Una solera de cien años

Tres días de viaje por las precarias carreteras de los años cincuenta, parando cada cierto tiempo para tensar los tirantes de acero que sujetaban las tres inmensas cubas de 640 litros (bocoys) que reposaban sobre la plataforma del jadeante camión. Así de épico resultaba en aquella época traer desde Valladolid hasta Santander el vino blanco asolerado que tanto gusta en la región, aunque, incluso para quienes mantienen vivo ese negocio, el origen de la afición local por un vino de tan elevada graduación se pierda en la niebla de los tiempos. Lo que es seguro es que esa costumbre, todavía tan arraigada entre muchos cántabros, pudo afianzarse gracias a iniciativas como la que tomó Eladio Igareda hace cien años, cuando comenzó una actividad como bodeguero que aún prosiguen sus descendientes.
Aunque disensiones familiares sobre cómo orientar el negocio hayan acabado por escindir Bodegas Igareda Miera en dos empresas diferenciadas, una de ellas, Bodegas Igarmi ha puesto en marcha una política de expansión con la que quiere retomar el espíritu que convirtió a esta firma en la mayor distribuidora de vino de Cantabria.

La compra de Bodegas Uriarte

El primer paso ha sido la adquisición de Bodegas Uriarte, una firma de Heras especializada en vinos tintos de mesa, lo que ha permitido a Igarmi adentrarse en terrenos que van más allá de la tradición familiar, asentada sobre los blancos de solera y el vermut.
Como antaño, Valladolid sigue siendo el punto de aprovisionamiento de la empresa para los blancos de solera, ya que fue allí donde se logró reproducir un proceso de crianza conocido como ‘bajo velo de flor’, que tan solo se realizaba en la zona andaluza de Montilla. Las altas temperaturas que se alcanzan en verano en los campos de Valladolid permiten lograr la graduación que precisan los vinos asolerados (unos 15 grados de alcohol), y la levadura que de forma natural surge en la cuba durante el proceso de crianza (el velo de flor), le proporciona al vino ese gusto ligeramente amargo que lo emparenta con la manzanilla y los olorosos andaluces. La levadura contribuye también a que el vino, un producto vivo, se estabilice sin añadidos artificiales, de manera que el mosto y este tipo de blanco son los productos procedentes de la uva más naturales que se pueden beber.
El gusto por esta variedad de blanco está compartido con la zona oriental de Asturias, a la que también llega Igarmi aunque su mercado natural está en Cantabria, donde tiene como clientes al 70% de la establecimientos hosteleros. Con una gama de vinos muy especializada –siete u ocho productos de rápida rotación– el objetivo de esta firma es seguir explorando las posibilidades de negocio que ofrecen las comunidades limítrofes, aunque sus vinos ya han conseguido llegar hasta Granada, como marca blanca de Coviran, y a clientes de la propia Valladolid.

Un toque propio

Este retorno hacia la misma zona productora se explica por los procesos que Bodegas Igarmi añade para finalizar sus productos, con excepción del blanco de solera. El vino en rama que adquiere a sus proveedores es sometido en sus instalaciones de Heras a un proceso de clarificación, estabilización y filtrado. Dependiendo del vino de que se trate estos procesos pueden implicar desde un año para el tinto de cosechero a tres o cuatro meses para otros más acabados. Esto supone un importante inmovilizado de materia prima para una bodega que vende unos 2.000 litros diarios entre blancos (300.000 litros al año) y los tintos heredados de Bodegas Uriarte.
Igarmi comercializa también, con marcas propias como ‘La Cotera’ o ‘Villacarriedo’, vinos con denominación de origen (cigales, rueda, etc), embotellados en la zona donde se producen. Muy conocido es también el nombre de ‘Los Cántabros’, un vino tinto de mesa muy apreciado entre la gente joven para sus combinados.
El nombre de Igarmi se asocia también a otra bebida tan tradicional como el propio blanco de solera. Desde hace 80 años esta firma comercializa con su nombre un vermut para el que siguen contando con el mismo proveedor, una bodega de Reus, la cuna de esta bebida en España. Como en todo buen vermut, el secreto está en las hierbas aromáticas con las que se realiza la crianza del vino blanco que sirve de base y en el toque final (más o menos caramelizado) que le da cada productor.
Además de mantener la fidelidad a una misma fórmula durante todos estos años, Igarmi prepara el lanzamiento de un vermut de reserva con el que aumentar su gama de productos. Una ampliación en la que no descarta incorporar también algunos destilados, como los licores de orujo, que hasta ahora han sido ajenos a su línea tradicional de negocio.
Explorar nuevas áreas es una forma de paliar el declive evidente que ha sufrido en Cantabria la costumbre de ‘ir de blancos’. Los jóvenes se inclinan por bebidas de menos graduación y tan solo entre la gente de una cierta edad se mantiene la fidelidad a un hábito que durante muchos años ha formado parte de una peculiar manera de relación social y de entretener el ocio en la región.
Los cinco socios que pilotan esta nueva etapa de Bodegas Igarmi confían en que el tiempo trabaje a su favor, ya que está demostrado que el gusto por el buen vino se recupera en la madurez, con lo que está asegurado el relevo para una tradición que singulariza a nuestra comunidad en la Cornisa Cantábrica.

Jesús Polvorinos

Suscríbete a Cantabria Económica
Ver más

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Botón volver arriba
Escucha ahora