El viaje a Madrid no necesitaba AVE

Hace un año daba la impresión de que en Cantabria no había otra preocupación que el AVE. La batalla entre Revilla y el ministro de Fomento centraba la acción política, por encima incluso de los efectos de la crisis. Lo curioso es que los políticos habían conseguido trasladar esa misma preocupación a la ciudadanía, a tenor de las participaciones en los foros de Internet, que convertían este asunto en el más candente, con diferencia.
Aunque a Revilla no le suele fallar su intuitiva nariz de político con muchas tablas, se equivocó al creer que en estas elecciones el tren iba a seguir siendo el leit motiv. Una vez que el PP decidió desactivar su participación en la polémica –porque veía que la patata caliente se le venía encima– el AVE entró en vía muerta. Ya no solo ha dejado de ser un clamor en la calle sino que se vuelve en contra de quien lo utiliza. El votante de las generales piensan en otra clave distinta y, en cualquier caso, como revelan la encuestas del CIS en las que recogen las preocupaciones de los ciudadanos, de su mente se disipan con mucha rapidez todos aquellos asuntos que dejan de ser portada en los periódicos.
Revilla se equivocó al desenvainar la espada para desafiar en Madrid al ministro José Blanco, que los electores ya consideraban amortizado. Y el PRC perdió todos sus votantes conservadores (que optaron por el PP) y retuvo exclusivamente los que coinciden con la franja ideológica del PSOE, al único que realmente le ha hecho daño la presencia de los regionalistas en estas elecciones.
El campo de batalla no estaba ahora en Cantabria y el elector conservador lo tenía muy claro. Pero no era el único. Aunque el PSOE ha obtenido unos resultados mucho más dignos que en las regionales –donde estuvo cerca de la insignificancia– se encuentra con una situación dramática para sus intereses. Todo el cinturón de Santander se ha vuelto tan conservador como la propia capital, lo cual es especialmente doloroso para los socialistas, porque saben que una parte de esos electores votaron anteriormente a la izquierda y han roto un tabú de barreras ideológicas que tiene difícil retorno.
Por otra parte, son igualmente conscientes de no tener recambio. El histórico Jaime Blanco, que gobernó el partido en Cantabria desde el final del franquismo, hace ya una década que perdió el control del partido, aunque conservase el escaño como senador. Su mujer, Rosa Inés García, lidera desde hace tiempo una de las facciones críticas a Dolores Gorostiaga, que después de tres mandatos debe dejar la secretaría general.
Las otras opciones críticas han perdido su capacidad de ofrecer renovación: Fernández Mañanes, que encabezaba la que en su día inició Angel Duque, se acercó a la mayoría y fue el portavoz del Grupo Parlamentario Socialista en la anterior legislatura. Por su parte, Juan Guimerans, que arrastraba tras de sí a la vieja guardia de UGT, es el portavoz de la actual.
Las paradojas que siempre se han dado en el Partido Socialista cántabro hacen que la única posible renovación, si Rosa Eva Díaz Tezanos, secretaria general in pectore no se consolida al frente del partido tras la anunciada marcha de Gorostiaga, sea volver a líderes históricos: o bien el expresidente del Parlamento, Miguel Angel Palacio, o bien a Rosa Inés García, aunque a ésta la invalida el no ser parlamentaria.
En el PRC tampoco es concebible una renovación, porque no hay alternativa verosímil a sus líderes actuales.
El PP es el único que tiene el camino absolutamente despejado. La estrategia de no enseñar sus cartas hasta las elecciones de noviembre le ha dado un magnífico resultado, igual que el polarizar sus invectivas contra el PRC, al que prácticamente ha hecho protagonista del “desgobierno”, dejando al PSOE al margen. Su auténtico rival es quien le puede impedir sacar la mayoría absoluta en las próximas regionales y ese es Revilla.
En la política cántabra, donde las únicas mayorías se han conseguido por unos cientos de votos, hay que hilar mucho más fino de lo que los electores suponen. Cuando el PSOE aspiraba a ser la primera fuerza regional, su estrategia se basaba en dividir el voto de la derecha. La del PP, obviamente era la contraria: evitar la presencia de una fuerza que pudiera distraer a su electorado, por poco relevante que fuese. Y el PRC, como en su día la UPCA, tiene un electorado muy diverso que puede impedirle las mayorías. Es fácil de entender el que, ya desde los tiempos de Hormaechea, la estrategia de los populares sea la voladura controlada de este incómodo competidor por el voto de centro, para dejarle en la misma galería histórica que al CDS.
Para Ignacio Diego, el resultado es tan buen que corre el riesgo del que se autoalertaba Felipe González, “morir de éxito”. Con el control absoluto del Parlamento, de la inmensa mayoría de los ayuntamientos y con su partido en el Gobierno de la nación se acaba una línea de discurso victimista. No obstante, el golpe moral que ha recibido la oposición ha sido tan duro que ni siquiera podrá reaccionar cuando no se sustancien las reivindicaciones de la región.
El PP sabe que puede contar con el PSOE para pactar las duras medidas que se vienen encima y controlar el estallido social que pueden deparar. Por eso, tanto Rajoy como Diego han evitado en las últimas semanas seguir golpeando a un caído que corre el riesgo no de poder levantarse y estallar en luchas internas. Esa preocupación es evidente dentro del PP, pero en la sede del Santemar hay otro asunto que aún requiere más mano izquierda: Las relaciones con el alcalde de Santander han estado tensas en los últimos meses, al no atender sus reclamaciones económicas basadas en la compensación por la capitalidad, que tampoco se van a ver satisfechas con los nuevos Presupuestos.
Después de que el PP manejase su nombre como presidente de la Federación Española de Municipios, sin darle finalmente el cargo, hay quien quiso resarcir el nombre de Íñigo de la Serna vinculándolo a un puesto de relieve en el Gobierno de Rajoy, lo que resolvería la bicefalia de Cantabria y le abriría las puertas de la política nacional. Pero no será fácil justificar la salida de la alcaldía de la ciudad a los pocos meses de revalidarla y menos aún cuando tiene por delante proyectos que cualquier otro hubiese querido dejar como herencia: el Edificio Botín o la reordenación de la Fachada Marítima. Por tanto, Madrid tendrá que esperar.

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