Huracán Del Olmo

Tres cambios sobre un total de cinco posibles parecen muchos cambios. Sin embargo, la vicepresidenta Lola Gorostiaga ha actuado más forzada por las circunstancias que por sus propios deseos, especialmente por la marcha de Ortega, que aportaba su carisma profesoral al Gobierno. Su sucesor, Francisco Martín, tiene una gran proyección política que ahora comenzará a percibirse. Ortega, que cambió el concepto de la política medioambiental en Cantabria e introdujo el rigor –también en la Empresa de Residuos– va a tener continuidad en Martín, pero en las otras dos consejerías donde se han producido cambios no habrá continuidad y no por las políticas, sino por las personas.
Si algo se puede dar por seguro es que la presencia de Del Olmo en la Consejería de Industria no va a pasar desapercibida, como nada de lo que hace. En el caso del nuevo consejero de Sanidad, Luis Truan (sin acento), seguramente intentará todo lo contrario, porque es consciente de que hay departamentos, como el suyo o el de Educación donde lo más rentable para el titular es alejarse de las polémicas, que tanto afectaron a su antecesora.
Si el tándem formado por Miguel Angel Pesquera y su jefe de gabinete, Alejandro Ortea, era un curioso equilibrio de fuerzas entre el misticismo tecnológico y el realismo más crudo, el que van a formar Del Olmo y su jefe de gabinete Joaquín Antuñano es un perfecto cambio de papeles. El carácter fajador del nuevo consejero, dispuesto siempre a la pelea, y el conciliador de Antuñano.
Industria gana implicación política con Del Olmo, que no permanecerá ajeno a ninguna batalla del Consejo de Gobierno, como su antecesor, mientras que Sanidad gana flexibilidad, la carencia más notoria de la ex consejera Charo Quintana.

Reorganización

El Gobierno ha realizado otros dos cambios significativos. El primero de ellos es la concentración de todas las competencias sobre el urbanismo en la Consejería de Obras Públicas y Vivienda, algo que obedece a razones de operatividad, pero que deja en manos del PRC todo el proceso urbanístico. El segundo es la asunción de gran parte de las competencias sociales por parte de la vicepresidenta, consciente desde la anterior legislatura de que el poder sin presupuesto es una ficción. Gorostiaga, además de gobernar una consejería mínima (Municipios, Mujer, Cooperación al Desarrollo…), dejaba un gran margen de maniobra a sus consejeros, tanto que, a veces, más que secundar las directrices trataban de interpretarlas.
Ahora, al menos, tendrá una cartera de peso, con todas las competencias en Trabajo y en Bienestar Social. En teoría, la estrella de la legislatura, porque va a ser la responsable directa de la puesta en marcha de la Ley de Dependencia en Cantabria, un avance histórico que requiere una gran dotación económica pero, en la práctica, un departamento con muchas probabilidades de acumular ante la puerta de su despacho un sinnúmero de problemas particulares, desde los descontentos por las valoraciones que se harán de cada situación de dependencia a quienes demandan una plaza en una residencia pública. Y es que las circunstancias de una autonomía tan pequeña hace que para muchas personas resulte más fácil acceder al responsable político que tratar de resolver su problema en el negociado correspondiente.
Gorostiaga recoge, por otra parte, un Departamento de Trabajo que mientras ha estado en la Consejería de Industria ha vivido no pocas tensiones con el consejero, y unos servicios sociales que han sido la hermana pobre de la Consejería de Sanidad y se encuentran muy retrasados con respecto a otras comunidades, quizá porque los ojos de todo el mundo están puestos exclusivamente en las obras de Valdecilla y en las listas de espera.
La vicepresidenta del Gobierno, bastante afectada por los resultados electorales y con cierto cansancio, llegó a plantearse seriamente abandonar el Gobierno. Empujada por el realismo y poco amiga de los cambios, es probable que no hubiese sustituido a la consejera de Sanidad de no haber mantenido ésta otra pugna más a última hora con Angel Agudo a resultas del consultorio de Monte, que la Consejería de Hacienda propuso que adquiriese Sanidad para despejar el último escollo en la adjudicación de los bienes de la cooperativa de crédito quebrada y dejar resuelto el problema antes de las elecciones.

Una consejera sin concesiones

Charo Quintana ha sido víctima de su gran disciplina intelectual para abordar los problemas desde el enfoque más amplio, que a veces ha resultado excesivamente prolijo para los interlocutores y le ha dado un halo de superioridad intolerante, sobre todo en la primera parte de su mandato, cuando trató de hacer entender, sin conseguirlo, que la dimensión exigida para el Hospital de Reinosa era desmesurada en función de la demanda real que va a tener.
Con el paso del tiempo, su estilo riguroso de trabajo restableció su imagen. No obstante, nunca rentabilizó ante los sanitarios ni ante los pacientes el enorme esfuerzo en contrataciones de médicos que se ha realizado ni las importantes mejoras en las condiciones laborales de todo el personal del Servicio Cántabro de Salud, algo que resulta paradójico y preocupante, ya que este fuerte incremento en el gasto de personal para las mismas prestaciones representa una grave amenaza para el equilibrio futuro de las cuentas regionales.
Por su parte, Del Olmo, un huracán allí por donde ha pasado, es presumible que mantenga el espíritu viajero de la Consejería, pero sin llevarlo al paroxismo de Pesquera, un consejero demasiado ausente, aunque su paso por el cargo haya dado lugar a un cambio de época, al poner fin al localismo y abrir los ojos de muchos empresarios cántabros, hasta ahora temerosos de salir al exterior.
Si Pesquera rehuía los encuentros con sindicatos, patronales o periodistas, Del Olmo estará siempre dispuesto a la acción en primera persona, como ha dejado patente en la Autoridad Portuaria, y los cambios se notarán pronto. Él fue el muñidor del acuerdo con Ryanair mientras ocupó el cargo de director general de Transportes y no van a faltarle iniciativas ni conflictos. Además, su antecesor le ha dejado en herencia una ristra de polígonos y la fábrica de fibroyeso para inaugurar, pero también una red de distribución eléctrica a las industrias muy insuficiente; el reparto de las emisoras locales de radio y de televisión sin decidir y una red de telecomunicaciones de alta velocidad que no ha alcanzado las cotas comprometidas.

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