I+D: TRATAMIENTO DE CHOQUE

En un entorno en el que la difusión de las nuevas tecnologías ha modificado las claves para ser competitivos, Cantabria se juega su futuro en su capacidad para encaramarse a una ola que hasta ahora ha dejado pasar: la innovación y la creatividad.
Como tratamiento de choque para disminuir el importante retraso de la región en este campo con respecto a la media europea, el Gobierno cántabro ha puesto en marcha un Plan regional de Investigación, Desarrollo e Innovación en el que va a emplear nada menos que 300 millones de euros hasta el 2010.
En ese corto espacio de tiempo se aspira a multiplicar por cuatro el número de empresas que llevan a cabo iniciativas de I+D en Cantabria, hasta alcanzar las 400, y a crear al menos cien nuevas empresas de base científico-tecnológica que generen unos 800 puestos de trabajo.
Si todo sale como está previsto, y no faltarán medios para ello, en estos cinco años se debieran registrar un centenar de nuevas patentes, lo que duplicaría el ritmo actual (apenas diez al año).
Pero más allá de estas cifras, la importancia del Plan radica en ser la primera iniciativa de esta índole que se adopta en Cantabria. Una región que no se ha caracterizado hasta ahora por ser especialmente sensible a las exigencias que plantea la nueva sociedad del conocimiento.

Un punto de partida muy mejorable

La escasa cultura innovadora de las empresas cántabras y el desinterés público que hasta ahora ha habido por financiar actividades de l+D se refleja en unos indicadores que hablan de lo mucho que queda por hacer en este campo.
Mientras que en el 2003, países como Japón invirtieron el 3% de su PIB en I+D y la UE el 2%, en España apenas se superó el 1% del PIB y en Cantabria no se llegó ni a medio punto (0,47%). Medido en euros por habitante, nuestra región gastó en ese año 79 euros en I+D, mientras que la media de las regiones españolas empleó 190 con el mismo fin. Más lamentable aún es que el nivel inversor se ha mantenido prácticamente inalterable desde hace una década, lo que indica el escaso esfuerzo público y privado para salir de esta situación.
El punto de partida es aún más preocupante, ya que el tejido productivo regional presenta bajos niveles de demanda tecnológica. Las grandes empresas tienen los centros de decisión fuera de la región y las pequeñas tienen escasa capacidad para desarrollar actividades sistemáticas de investigación y desarrollo. Esto hace que el protagonismo en I+D recaiga sobre entidades públicas, como la Universidad o el Hospital Marqués de Valdecilla, lo que nos aleja aún más del modelo propuesto por la Comisión Europea para el año 2010 en el que 2/3 partes del gasto total en l+D deberían ser realizadas por las empresas. La dificultad de alcanzar esta meta es más que evidente si tenemos en cuenta que, actualmente sólo participan con el 18%.
Otro déficit sensible está en las infraestructuras específicas. Cantabria ha adolecido históricamente de planteamientos como el que supone el Parque Científico y Tecnológico, ahora en construcción, y de organismos que potencien la transferencia de conocimientos o la generación de nuevas empresas tecnológicas.
La debilidad de nuestro punto de partida queda aún más ratificada por el retroceso del escaso capital humano dedicado a l+D. En el período 1994-2003, el número de investigadores ha decrecido en números absolutos (ha pasado de 739 a 726 personas), mientras que países punteros en tecnología, como es el caso de Finlandia, mantienen un crecimiento medio anual del 12%.
Cantabria cuenta con 527 empresas de las consideradas intensivas en conocimiento, lo que supone el 8% del total de empleados de la región. En una economía basada en el conocimiento, al menos el 40% de los empleos deben estar en estos sectores de elevado nivel tecnológico.
Todo esto repercute en la productividad industrial de la región, que ha experimentado un descenso en todos los sectores relevantes de su economía. Un proceso que se pretende invertir con la aplicación de este Plan de I+D, destinado a converger en esfuerzo inversor con las regiones más ricas de Europa, de manera que en 2010 los gastos totales en I+D+i (Investigación, desarrollo e innovación) en la región alcancen el 2% del Producto Interior Bruto (PIB).
Bien es verdad que, para entonces, la UE aspira a situarse en el umbral del 3% del PIB, en cumplimiento de la estrategia para convertirse en la “economía del conocimiento más competitiva y dinámica del mundo”, fijada en la Cumbre de Lisboa de 2005. Es decir, que no se lograría la equiparación, pero al menos se habría recortado significativamente la actual brecha.

