Una boda demasiado peligrosa

Dejar a la novia en el altar es un mal trago, pero una boda destinada a fracasar puede ser aún peor. Así lo entendieron las asambleas de Caja Cantabria, Cajastur y Caja Extremadura con la CAM vestida ya para la ceremonia y con la sacristía del Banco de España casi cerrada. Pero si el compromiso con la CAM se fragüó en la mañana de un domingo, a través de un encuentro entre el presidente de Cajastur y el de la entidad levantina que llegaba despechado por el rechazo de la BBK a sus pretensiones, por qué no va a ser posible encontrar otro socio en el revoltillo de última hora, bien entre las cajas que siguen solteras o entre las que ya tienen una unión estable pero necesitan recurrir a una segunda vuelta de fusiones por haberse quedado demasiado cortas de tamaño.
El Banco Base no tenía la base tan firme como proclamaba su nombre y la ruptura ha puesto de relieve algunas de las vergüenzas que sigue escondiendo el sistema financiero español. La cuarta caja más grande del país, la Caja de Ahorros del Mediterráneo, está mucho peor de lo que se creía y nadie pensaba que estuviese bien. Pero lo que causa más inquietud es que en las cuentas de 2010, cuando ya no era tiempo de añagazas, acaba de presentar unos supuestos beneficios de más de 200 millones de euros y, para colmo, ha repartido dividendos entre los compradores de sus cuotas participativas unos pocos días antes de quedar a merced de lo que decida el Banco de España.
Si la CAM, la única caja española que ha sondeado el mercado privado, está en semejantes circunstancias, es obvio que la aparición de socios particulares no garantiza la transparencia que algunos auguraban. Pero también es evidente que los problemas de las cajas son más graves de lo que parecían. Los 2.800 millones de euros que pide ahora la CAM al FROB para tratar de continuar su aventura en solitario darán lugar a que el Estado se convierta en su primer accionista y, como la intención del sector público no es mantener su presencia en las cajas, todo hace suponer que, para poder encontrar un comprador, acabará por considerar esta aportación temporal como una ayuda a fondo perdido.
La alianza del Banco Base había llegado a unas circunstancias dramáticas. Lo que aparentemente era un mecanismo de compensación bastante equilibrado (tres cajas medianas venían a resolver con ayuda pública los problemas de una grande), acabó por mostrarse inviable. Cuando se ha conocido la situación real de la CAM, anegada en viviendas de las que se ha tenido que hacerse propietaria y con 4.600 millones en créditos dudosos a promotores, y los nuevos ratios de capital exigidos por el Banco de España, las cifras se dispararon. Además de los 1.400 millones solicitados en octubre al FROB I, que devengan un interés del 7,75%, ahora era necesario solicitar alrededor de 2.800 millones en capitalización (FROB 2), el doble de lo previsto. La entrada total de dinero público superaba los 6.000 si se añaden los recibidos por Cajastur para sanear la Caja Castilla-La Mancha. Es decir, más de un billón de pesetas para resolver los problemas de lo que iba a ser la quinta entidad financiera del país. Tres veces más de lo que costó tapar el agujero de Banesto.
Tal suma de dinero suponía un lastre muy importante para las cuentas del Banco Base en un momento en que el mercado interno no proporciona negocio (no hay sustitutivo para la demanda que generaban los créditos hipotecarios) y con unos márgenes estrechos. Además, la alianza quedaba prácticamente al albur de lo que decidiese el Estado con su participación mayoritaria. Si la vendía a otro grupo nacional o extranjero, el diseño de reparto de poder dibujado por las cuatro cajas pasaría a mejor vida.
Cajastur, Cajacantabria y Caja Extremadura llegaron a la conclusión de que era mejor quedarse en un tamaño modesto, pero sin problemas, que ser grandes con tantas incertidumbres y, para disgusto del Banco de España, soltaron el lastre de la CAM a última hora. Probablemente, ni el Banco de España estuvo acertado al auspiciar una alianza tan endeble ni los propios socios calcularon razonablemente el bocado que podían morder. En cualquier caso, han evitado una malísima digestión.

Nuevo reparto de poder

Buena parte del camino ya lo tienen recorrido y saben que ahora prácticamente pueden valerse con sus propios recursos sin recurrir al Fondo pero también son conscientes de que su tamaño (unos 60.000 millones de euros de negocio) es tan modesto que ni siquiera alcanza al que aportaba la CAM por sí sola (unos 75.000), por lo que habrán de buscar más alianzas.
La diferencia está en que la CAM negoció su participación desde la debilidad (aceptó tener un 40% de las acciones cuando su peso real se acercaba al 60%) lo que en la práctica le ha dado a Cajastur el timón del Banco Base y cualquier otro candidato más saneado va exigir una participación conforme a su tamaño. Quizá la única solución que le quepa a Cajastur sea presionar a las otras dos supervivientes, Caja Cantabria y Caja Extremadura, para que sindiquen sus acciones en favor de Manuel Menéndez, consejero delegado de la entidad asturiana y del Banco Base, y formar así una mayoría. Y es que, como se ha visto en todas las fusiones bancarias, los juegos de poder fueron siempre la pieza fundamental de los acuerdos, por mucho que se hayan presentado ante la opinión pública con palabras más grandilocuentes.

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