El PVC no se rinde
Pocos materiales sintéticos han llegado a formar parte de nuestro entorno cotidiano con la intensidad con que lo viene haciendo desde hace decenios el PVC (policloruro de vinilo) y, sin embargo, gran parte de su conocimiento público se debe en gran medida a la polémica generada por las asociaciones ecologistas sobre sus negativas repercusiones para la salud y el medio ambiente. Una de sus mejores cualidades, su estabilidad, tan útil en muchas de sus aplicaciones industriales, se ha convertido paradójicamente en uno de los mayores motivos de crítica ante el penoso espectáculo de la presencia inalterable de envases multicolores afeando el paisaje. Por otro lado, la preocupación por el modo como se eliminaban sus residuos, tras la alarma suscitada por la toxicidad de las dioxinas que se producen en la incineración de los residuos sólidos urbanos, generó una controversia en torno a la inocuidad de este versátil y económico material. Esto ha convertido al PVC en uno de los plásticos más exhaustivamente analizados en los últimos años. Por su parte, los fabricantes de PVC han reaccionado ante las críticas fomentando la recogida de envases para su posterior reciclado, e integrándose en la empresa creada para la gestión de estos residuos (Ecoembalajes España) tras la aprobación en 1997 de la Ley de Envases.
Las múltiples facetas del PVC
Tras el polietileno, el PVC es el segundo plástico más utilizado en el mundo. Sus propiedades hacen de él un material adaptable a multitud de usos, por lo que está presentes en los más diversos sectores industriales. Es el caso de la construcción, en el que los productos fabricados con PVC tienen una presencia predominante. En España las empresas transformadoras vienen destinando a este mercado el 55% de lo que producen. Fabrican para este sector desde ventanas, puertas y persianas hasta tubos para distribución de agua potable y saneamiento, suelos, láminas para impermeabilización de tejados y piscinas, y revestimientos murales. Otro importante mercado para los productos de PVC es el de los envases, tanto los alimentarios (tarrinas y botellas de agua mineral, aceites y zumos), como los destinados a productos farmacéuticos, cosméticos o detergentes.
El PVC tiene también aplicación en la agricultura (láminas para impermeabilización de balsas y canales de riego, tubos para riego y drenaje, mangueras, films para invernaderos, etc.); en el campo de la electricidad (cables para uso doméstico e industrial, cajas de distribución, enchufes) y en la industria de la automoción (paneles de puertas, tableros de mando, cables eléctricos, juntas de ventanas, tapicerías).
Otros usos habituales son la fabricación de juguetes, mobiliario, marroquinería y artículos de papelería, pero llega también hasta la medicina en forma de bolsas para suero, plasma y sangre, catéteres para trasfusiones y guantes quirúrgicos.
Tal multiplicidad de usos sólo es posible por la singularidad de las características que presenta el policloruro de vinilo entre las que destaca su gran versatilidad. Bajo la acción del calor se reblandece permitiendo un fácil moldeado que proporciona a los diseñadores un alto grado de libertad al pensar en nuevos productos. Su dureza mecánica y su bajo peso suponen una gran ventaja en sectores como la construcción o la automoción.
El PVC es ignífugo y resiste bien a la intemperie, al ataque de agentes químicos y a la corrosión, pero también es sumamente estable ya que, al igual que la mayoría de los plásticos, no se degrada ni se pudre lo que le convierte en un material idóneo para aplicaciones de media y larga duración. Si a todas estas cualidades se suma su bajo coste de producción, en comparación con otros productos alternativos, se explica la hegemonía lograda por el PVC en muchos de los campos en los que se aplica.
Las ventajas evidentes han propiciado una progresión del consumo de PVC, que en todo el mundo alcanzará los 25 millones de toneladas en el presente año. Alemania, con un millón y medio de toneladas es el país europeo con mayor consumo anual de PVC. El específico por habitante y año es de 21 kg en Estados Unidos, 16 en Japón y 15 en Europa, mientras que en el resto del planeta es de tan sólo 4 kilos. En la Península Ibérica alcanza los 11 kilos por habitante y año, lo que hace suponer a los fabricantes que el consumo de PVC tiene todavía un alto potencial de crecimiento.
El consumo en España
De la importancia que ha llegado a tener el PVC para la industria española dan idea los más de 360.000 millones de pesetas anuales que facturan las 1.200 empresas que componen el sector de transformación de PVC, en el que están empleados de manera directa cerca de 20.000 personas. Las compañías que integran este sector fabrican tubos, cables eléctricos, perfiles de ventanas, persianas, botellas, láminas y films, entre otros productos.
En España se consumieron en 1998 cerca de 493.000 toneladas de PVC –7.000 de ellas en Cantabria–, producidas casi en su totalidad por las tres empresas españolas fabricantes de este plástico: Aiscondel, con plantas en Monzón (Huesca) y Vilaseca (Tarragona), Elf Atochem en Miranda de Ebro (Burgos) y Hernani (Guipúzcoa) e Hispavic Industrial (del Grupo Solvay) en Martorell (Barcelona). La producción nacional se situó en 1998 en las 415.000 toneladas, el 75% de las cuales fueron destinadas a las aplicaciones de PVC rígido.
Las aplicaciones del PVC en la construcción
El plástico se ha convertido en un elemento imprescindible en la edificación de viviendas y en la obra pública. En la actualidad la industria europea de la construcción utiliza más de cinco millones de toneladas anuales de plásticos y las previsiones apuntan a que esa cifra aumentará hasta los ocho millones de toneladas en el año 2010, empujada por las nuevas aplicaciones que se descubren para este material, como las paredes climáticas, que permiten la circulación de aire caliente o frío a través de ellas, los composites avanzados que, en combinación con el hormigón, permiten crear sistemas de edificios modulares, etc.
