para UGT, uno de los sindicatos más representativos del sector hay otro condicionante más, unas condiciones laborales que considera “muy negativas, con bajos salarios, jornadas laborales de hasta 14 horas diarias en el verano y nulo interés de una parte de los empresarios en profesionalizar su negocio”.
Miguel Mirones responde que las condiciones de convenio en Cantabria están en la media nacional, si bien reconoce que uno de los principales problemas que citan las personas a las que se les ofrece trabajar en hostelería es la incomodidad de los horarios, porque requiere “trabajar cuando los demás se divierten”.
Sindicatos y patronal coinciden en la necesidad de crear un hotel-escuela que sirva, sobre todo, “para formar a formadores”, e iniciar una campaña de revalorización del empleo en la hostelería “porque quizá no existe una adecuada valoración social de esta actividad”, indica Mirones. Una consideración que en opinión de UGT puede empezar a mejorarse desde dentro “si cambia la mentalidad empresarial, apostando por unas relaciones laborales dignas, cualificadas y por una remuneración acorde a lo que se demanda”.
Moderación de precios en la hostelería

Unas condiciones que ahora no resultarían fáciles de asumir por los hosteleros. Hace diez años, un consejero de Turismo reprochó al sector el tener precios más altos que en el resto del país, lo que perjudicaba las expectativas de Cantabria, pero la situación hoy es la inversa. Los precios de la hostelería en la región se estancaron durante el primer quinquenio de los 90 y han crecido por debajo de la media en el segundo.
El pasado año, la subida en los hoteles de la región (algo más de un 4%) fue exactamente la mitad que en el conjunto del país, a pesar de que la fuerte demanda podía haber creado la tentación de recuperar parte del terreno perdido. En estas condiciones y con la estrechez de la temporada, acentuada por una primavera lluviosa, un fuerte crecimiento de los salarios en hostelería es poco probable.

Poco profesionales

Los empresarios de la construcción, a pesar de resultar los ganadores en esta contienda por la mano de obra, tampoco están muy satisfechos. Los trabajadores que consiguen resultan caros y, lo que es peor, están muy mal cualificados, algo que parece insólito en una sociedad que gasta cantidades ingentes en formación. En realidad, son trabajadores que se han acercado circunstancialmente a ese sector, atraídos por las condiciones económicas, pero que no lo tenían previsto y que probablemente buscarán otro empleo distinto si cambian las condiciones. Como los camareros de temporada, buscan un empleo refugio que se toman de forma tan provisional como sus propios contratos.

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