En medio de la vorágine

Desde que Cantabria Económica introdujera a principios de los años noventa los programas de autoedición y la cuatricromía para las publicaciones periódicas, en el sector de las artes gráficas se han ido sucediendo tantos cambios que los sistemas técnicos de preimpresión apenas tienen nada que ver con lo que hasta entonces se hacía.
Imprentas, fotomecánicas, agencias publicitarias y las propias editoriales han tenido que asumir rápidamente las novedades que, además de abaratar costes, han provocado la desaparición o la reconversión de determinadas profesiones –montadores, especialistas en fotomecánica, maquetistas, impresores tradicionales, etc.– y han creado incertidumbre sobre las que permanecen. La innovación se produce de manera vertiginosa y la obsolescencia no perdona a nadie, incluso a las tecnologías que han surgido desde entonces, ya que algunas de ellas han sido desplazadas por otras ulteriores. Los sistemas directo a plancha han puesto en entredicho en muy poco tiempo a las filmadoras más avanzadas y las fotografías digitales amenazan con dejar fuera de juego a los escáneres más precisos. Lo que ya le ocurrió al vídeo puede pasarle a su sucesor, el reproductor de DVD, que a poco de salir al mercado se encuentra con la amenaza de los nuevos televisores, que ya se pueden conectar a un ordenador que actuará como reproductor de las películas. Nuevos modelos de cámaras fotográficas, impresoras de gran formato o imprentas digitales apenas dos años después se ven apartados por aparatos mucho más evolucionados, económicos, rápidos y de uso más sencillo.
Esta transformación rápida ha propiciado la aparición de cámaras digitales y impresoras digitales de color capaces de realizar trabajos de papelería y fotocomposición con una calidad modesta, pero aceptable para muchos fines. Pero también esta inversión tiene que estar muy bien estudiada pues ya se entrevé una nueva generación de impresoras digitales de pequeño formato que sustituirán a las tradicionales de escritorio y serán capaces de reproducir catálogos con cierta calidad y, por supuesto, trabajos mucho menos exigentes, como la factura de un proveedor.
No obstante, la evidencia es que se imprime más que nunca, lo que indica que esta competencia desde el interior de las empresas, queda compensada hasta el momento por el aumento de la demanda en otros trabajos.

Lo que desaparece

La decisión de las multinacionales Kodak y Agfa comunicando el cierre de sus líneas de fotografía convencional para dedicarse únicamente a la digital puede ser la puntilla a la película que hemos conocido durante tantas décadas. Después de un comienzo incierto de las cámaras digitales, su evolución arrasadora en los dos últimos años ha acabado por desequilibrar la balanza. La ola provocada por este cambio tecnológico repentino ha afectado obviamente a todas las tiendas de revelado, que han visto caer sustancialmente la demanda de transferencia de imágenes a papel. Pero su perspectiva es mucho peor, porque empiezan a generalizarse en el mercado unos kits de impresión en papel fotográfico que permiten que el usuario reproduzca las fotografías que le interesan en su casa o en su oficina con una calidad aceptable y a un precio muy competitivo.

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