Las apuestas estratégicas

A la hora de diseñar las lineas de actuación del Plan se ha tenido en cuenta la peculiar estructura del tejido empresarial de la región, formado mayoritariamente por pequeñas empresas, generalmente de carácter familiar, concentradas fundamentalmente en el sector servicios. Esta característica, unida al reducido tamaño de la región, dificulta la formación de masas críticas suficientes para afrontar desarrollos tecnológicos de envergadura.
Cantabria cuenta con un alto grado de especialización en la industria química (incluyendo el subsector de caucho y plástico), en la metalurgia y en los productos metálicos, así como en alimentación, bebidas y tabaco.
En base a estas circunstancias y teniendo en cuenta el peso de las instituciones públicas en las actividades de I+D, el Plan define unas «apuestas estratégicas» en campos en los que ya trabajaban Valdecilla, la Universidad de Cantabria, el Instituto de Hidráulica o el Centro de Tecnología de Componentes, y apunta hacia sectores de futuro como ciencias de la salud, biotecnología, el ciclo integral del agua, la tecnología de la información, el diseño industrial y de materiales, las tecnologías de los alimentos y la logística.
El Plan se decanta especialmente por dos líneas prioritarias de actuación: la agroindustria (en concreto los subsectores de conservas y derivados del mar y el sector lácteo), y las tecnologías de la información y de las comunicaciones. Los redactores del Plan fundamentan esta preferencia en la existencia de un entramado empresarial emergente y muy innovador en estos dos sectores.
La estrategia también pasa por consolidar los dos focos científico-tecnológicos más importantes de la región, la Universidad de Cantabria y el Hospital Valdecilla.
Aunque el Plan advierte que, en muchos casos, no se aprecia vinculación entre las actividades de l+D realizadas por la Universidad y las necesidades de las empresas de Cantabria, en los últimos años se ha producido un acercamiento con la creación del Centro de Desarrollo Tecnológico de la Universidad, para potenciar la transferencia de tecnología y la creación de nuevas empresas de base tecnológica en la región.
Por su parte, Valdecilla desarrolla anualmente un centenar de proyectos clínicos biotecnológicos, financiados por industrias con marcado carácter tecnológico como la farmacéutica. En base a esta experiencia, y ligado a los grupos de investigación en la Facultad de Medicina, se va a constituir el Instituto de Biotecnología y Señalización Celular de Cantabria (IBSECC), en colaboración con el CSIC, cuya puesta en marcha es otra de las apuestas del Plan.
Para articular la investigación en estas áreas de futuro se van a poner en marcha los Centros de Investigación Cooperativa Orientada, basados en la experiencia de regiones punteras y cuya tarea será la colaboración entre los agentes científico tecnológicos y las empresas en áreas estratégicas para Cantabria.

Cambio de cultura empresarial

La envergadura de la propuesta contenida en el Plan ha aconsejado crear un gestor específico para impulsar su ejecución. Para ello se ha constituido la Sociedad Regional Cantabria I+D+i, dirigida por José María Desiré.
La financiación de los distintos Programas y Acciones se llevará a cabo mediante fórmulas muy variadas, como subvenciones no reintegrables, anticipos reembolsables, o capital riesgo, que se seleccionarán, en cada caso, en función del tipo de agente que ejecute el gasto y del riesgo que conlleve la actividad. En muchas de las actuaciones se prevé la cofinanciación con fondos provenientes del Estado o de la UE. No se descarta la aplicación de recursos provenientes de otras instituciones públicas y privadas.
Los efectos han de ser inmediatos, si se tiene en cuenta que en 2006 ya se ha multiplicado por cinco la dotación presupuestaria destinada por el Gobierno cántabro a Investigación, Desarrollo e Innovación y el Ejecutivo se ha comprometido a mantener crecimientos anuales del 30% en las aportaciones económicas, hasta sumar 300 millones de euros a finales de 2010.
Pero el éxito de esta iniciativa tan costosa no se va a medir por los recursos que haya movilizado sino por el logro de una cultura empresarial más sensible a la innovación. Las empresas deben dejar de ser el eslabón débil del sistema de I+D en Cantabria para asumir el protagonismo en el camino hacia la sociedad del conocimiento.
Mientras que en otros países la I+D forma parte desde hace tiempo de la estrategia de las empresas, invertir en innovación todavía está considerado en España como un riesgo que muchos empresarios se muestran renuentes a asumir. Desaparecida la ventaja que nos otorgaban los bajos costes laborales, la economía de regiones como Cantabria debe adecuarse a un nuevo marco competitivo que será cada día más exigente, y en el que se van a demandar productos de más valor añadido y alto contenido tecnológico.

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