Médicos: Los salarios de la polémica
Un médico de atención primaria que lleve cinco años trabajando cobra al mes en Cantabria 3.691 euros brutos (unas 615.000 pesetas) con dos pagas extras al año de 3.318 euros cada una. Un médico de atención especializada que haga las cuatro guardias de rigor percibe 4.313 euros al mes (717.600 pesetas) y con dos pagas extras al año de 3.318 euros. En ambos casos se ha incluido el nuevo complemento de carrera profesional, en su nivel mínimo, destinado a reconocer la implicación personal. A partir de este mes de enero parte de la plantilla ya cobrará el nivel II de carrera profesional, lo que supone un añadido de 6.000 euros anuales.
Estas cuantías se incrementan con trienios y quinquenios a medida que acumulan años de servicio y, sobre todo, con más guardias, ya que no es difícil encontrar quien acepte hacer seis o siete. Y se pueden llegar a alcanzar los más de 100.000 euros al año que cobra un médico adjunto concreto de Valdecilla, un caso particular que no es, por supuesto, extrapolable al resto de los adjuntos y que pone de relieve las muchas paradojas de este sistema de retribuciones, dado que su jefe de servicio cobra bastante menos y el director gerente del Hospital percibe poco más de la mitad (58.000 euros al año).
Las circunstancias son muy variadas y quizás lo único representativo sean las medias. Antes del acuerdo que ha alcanzado la Consejería de Sanidad con parte de los sindicatos el 29 de diciembre, y que va a suponer una sustancial mejora retributiva, los médicos de Valdecilla tenían unos ingresos promedio de alrededor de 57.000 euros al año (unos nueve millones y medio de pesetas). De esta cuantía, el salario base apenas suponía 14.000 euros, lo que indica bien a las claras que es poco representativo. Una de las razones es que no se incluyen en él las guardias, aunque en realidad deberían formar parte, dado que son obligatorias en la mayoría de las especialidades y que, a partir de los 55 años, cuando los médicos han empezado a ser liberados de realizarlas, siguen cobrando como si las hiciesen (esa obligación se sustituye por la de hacer algunas jornadas de tarde).
El precio de las guardias
El principal punto de fricción entre los médicos en huelga y la Consejería de Sanidad estaba precisamente en las guardias y partía de esa discrepancia en cuanto a su consideración. Los médicos estaban cobrando 217 euros por cada guardia de 17 horas (36.100 pesetas) y quieren cobrar 391 (65.057 pesetas). Una diferencia tan notable en la cuantía como en el concepto, dado que la Consejería entiende que la guardia es una atención continuada (no son horas extras) y se vale de una sentencia de Tribunal Supremo para justificarlo. No obstante, ha accedido a pagarlas a 51.000 pesetas (un 50% más). Si se aplica el criterio del Sindicato Médico, que no está entre los firmantes, esa jornada de trabajo (las siete horas ordinarias más las 17 de guardia) sería remunerada con más de 500 euros en días laborables y más de 600 en festivos (cuando la guardia es de 24 horas).
Ninguno de los otros complementos salariales que figuran en la nómina de los facultativos es menos confuso en cuanto al origen y la aplicación práctica. La productividad, por ejemplo, no indica nada a priori, porque es un complemento fijo, que se aplica tanto en la atención primaria como en la especializada. Inicialmente, en la primaria se pagaba en función del numero de cartillas que atendía un médico, con tres tramos de valoración por cartilla y con una cierta condescendencia hacia las tarjetas rurales, dado que visitar a pacientes que viven en las cabañas pasiegas, por ejemplo, no es comparable en tiempo y sacrificio a la dedicación que requiere un paciente urbano. Sin embargo, la corriente igualadora llegó también aquí y, cuando se redujo el número de cartillas por médico, se trató de que nadie perdiese dinero, manteniendo los ingresos de los médicos rurales y elevando el de los urbanos, lo que demuestra las dificultades que tiene imponer cualquier concepto diferenciador en la Administración pública.
En realidad, hay otra productividad “variable”, vinculada al cumplimiento de los objetivos en cada uno de los servicios, es decir, que también tiene un cierto carácter colectivo, aunque menos que la “fija”.
El complemento específico no es tampoco tan específico, puesto que lo cobran todos los que han firmado el acuerdo de exclusividad (aquellos que no se dedican, también, a la medicina privada) y el complemento de destino, como ocurre con todos los funcionarios, es una cuantía fija que determina el Estado, pero sobre la cual tampoco hay diferencias: todos los médicos cobran el mismo, tengan el destino que tengan, ya sean cirujanos, de atención primaria o gestores.