El auge experimentado en los últimos años por la edificación ha repercutido de manera notable en la demanda interna de este material. El PVC que se destina a la construcción representó en 1998 cerca del 60% del total consumido en España. Esa tendencia se acentuó a lo largo del pasado año debido al fuerte crecimiento del sector, hasta el punto que para poder hacer frente al incremento de la demanda de PVC fue necesario recurrir a la importación que en los siete primeros meses de 1999 creció un 31,4%, convirtiéndose en la segunda materia plástica más importada después del polietileno de alta densidad. Entre los usos donde más ha aumentado durante el pasado año la utilización de materiales de PVC destacan las láminas de impermeabilización (con un crecimiento del 90,7%), perfiles (+34%) y tubos (+23%).
El reciclado del PVC
Una de las cuestiones que han alimentado la polémica en torno al PVC ha sido la de qué hacer con sus residuos. En el ámbito industrial el reciclado del PVC es tan antiguo como su fabricación. Las empresas recuperadoras (existen 20 en nuestro país) aprovechan recortes y coladas producidas por las industrias transformadoras y después de un proceso de triturado, lavado, granulado y micronización, el PVC así obtenido vuelve a manos de las empresas de transformación.
Un problema diferente es el que se plantea con el plástico que se deposita en vertederos después de su uso. Muchos de los productos de PVC están fabricados para durar y, de hecho, el 64% de sus aplicaciones tiene una vida útil que oscila entre los 15 y los 100 años. Este PVC de larga duración se emplea esencialmente en la fabricación de elementos destinados a la construcción (tubos, ventanas, puertas, persianas, muebles, etc.). Un porcentaje menor de las aplicaciones del PVC –el 24%– tiene una vida media entre dos y quince años (electrodomésticos, piezas de automóvil, mangueras o juguetes) y el 12% restante es utilizado para usos cuya duración no requiera más allá de dos años (botellas, tarros y films de embalaje, entre otros). Según estos datos, aportados por el Foro Ibérico del PVC –integrado en la Confederación Española de Empresarios de Plásticos–, tan sólo la mitad de este PVC de corta duración, es decir, el 6%, es utilizado para fabricar envases y embalajes, razón por la que en los residuos sólidos urbanos, el PVC se encuentra en cantidades relativamente pequeñas, apenas el 0,7%. Este pequeño volumen, unido al hecho de que en el PVC no hay presencia de metales pesados, permite, en opinión del Foro, la recuperación por reciclaje mecánico (mediante un sistema de recogida selectiva) o la valorización energética (incineración). Entramos así en otro terreno abonado para la polémica, puesto que diversos grupos ecologistas vienen oponiéndose desde hace tiempo a los hornos incineradores debido a los riesgos de emisión de dioxinas en la combustión. El Foro rebate estos argumentos afirmando que no existe relación entre las dioxinas y el PVC.
Las dioxinas se originan cuando se quema conjuntamente materia orgánica y productos halogenados (esencialmente clorados) a una temperatura comprendida entre 300 y 500 grados. Aunque en un principio se achacó al PVC la responsabilidad de la formación de dioxinas en la incineración de residuos urbanos, estudios posteriores han demostrado, según el Foro, que las incineradoras emiten la misma cantidad de dioxinas tanto si hay PVC en los residuos como si no. En cualquier caso, señala que las incineradoras adaptadas a las directivas comunitarias ya cuentan con sistemas de neutralización y depuración de gases que eliminan la posible emisión de dioxinas a la atmósfera.
Otra de las dudas que se han planteado sobre el PVC es acerca de su idoneidad como envase. La comisión de expertos designada por el Ministerio de Medio Ambiente, tras diez meses de estudio, determinó en mayo de 1998 que “no existen razones para dar al PVC un tratamiento discriminatorio con respecto a otros materiales de envase”.
La polémica sobre los juguetes de PVC
La polivalencia del PVC se basa en gran medida en los aditivos que se le añaden para multiplicar sus propiedades. La incorporación de estos aditivos es lo que permite transformar la resina de PVC en un producto acabado y con las características que se precisen en función de su uso: rígido o flexible, transparente u opaco, compacto o espumado. El aditivo más utilizado para dar al PVC flexibilidad es el plastificante conocido como DEHP (ftalato de dietilhexilo). La presencia de este aditivo en los juguetes de PVC ha levantado una gran polémica ante las dudas que plantea su posible nocividad para la salud. De nuevo aquí las opiniones de diversas asociaciones ecologistas, lideradas por Greenpeace, y de las empresas que elaboran el PVC, son contradictorias.
Lo cierto es que la Unión Europea prohibió el pasado mes de diciembre la fabricación de chupetes, mordedores y tetinas de PVC que contengan en su composición ftalatos. La Comisión adoptó esa medida por entender que esta sustancia puede plantear graves riesgos para la salud si es ingerida por los niños al chupar o morder estos juguetes. Para los fabricantes españoles de PVC la medida es una decisión que responde a criterios políticos, mientras que Greenpeace solicita que se extienda la prohibición a todos los juguetes. Es un nuevo episodio del pulso que vienen manteniendo desde hace tiempo los empresarios del plástico y las asociaciones ecologistas, a las que tachan de fundamentalistas.