La ciencia al día

La juventud inventa

En Noruega han organizado un concurso científico para jóvenes que ha contado con la participación de estudiantes de Secundaria de 24 países. La ganadora ha sido una empresa sueca llamada UCME (“Me Ves”) formada por seis chicas que han inventado unas zapatillas deportivas visibles al tráfico y que además reflejan el estado de ánimo de su portador, si está enfadado, contento, enamorado… El problema es que quien tenga el humor cambiante puede parecer un semáforo.
El segundo premio ha sido para unos ingleses que han ideado unos comederos para pájaros decorados en dos dimensiones con figuritas de pinos.

Preformas

El método CMP, siglas de Custom Made Preform en inglés, es un nuevo procedimiento fiable y de bajo coste para fabricar preformas con fibra de cristal dirigidas a la producción de equipos recreativos, juguetes y piezas para autobuses y coches.
El sistema crea preformas a requerimiento del cliente y su ventaja es que fabrica piezas idénticas cada vez con la posibilidad de cambiar con facilidad las especificaciones.
El método mejora la aplicación de los sistemas de moldeado cerrado, como el de transferencia e inyección de resina, y también puede usarse para el moldeado a mano.

El parásito de la malaria

Los parásitos de la malaria, además de dañinos, son más listos de lo que pensábamos porque atraen a los mosquitos transmisores de la enfermedad, que pican más a las personas afectadas. Pero no lo hacen de forma indiscriminada sino a partir del momento en que la enfermedad es transmisible.
Este hecho aporta un nuevo enfoque dentro de la lucha contra una pandemia que causa más de un millón de muertes al año, aunque aún se ignora cómo lo hace, pero se baraja que sea a través del olor o del aliento del enfermo.
La capacidad de la malaria para manipular el comportamiento de los mosquitos había sido ampliamente desarrollada por la literatura científica, pero este hallazgo hace palidecer el arte de seducción de la más peligrosa de las vampiresas.

Los huesos de los astronautas

El espacio es emocionante pero entraña riesgos, algunos obvios y otros no tanto, como la osteoporosis ya que, con el tiempo, los huesos de los astronautas –en especial las piernas, la cadera y la espina dorsal– se acaban desmineralizando por la falta de gravedad.
El problema es cómo medir esa pérdida ósea en el espacio donde no sirven técnicas invasivas usadas en la Tierra, como la radiación.
La clave es realizar una Sonografía Ultrasónica Cuantitativa (QUS) que aprovecha las propiedades de los ultrasonidos para medir la densidad mineral de la tibia, ya que los huesos no dejan de ser tubos formados por paredes de hueso cortical y un interior esponjoso en forma de red.
Se espera que estas pruebas puedan ayudar a los 200 millones de terráqueos que sufren la enfermedad.

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