Las ‘peonadas’
Si ninguno de estos conceptos es realmente representativo de lo que parece presumible, el más atípico de todos es el que se conoce como las peonadas, una especie de destajo por el que algunos sanitarios se comprometen a acudir fuera de la jornada para que el Servicio Cántabro de Salud pueda reducir, de esta forma extraordinaria, las listas de espera.
El sistema es discutible y sólo puede funcionar con unos incentivos económicos muy altos a quienes se ofrecen voluntariamente, pero los gestores políticos parecen haber decidido que cualquier alternativa es peor, ya que el aumento de la lista de espera crea un malestar social evidente y resta votos, y por caras que resulten las peonadas, son mucho más baratas que enviar estos pacientes a hospitales privados para que sean operados allí.
Los socialistas no parecían nada conformes con este sistema, pero su compromiso establecido por ley de pagar la operación en otro hospital privado a cualquiera que lleve más de seis meses en la lista de espera y así lo exija, les ha llevado a utilizar las peonadas con tanto o mayor énfasis que sus predecesores.
Tampoco este sistema ha sido la panacea a la hora de encontrar soluciones. Cuando se empezaron a pagar las jornadas de tarde para quienes quisieran hacerlas el número de intervenciones que se programaban fuera de jornada era mínimo, lo que no justificaba el gasto. Los gestores del Servicio Cántabro de Salud optaron entonces por otra estrategia, valorar las tardes por intervenciones realizadas, con lo cual consiguieron que los equipos de cirugía duplicasen su actividad. Pero los mecanismos de incentivos se desgastan pronto y, poco a poco, los cirujanos y anestesistas de las peonadas fueron trasladando a la tarde las operaciones más sencillas, ya que eso permitía realizar más y, por tanto, cobrar más.
El Servicio Cántabro de Salud optó entonces por volver a cambiar el sistema y valorar tanto el número de intervenciones quirúrgicas como la complicación. Por lo general, paga a cada uno de estos profesionales entre 400 y 500 euros por tarde de trabajo (cinco horas) y quienes voluntariamente se han apuntado a las peonadas hacen unas 30 por año. Un incremento de 150 horas en su jornada anual de trabajo que al médico le reporta alrededor de 12.000 euros extra.
El cuello de botella de los anestesistas
Quienes acumulan más peonadas son los anestesistas, dado que su escasez y el cada vez mayor número de procesos en que intervienen hace que sean requeridos permanentemente. En consecuencia, llegan a tener las mayores nóminas del Hospital, por encima de las que perciben los jefes de servicio o los gestores.
El hecho de que el sistema de formación práctica de nuevos especialistas MIR esté controlado por las sociedades científicas que determinan el número de plazas que se sacan cada año para las especialidades dificulta que los servicios de salud acaben con este déficit que se convierte en un auténtico cuello de botella. Basta comprobar que los graves efectos de la reciente huelga fueron producto casi exclusivo del seguimiento mayoritario que tuvo en el colectivo de anestesistas, lo que provocó la paralización de las intervenciones quirúrgicas.
El gasto se multiplica
La consejera de Sanidad, Charo Quintana está teniendo más problemas que ninguno de sus predecesores en materia laboral, a pesar de haber concedido de su mano mayor la jornada de 35 horas y de una generosa política de gasto en personal que difícilmente será repetible. En 2003, el último año en que gobernó el PP en Cantabria, los trabajadores del Servicio Cántabro de Salud percibían 217,2 millones de euros (36.100 millones de pesetas). Para el 2007 la cuantía presupuestada se eleva ya a 328,3 millones de euros (54.600 millones de pesetas) y en esta cifra no se recoge el efecto millonario que va a tener el pacto del pasado diciembre con cuatro sindicatos. La subida de un 51% en cuatro años es producto de un notable incremento en las plantillas de la Atención Primaria, pero también de un aumento de remuneraciones superior a la de años anteriores y que, en gran medida, se ha materializado a través de conceptos extrasalariales.
El Gobierno no ha querido cuantificar el dinero que va a suponer el reciente acuerdo con los sindicatos ATI, CC OO, CSIF y UGT, ni de qué partidas va a obtener esta financiación, pero la cifra será abultada si se tiene en cuenta que ha aceptado subir el precio de las guardias médicas en un 50%, la valoración económica del turno de noche de enfermería en un 10% y va a extender el complemento de carrera profesional a todos los estamentos profesionales del SCS, desde los sanitarios a los celadores, los ordenanzas o los pinches de cocina. Unas condiciones que no satisfacen aún al Sindicato Médico, que mantiene su leit motiv: la comunidad de Madrid todavía va a pagar más.