La FP no seduce a los estudiantes ni es conocida por las empresas
Según un estudio de la Fundación Argentaria, entre 1999 y 2004 se incorporarán al mercado de trabajo cuatrocientos mil titulados en Formación Profesional, cien mil menos de los que necesita la economía nacional.
Paradójicamente, mientras en las empresas no hay puestos suficientes para absorber a tantos licenciados como salen de las universidades y muchos universitarios desempeñan funciones inferiores a aquellas para las que fueron preparados, faltan especialistas en determinados puestos técnicos que a las empresas les cuesta mucho ocupar.
Esta situación resulta aún más sorprendente si se tiene en cuenta que el proceso de inserción laboral es más lento y difícil entre los universitarios. Un licenciado tarda más de un año en encontrar empleo, mientras que según datos de las cámaras de comercio, el 67% de los titulados de FP están colocados a los seis meses de terminar los estudios.
El problema se basa en que frente a la creciente demanda de perfiles técnicos, la Formación Profesional no termina de cuajar en el sistema educativo español. La integración entre el ámbito académico y el laboral va dando sus frutos, pero muy lentamente. Aunque las estadísticas demuestran que con la LOGSE, la FP ha experimentado una evolución positiva, dista mucho de estar a la altura de Europa.
En países donde la formación profesional está ampliamente implantada, como Alemania, Gran Bretaña, Bélgica u Holanda, siete de cada diez estudiantes eligen la FP. En España, en cambio, la siguen tan sólo cuatro de cada diez, a pesar del considerable aumento de los últimos años.
El incremento se ha notado menos en Cantabria. De los 3.309 alumnos del curso 2000-1 en los ciclos formativos de grado medio se ha pasado a 3.459 este año, y de 3.671 alumnos de grado superior a 3.678.
Confusión en las empresas
España también sufre otra carencia en el ámbito de la FP, al no disponer de una ley específica que regule la Formación Profesional. Con el fin de llenar este vacío y aumentar el atractivo de la FP, el Gobierno ha llevado al Parlamento la Ley de Formación Profesional, elaborada conjuntamente por los ministerios de Educación, Trabajo y Asuntos Sociales, que aspira a integrar en un solo sistema los tres tipos de enseñanza que forman actualmente la FP: la reglada, impartida por el sistema educativo; la ocupacional, gestionada por las autoridades laborales y enfocada a la inserción de parados, y la continua, en manos de empresas y sindicatos, que se financia a través de cuotas y fondos europeos, sólo para trabajadores en activo. Se trataría, por tanto, de coordinar tres formas distintas de enseñanza y de financiación, y varias administraciones.
En la actualidad, las titulaciones que otorgan esos tres tipos de enseñanza no son reconocidos por el resto y eso crea confusión entre las empresas que, en muchos casos, hacen tabla rasa y optan por no valorar demasiado ninguno de los títulos. Con el fin de equipararlos, la ley pretende crear un Catálogo de Cualificaciones y otro de los contenidos necesarios para acceder a cada uno de ellos, que se elaboraría en el futuro.
La experiencia como título
La ley facilita, por primera vez, que todas aquellas personas que posean importantes competencias profesionales como fruto de su experiencia laboral puedan disponer también de una acreditación oficial de sus reconocimientos.
Esto será posible gracias al citado Catálogo de Cualificaciones, que establecerá lo que las personas deben saber hacer en los diferentes puestos de trabajo para decidir quién puede optar a un título que reconozca sus conocimientos.
Para que este sistema de formación profesional sea relamente eficaz, es necesario un proceso de información y orientación de los futuros alumnos y la creación de un sistema que permita adaptar la oferta de FP a las variaciones en las necesidades que se producen en el mercado laboral y a las nuevas profesiones que surgen como consecuencia del desarrollo de la tecnología y de las comunicaciones.
La reforma deja claro lo que busca, pero no el cómo, de forma que la ley, recién aprobada pese a contar con el rechazo de todos los grupos de la oposición, requerirá un desarrollo posterior.
Hay dos puntos del texto que suscitan las mayores controversias. El primero, la posibilidad de que la nueva red de centros de referencia nacional, con implantación en todas las comunidades pueda invadir competencias autonómicas y socavar el papel del Consejo Escolar. El segundo aspecto polémico es la elección de los directores mediante el procedimiento de libre designación entre funcionarios docentes. Un nombramiento a dedo que tampoco es bien recibido en la comunidad de trabajadores públicos, por las connotaciones de posible politización de los cargos que comporta.
