El Grupo Triguero encuentra su emblema

Durante los más de dos años en que estuvo en venta, el edificio de los antiguos almacenes Laínz se convirtió en un objeto de deseo, aparentemente inalcanzable, para la veintena larga de empresas y grupos inversores que se mostraron interesados en su adquisición. Inmobiliarias, bancos, colegios profesionales, firmas de confección y grupos hoteleros se sintieron atraídos por las posibilidades que brindaba un inmueble tan estratégicamente situado en el corazón de Santander. Pero ninguno de ellos llegó a decidirse.
Fue un constructor de Cueto, fundador de uno de los grupos inmobiliarios con mayor proyección en Cantabria, José Gómez Triguero, quien se atrevió finalmente a dar el paso que le permitiría materializar un íntimo deseo de reforzar la estrategia comercial del grupo. Tras dos años de remodelación, Triguero cuenta en Santander con un edificio emblemático con el que aspira a dejar su huella en el sector, y en el que ha volcado la sabiduría profesional adquirida en más de veinticuatro años de trabajo. Es evidente que el edificio ha dado a su grupo de empresas una potente imagen que servirá para la proyección de sus intereses comerciales.
La operación, además, ha sido rentabilizada mucho antes de lo que podía imaginarse, teniendo en cuenta la inversión. Cerca de ocho millones de euros (1.300 millones de pesetas) ha empleado el Grupo Triguero en la compra y en la remodelación del inmueble, para convertir las siete plantas de los grandes almacenes en un moderno espacio de oficinas que, antes de su inauguración, ya tenía el cartel de completo.
Gómez Triguero ha vendido las dos primeras plantas a dos inversionistas y la zona comercial a un conocido grupo local que la dedicará a tienda de ropa y complementos para hombre. El Grupo inmobiliario mantendrá la propiedad de las restantes y las explotará en régimen de alquiler. La Consejería de Economía y Hacienda ha arrendado ya cinco plantas, para concentrar en ellas sus dependencias tributarias, y otra planta será utilizado por la consultora PriceWaterhouseCoopers para el asentamiento de una delegación.
El éxito de la operación ha animado a Gómez Triguero a continuar explorando las posibilidades que ofrece Santander para la remodelación de edificios notables y su conversión en oficinas de prestigio, con un avanzado equipamiento domótico y en un entorno céntrico. El grupo negocia ya, con este mismo fin, la compra de otro inmueble en la capital cántabra.

Una imagen renovada

La modernización del centro urbano de Santander ha encontrado un aliado en esta iniciativa privada. El proyecto, obra del arquitecto Armando Gutiérrez Mendoza y dirigido por el arquitecto Fernando García Vega, no sólo se ha limitado al acondicionamiento del interior del inmueble a los nuevos usos, sino que lo ha transformado en un atractivo edificio de corte vanguardista.
La utilización de un muro cortina ha permitido disponer de una fachada diáfana que aligera y aporta luminosidad al denso espacio urbano en que se ubica el edificio, situado entre las calles San Francisco, Puente y Juan de Herrera. Al cristal levemente tintado y al aluminio de la fachada, se une la sobriedad de materiales del interior, como la piedra de Muñorrodero –una caliza pulida de color verde oscuro– utilizada en los suelos y paredes de los pasillos que dan acceso a cada planta, y la madera de roble y haya de las puertas y carpintería interior.
Cada planta cuenta con 333 m2 de superficie, de los que 250 son útiles para oficinas. Las plantas son diáfanas, de modo que quien las utilice puede repartir los espacios según su conveniencia. El pavimento es un suelo técnico, formado por losetas de madera sobre bandejas metálicas extraíbles de acero galvanizado, que ocultan el cableado para energía y telecomunicaciones. Esta solución permite personalizar las instalaciones para cada usuario sin necesidad de nuevas obras.
El edificio cuenta también con hilo musical en cada planta y un moderno sistema antiincendios que, por medio de aire a presión, permite presurizar el hueco de las escaleras para evitar el ‘efecto chimenea’.
Si el cierre de los almacenes Laínz privó a la capital cántabra de una de las referencia más notables en la vida comercial de la ciudad, el renacimiento del edificio, tras esta transformación contribuye a modernizar la imagen de Santander y a revitalizar su centro urbano.

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