Comienza la cuenta atrás para el Cabildo de Arriba

Último y degradado vestigio de lo que fue el casco urbano santanderino anterior al incendio de 1941, el conjunto de calles que forman el Cabildo de Arriba continúa a la espera de un proyecto global que permita la recuperación de una zona situada en el corazón de la capital cántabra. Tras varios intentos fallidos, la iniciativa puesta en marcha por la promotora gallega Anjoca, que desde 2004 lleva a cabo una metódica compra de inmuebles, parece bien encaminada, aunque la expectativa que estas adquisiciones generan entre los propietarios del barrio han disparado los precios que piden por sus ruinosos locales y viviendas, y eso podría retrasar el final del proceso.
Anjoca cuenta ya con 80 pisos y su intención es acometer una reforma integral de la zona, la única manera de revalorizar el proyecto residencial y de ocio que pretende realizar en el área encerrada entre las calles San Pedro, Limón, Garmendia y Cuesta del Hospital. Es consciente de que cualquier actuación puntual está abocada al fracaso, porque pocos compradores de viviendas nuevas aceptarían la convivencia con un entorno tan degradado. Sin embargo, la desmesurada subida de las pretensiones de quienes aún no han vendido ha hecho que la firma gallega ralentice el proceso de adquisiciones, en un intento de enfriar este particular mercado. No obstante, esta estrategia no parece que pueda mantenerse por mucho tiempo porque, por primera vez, parece que los acontecimientos se van a desencadenar de una forma imparable, como consecuencia de la cadena de derrumbes e incendios –fortuitos o no– que se han producido en las últimas semanas. El vaciado del barrio será aún más notorio cuando Anjoca también derribe los cuatro edificios que ya tiene en propiedad y que están declarados en ruinas.
Su intención, por el momento, es vallar los solares resultantes y limitarse a realizar sondeos para conocer las condiciones del subsuelo. Este estudio es áun más necesario en su caso, ya que proyecta la construcción de una galería comercial interior, a la que se accedería desde la calle Limón y que salvaría el desnivel existente hasta su salida por la calle San Pedro mediante tramos de escaleras mecánicas.
En la galería habrá locales de ocio, restaurantes, comercios y un complejo de minicines, si las conversaciones que la promotora mantiene con una cadena nacional llegan a buen puerto.
Sobre la galería se construirían viviendas que contarían con el atractivo de la privilegiada ubicación de este barrio, distante apenas 50 metros de la plaza del Ayuntamiento.
Esta cercanía contrasta con la sorprendente pasividad con que las sucesivas corporaciones municipales y la opinión pública santanderina han tolerado el ambiente de marginalidad y el profundo deterioro de la zona, un auténtico punto negro de la geografía local donde la prostitución y el tráfico de drogas son aceptados con resignación.
En este entorno, sólo puede tener éxito la estrategia seguida por la promotora gallega de hacerse con toda la zona para derribarla en su totalidad, un proyecto que, sin embargo, se ve obstaculizado por las limitaciones que le impone la actual ordenación urbana de la zona, como la previsión de un vial que prolongaría la calle de Ruamenor en dirección a Garmendia.
El Ayuntamiento se muestra receptivo ante la idea de recuperar integralmente el barrio, sobre todo cuando es la iniciativa privada la que asumirá los gastos, pero se ha limitado a hacer una declaración genérica mostrando su disposición a facilitar las medidas urbanísticas que se precisen. Ni siquiera ha explicitado cuáles son sus aspiraciones para una zona que, por su emplazamiento, debiera ser emblemática para el futuro de la ciudad. Quizá en el nuevo Plan General se llegue a concretar el destino del viejo casco urbano, olvidado en todos los anteriores, por razones que no son fáciles de entender, puesto que su estado es ruinoso desde hace décadas.

El intento de Cenavi

No es esta la primera vez que la iniciativa privada se interesa por las posibilidades que encierra el barrio. Ya en 2002, y a instancias de la Agrupación de Comerciantes del Centro de Santander, otra empresa gallega, Superficies Comerciales (Superco), inició un estudio para explorar el relanzamiento de la zona. En mayo de 2003 la firma gallega ya había iniciado los contactos con los vecinos para comprar las primeras viviendas.
La constructora local Cenavi se incorporó al proyecto con la idea de crear una sociedad promotora en alianza con los comerciantes, principales interesados en impulsar una oferta de ocio atractiva en el centro de Santander que ayudase a recuperar la actividad comercial en todo el entorno.
La irrupción de Anjoca, un poderoso grupo con implantación nacional, propiedad de Angel Jové –hermano del dueño de la inmobiliaria Fadesa–, y la pérdida de interés del colectivo de comerciantes con los que Cenavi contaba para llevar adelante aquel proyecto, hizo que esta constructora desistiese en su intento.
Quizá tenía que llegar una promotora foránea para atreverse con un barrio con el que las empresas locales nunca pudieron. Anjoca, a pesar de las dificultades, avanza a buen ritmo, lo cual no quiere decir que sea posible poner una fecha a la culminación de su proyecto. Es posible que las necesidades electorales de cara a las municipales del 2007 puedan venir en su ayuda, ya que es evidente el rédito que puede depararle al actual equipo de gobierno capitalizar como mérito propio el haber acabado con semejante lacra histórica en el centro de la ciudad.

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