Cambios con la Logse
Tras la reforma de 1990, la FP era ya un sistema bien diseñado en teoría, que facilitaba una buena formación al alumnado y alcanzaba un alto índice de incorporación laboral. Sin embargo, ha seguido sin conseguir enganchar a los jóvenes. La razón es sencilla. Todavía sigue arrastrando, desde hace más de dos décadas, una serie de carencias que le impiden desprenderse de la sensación de ser la hermana pobre del sistema educativo.
Uno de los primeros problemas a los que se enfrenta es la imagen negativa que tiene en la sociedad en general y entre los empresarios en particular. Aún persiste la mala fama derivada de la Ley de 1970, cuando a Formación Profesional iban aquellos estudiantes que no daban la talla para ir a la Universidad.
Con la implantación de la LOGSE se trató de paliar esta situación ya que exigía la Educación Secundaria Obligatoria (ESO, para estudiar FP de grado medio, y el bachillerato para FP de grado superior).
La LOGSE, en su escaso periodo de vigencia, ha aumentado sólo ligeramente el prestigio de la FP, porque poco pudo hacer con la fuerte presión social que mentaliza a la mayoría de los alumnos a elegir carreras universitarias. Incluso entre los que escogen FP, las estadísticas demuestran que la demanda se polariza hacia profesiones de cuello blanco (gestión, informática…) o de laboratorios, frente a las de buzo.
Por una parte, muchos padres tienen como máxima aspiración que sus hijos estudien carreras superiores. Por otra, un gran número de empresarios (hasta un 40% se baraja como cifra entre el sector) desconocen todavía las posibilidades reales de la FP o no consiguen distinguir los diferentes tipos de formación laboral y su cualificación, por lo que no pueden hacer una valoración correcta de la idoneidad de los titulados para los puestos de trabajo que ofrecen.
Prácticas
La LOGSE hizo otras mejoras que tendrían que haber dado mejor resultado. Por ejemplo, implantó como obligatoriedad para todos los alumnos de FP la realización de un módulo práctico en centros de trabajo, cuya superación es requisito indispensable para obtener el correspondiente título. En el sistema antiguo, este tipo de formación en prácticas era voluntaria. Con la LOGSE, el módulo práctico pasó a absorber en torno al 20% del ciclo formativo y ha permitido que todos los alumnos vayan adquiriendo experiencia laboral en una situación de trabajo real, como es la empresa.
Las prácticas duran unas 400 horas, aunque depende del ciclo profesional y la empresa tiene derecho a una subvención económica de 200 pesetas por hora y alumno, como compensación por la formación.
Durante el pasado año fueron unos dos mil los alumnos cántabros de institutos y de ciclos formativos y de garantía social que realizaron este tipo de prácticas obligatorias, en las 949 empresas que colaboran.
Gustos y salidas profesionales
El otro gran problema de la FP es la variedad e indefinición de las materias ofertadas. Existen demasiadas familias profesionales que, hasta hace poco, no se habían actualizado.
En Cantabria se imparten un total de sesenta y dos ciclos formativos pertenecientes a diecisiete familias profesionales de los que treinta y nueve son de grado superior y veintitrés de grado medio. Esto supone la existencia de más de sesenta especialidades.
Otra circunstancia que debe tenerse en cuenta para analizar el resultado de la FP es el hecho, perfectamente constatable, de que los gustos de los alumnos no siempre se orientan hacia las titulaciones con más salidas. Un desajuste que siempre ha puesto a prueba todo el sistema de enseñanza español. En el caso de la FP cántabra, mientras en materias como Construcción y Mueble faltan alumnos, a pesar de tener un alto índice de inserción laboral, en Administración de Empresas o Diseño hay listas de espera. La mayor demanda se polariza hacia las especialidades de Informática (con un 60% de colocación), Carrocería (con un 76%), Química y Sanitaria.
Lo que es seguro es que muy pocos podrán argumentar que no encuentran algo a su gusto. En el curso 2001-2002 la oferta en grado superior se ha ampliado con seis nuevos ciclos: Gestión Comercial y Marketing; Información y Comercialización Turística (que sustituye a Restauración); Administración de Sistemas Informáticos; Integración Social; Higiene Bucodental y Proyectos Urbanísticos. Un aumento de la oferta formativa que no se corresponde con el aumento de alumnado y que, por tanto, produce el efecto de ir dejando sin demanda muchos de los módulos que se impartían hasta ahora.