Las viejas minicentrales eléctricas resucitan

Cantabria tiene ríos caudalosos, pero muy cortos y los embalses convencionales resultan inviables, ya que obligarían a anegar valles muy poblados y de gran valor ecológico. Sin embargo, hay otras formas de aprovechamiento que en su día tuvieron mucha importancia, las minicentrales, un nuevo nombre para denominar pequeños saltos, como los construidos en los molinos harineros que a comienzos del siglo XX llevaron la electricidad a muchos pueblos del interior.
La mayoría de estos saltos fueron adquiridos por Viesgo a mediados del siglo pasado, cuando las empresas familiares que los explotaban dejaron de tener sentido en un sistema eléctrico regional, y fueron cerrados por su baja aportación a la red. Las paradojas del tiempo hacen que ahora se reabran algunos de aquellos saltos pioneros, porque vuelven a ser rentables. Nunca tendrán una gran participación en el sistema eléctrico regional pero volverán a ser considerados una fuente de negocio, porque el precio del kilovatio fijado para los autogeneradores es mucho más generoso que el del kilovatio producido en grandes centrales.
El Plan de Energía redactado por el Gobierno de Cantabria para el período 2005-2011 prevé la puesta en marcha de cuatro minicentrales (Hidroeléctrica del Río Frío, Rescaño, Hojamarta y Solvay), con potencias que van desde los 5 Mw de Río Frío hasta los 80 Kw de la empresa torrelaveguense.
La más significativa de estas nuevas minicentrales es la que se ha empezado a construir en el Río Frío, en el municipio de Vega de Liébana, para la que se calcula una producción anual de unos 17 gigavatios, que serán suministrados a la red general mediante una línea de conexión a Viesgo.
La promotora de esta central es una empresa gallega, la Sociedad Eléctrica del Río Frío, aunque la concesión original de la Confederación Hidrográfica del Norte recayó en otra sociedad, la asturiana Aflas, a la que se otorgó el derecho de explotación de ese salto en 1990. El desnivel que se va a aprovechar para instalar la central es de 309 metros y el caudal máximo previsto es de 2.000 litros por segundo.
La empresa promotora va a invertir poco más de un millón de euros en levantar la central y ha llegado a un acuerdo con la Junta Vecinal de Dobres y el Concejo de Bárago, parte de cuyos montes se verán afectados por las obras. Ambas pedanías participarán en los resultados de la explotación con un porcentaje variable de la facturación anual que la empresa obtenga por la energía vendida a la red, aunque percibirán un canon mínimo garantizado de 540.000 euros en los cuarenta años que durará el contrato.
De mucha menor magnitud es la potencia prevista para las otras dos minicentrales. La de El Rescaño, en Molledo, está promovida por Viesgo y contará con 400 Kw de potencia, mientras que la de Hojamarta aprovechará las aguas del río Saja a su paso por Reocín para construir una central de 550 Kw. Este proyecto utilizará un azud situado aguas abajo de la Central de la Flor, así como la infraestructura de un antiguo molino que aún funciona. El salto de agua tiene una altura de cuatro metros y medio y el caudal que alimentará la turbina será de unos 15.000 litros por segundo.
En todos los casos se trata de centrales de agua fluyente, que es como se conocen aquellos aprovechamientos que, frente a las centrales situadas a pie de presa, captan una parte del caudal del río y lo conducen hacia la turbina de la central. Al no contar con presas, su caudal es muy variable y depende del régimen hidrológico.
A pesar de la escasa transformación del curso del río que representan, cada uno de estos proyectos ha de acompañarse de una evaluación de impacto ambiental para minimizar sus efectos sobre el ecosistema fluvial.

El mapa de la energía hidráulica, completo

Las minicentrales ya operativas en los ríos cántabros suman una potencia de 47,5 Mw y su aportación a la red, a lo largo de 2004 fue de 165 GWh. La cifra no resulta muy significativa, si se tiene en cuenta que apenas representa el 10% de la modesta potencia hidroeléctrica de la región, que se eleva a 428,3 Mw, y que apenas sería la mitad sin el aporte de la central de Aguayo, un curioso salto de agua reversible, ya que de noche el agua es retornada con grandes bombas al pantano superior con el fin de consumir la energía excedente que produce la central nuclear de Santa María de Garoña, que en esas horas tiene menos demanda. Buena parte de la electricidad consumida en este trabajo de Sísifo se recupera de día, cuando tiene demanda, al turbinar el agua que vuelve a caer desde el pantano superior por gravedad.
En un año de pluviosidad media, como 2004, minicentrales y centrales hidráulicas aportan alrededor de un 15% de la energía eléctrica que consume la región. Una cifra que no va a experimentar grandes variaciones en el futuro. El propio Plan de Energía considera que los emplazamientos con mayor potencial ya están siendo explotados o plantean problemas medioambientales que hacen muy difícil su implantación, bien por la transformación de una parte del curso del río que supondrían o por el tendido de líneas para la evacuación de la electricidad.
El mapa de la energía hidráulica en Cantabria está tan cerrado que ni siquiera queda margen aparente para más minicentrales, después de las que ahora se van a llevar a cabo.

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