IFC coge tono con sus fotoprotectores

La piel tiene memoria, por eso es difícil encontrar a una persona que pasados los cuarenta años no tenga secuelas provocadas por un exceso de exposición solar en el pasado. Eso, unido a la creciente importancia del binomio salud y belleza, hace que cada vez sean más quienes buscan disimular las manchas antiestéticas y, al mismo tiempo, protegerse del sol para prevenir el cáncer de piel.
IFC está consiguiendo desplazar de los estantes de farmacias y parafarmacias de más de ochenta países a los fotoprotectores de los grandes laboratorios y el responsable de la farmacéutica cántabra, Enrique Quintana, no encuentra más explicación para justificar el éxito de Heliocare que la calidad de la fórmula propia que han bautizado como Fernblock y cuyo principal componente es el extracto de polypodium leucotomus, un helecho procedente de Honduras con excelentes propiedades como fotoprotector solar tanto por vía tópica como oral: “Hacemos un buen producto y por eso el mercado nos acoge bien”, resume.
Gracias a los numerosos ensayos clínicos que se han realizado y que han aparecido en publicaciones científicas internacionales y al apoyo de la Universidad de Harvard, que colaboró en la investigación durante años, Heliocare consiguió convencer a los dermatólogos. Un camino mucho más largo y tortuoso del que toma la cosmética más popular, la que suele aparecer en los anuncios: “Nosotros llegamos al dermatólogo con nuestro díptico de información científica y con pruebas realizadas durante meses en decenas de pacientes para demostrar que el producto funciona”, explica Quintana.
A través de este canal especializado, la línea de fotoprotección de IFC se ha convertido en la más vendida del grupo a nivel mundial y se encuentra en su mejor momento, después de haber vivido dos puntos de inflexión a lo largo de su trayectoria. El primero tuvo lugar en 2008, una década después de su lanzamiento, cuando se produjo su mayor reconocimiento internacional. El segundo es más reciente y tiene que ver con su creciente presencia en las farmacias y parafarmacias, lo que le ha dado más notoriedad.

Bronceado en cápsulas

La dermatología no se ha globalizado, al contrario de lo que ha ocurrido con otros mercados, ya que los productos tienen que adaptarse a los gustos de cada país. Por ejemplo, las cremas y compactos con pigmentos han de tener en cuenta los distintos tonos de piel, porque los asiáticos aspiran a conseguir una tez más blanca mientras que los europeos desean tenerla más tostada.
Algo parecido ocurre con la línea de fotoprotección oral, a través de cápsulas. Un formato que arrasa en el mercado internacional –sobre todo en países como Italia, México o Brasil– pero que crece despacio en España. “Nosotros todavía no estamos acostumbrados a ingerir más cápsulas que las que nos prescribe el médico, pero es un producto que tendrá un gran desarrollo en los próximos años”, sostiene convencido el gerente de IFC.
Habrá que esperar, en su opinión, a que la gente conozca las ventajas de estas cápsulas que ayudan a conseguir un bronceado más saludable, al tiempo que aportan una protección adicional frente a la exposición solar y combaten patologías como la fotodermatosis o el cáncer.
De momento, el producto más recetado de la línea dermocosmética en España es un gel, con el factor de protección más alto que se comercializa, pero el mercado es cambiante y más del 10% de los recursos que IFC obtiene por las ventas los reinvierte en I+D. Gracias a eso consigue lanzar dos o tres novedades cada año.

Espíritu farmacéutico

Aunque el veterano laboratorio de Adarzo vendió parte de su división farmacéutica a una empresa india para centrarse en la dermocosmética, continúa fabricando algunos de los medicamentos más conocidos del mercado como Dercutane (isotretinoina) para el tratamiento del acné, Regaxidil (minoxidil) para el mantenimiento del cabello o Clovate y Betnovate, la primera línea de corticoides del mundo, procedente de Glaxo.
Dentro del ámbito dermatológico cuenta con otra exitosa gama de cremas antiedad (Endocare) que arrancó dos años antes (1996) y cuyo secreto está en una proteína regenerante contenida en la baba de caracol. También fabrican productos para el tratamiento de algunos problemas cutáneos, como el acné o la despigmentación, bajo la marca Neostrata, su primer éxito comercial (1994).
Enrique Quintana rechaza que las líneas de farmacología y dermatología se entiendan como dos divisiones de negocio distintas, ya que en ambas se emplean los mismos métodos de trabajo, instalaciones e, incluso, proveedores de materias primas: “Nosotros nos dedicamos al cuidado de la piel y, después, la legislación ya dirá si hemos desarrollado un fármaco o un cosmético”, explica. Por eso, prefiere acuñar un nuevo concepto, el de cosmocéutica, la única forma de explicar cómo se aborda el mundo de la estética con espíritu farmacéutico. De hecho, en países como Brasil o Venezuela están registrando sus fotoprotectores solares como productos farmacéuticos e IFC no descarta que en el mercado español acaben teniendo esa misma consideración.
El gerente de Laboratorios Cantabria observa que la sociedad cada vez es más partidaria de comprar los fotoprotectores en las farmacias y no en los supermercados o, incluso, en bazares, aunque espera que esa tendencia acabe de cuajar y que se extienda a otros productos dermatológicos como las cremas antienvejecimiento: “La farmacia y la parafarmacia deben ser el canal de venta de los productos cosméticos y estéticos”, sostiene.
Hace tiempo que el laboratorio cántabro decidió ligar su futuro a las circunstancias derivadas de la creciente esperanza de vida de la población y no se equivocó. Las cremas antiedad y los fotoprotectores solares, dos productos que combaten el envejecimiento de la piel, son los que han conseguido que IFC siga cumpliendo años y cada vez con mejor aspecto.

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