Una fiesta a todo trapo

La llegada del Juan Sebastián Elcano hace ahora un año causó un enorme revuelo en Santander. Hacía década que no se había visto un velero semejante en la Bahía. Ahora, la regata Cutty Sark traerá casi 72 barcos de gran porte, entre ellos tres de los mayores del mundo, los rusos ‘Sedov” y ‘Mir” y el polaco ‘Dar Mlodziezy, reciente visitante del puerto. Los 3.000 tripulantes, en su mayoría jóvenes europeos que viven en la regata su gran aventura, no serán los únicos en llegar a Santander. Se calcula que entre 700.000 y 800.000 personas se acercarán a los muelles y muchos de ellos habrán venido de fuera.
Los hoteles cántabros no han podido atender la demanda de alojamientos que ha suscitado la Cutty Sark. Como ya ocurriera con la semifinal de la Copa Davis hace dos años, el evento ha llegado en el momento de máxima ocupación, cuando el lleno ya estaba garantizado. Esa circunstancia hará complicado acomodar a los visitantes y reducirá la eficacia turística de un acontecimiento que difícilmente se volverá a repetir. Por lo pronto, después de muchas décadas de patrocinio, la marca de whisqui abandona la regata y no por voluntad propia, dado que la nueva normativa comunitaria impide vincular al deporte la promoción de bebidas espirituosas. Por el momento no hay otro espónsor que se haya ofrecido a sufragar la regata que organiza la ISTA británica y, si lo encontrase, lo que ya es seguro es que dejará de llamarse Cutty Sark.
Los barcos más grandes que participan en la regata pertenecen a varias academias navales, que los utilizan como centro de formación para la oficialidad, pero en ese grupo de grandes veleros empiezan a estar presentes las empresas privadas que han encontrado en estos barcos una novedosa oferta de cruceros, donde el confort se une a la aventura y a la participación. Cruzar durante quince días el Atlántico en uno de los más modernos, el ‘Stad Amsterdam’ cuesta 1.750 dólares, un precio que puede parecer razonable aunque las comodidades de un velero son relativas (16 personas por cabina) y parecen más adecuadas para un público juvenil que el turista clásico de cruceros.
La regata demuestra la supremacía de la vela en los países del Este (donde sigue habiendo astilleros muy especializados) Gran Bretaña y Alemania, mientras que la representación de los países mediterráneos es muy escasa.

Tres años de preparativos

El 13 de octubre de 1999, la International Sail Training Association seleccionó la candidatura de Santander de entre otros treinta puertos que aspiraban a esta plaza, para ser una de las sedes de la Cutty Sark 2002, la más prestigiosa del mundo. La regata ha comenzado el pasado 5 de julio y concluirá el 18 de agosto, después de hacer en Santander su tercera escala, entre los días 3 y 6 de agosto.
Desde hace varios meses está previsto incluso los lugares de amarre de cada barco una vez lleguen a Santander. El lugar preferente lo ocupará el ‘Sedov’, en el muelle del ferry, y a continuación se amarrarán hasta los muelles de Maliaño y en orden decreciente según el tamaño, el ‘Mir’, ‘Dar Mlodziezy’, ‘Stad Amsterdam’, ‘Lord Nelson’, ‘Stavros S Niarchos”, etc.
A lo largo de los muelles se colocarán las áreas técnicas para atender las necesidades de la organización.
En tierra, la Autoridad Portuaria, la Consejería de Turismo y el Ayuntamiento de Santander han preparado un numeroso grupo de jóvenes voluntarios que se pondrán al servicio de las tripulaciones de los distintos barcos como intérpretes y guías para desenvolverse en la ciudad. Al mismo tiempo, resulta imprescindible tener preparada la llegada de varios cientos de miles de visitantes que acudirán al evento. Para evitar un auténtico colapso de la ciudad, que de por sí está saturada en la primera semana de agosto, se han establecido aparcamientos disuasorios a la entrada de la ciudad, desde los que se podrá acceder a los transportes públicos. Renfe y FEVE reforzarán sus trenes desde Valladolid, Palencia, Asturias y el País Vasco.

Una fiesta de la vela

La regata es mucho más que una competición de veleros entre el continente europeo y las islas británicas y eso quedará perfectamente patente durante los cuatro días que permanezcan los barcos en Santander. Recibimientos multitudinarios en la bocana del puerto por las embarcaciones locales, desfiles de las tripulaciones por el centro de la ciudad, barcos de guerra que acompañan a los competidores, exhibiciones aéreas y mucho marketing de las compañías patrocinadoras del evento, que instalarán sus carpas en la zona portuaria.
Todo ello recreará en la ciudad una sensación que no se ha vivido desde la Semana Naval de 1968.

La historia de la ‘Cutty’

En 1857, John «Sombrero Blanco» Willis, valoraba los efectos de la crisis económica que por entonces padecían los Estados Unidos pensando que esta recesión haría descender el mercado de fletes para los rápidos clipers americanos, y que era el momento propicio para competir en lo que se conocía como ‘la carrera del té’. Esta fue la razón por la que se lanzó a la aventura de construir una serie de barcos veloces, que pudieran ser competitivos ante los americanos, económicamente deprimidos. Sólo acertó en esto. En el resto de la planificación se equivocó.
Pensó en introducir la novedad de la construcción mixta y dispuso que los cascos tendrían los costillares de hierro, (el acero aún no se había desarrollado), forrados con tracas de madera. Con un desplazamiento de casi 1.000 toneladas, estos barcos iban a ser un poco más pequeños que sus hermanos americanos, intentando darles así más ligereza y mayor velocidad, aunque deberían mantener la misma proporción típica de los clípers: una eslora igual a seis veces su manga; serían barcos muy estilizados y arbolarían tres palos con velas cuadradas para conseguir una velocidad punta de 18 a 20 nudos en condiciones óptimas de viento y mar.
Para entonces el vapor estaba próximo a entrar en esta competición. La moderna tecnología iba a evitar tener que alterar las mejores rutas para buscar los alisios en el Atlántico o para huir de los tifones en el Índico. A los buques de vapor no les iban a afectar las encalmadas y su constante andar les haría, en promedio, más rápidos. La vela tenía los días contados y los clípers serían las primeras víctimas. Los clípers de John Willis nacieron ya obsoletos.

El patito feo

El «patito feo» de la serie de John Willis fue el ‘Cutty Sark’, que fue botado en octubre de 1869 en los afamados astilleros escoceses de Hércules Linton en Dumbarton. Se le bautizó con ese nombre aludiendo al camisón que usaba la joven bruja Nellie cuando volaba con su escoba sobre los tejados británicos. Al elegir ese nombre, el armador pretendía que su clíper también volase sobre los mares y como invocación puso una talla de Nellie en el mascarón de proa. Pero también en esto se equivocó: El ‘Cutty Sark’ no fue un barco rápido, ni pudo nunca vencer a su hermano ‘Thermóphilas’ en la carrera del té. Después de muchas desventuras y accidentes, habiendo cambiado de armador, bandera e incluso nombre, (enarboló durante unos años la grímpola de los Ferreira portugueses), el barco que da nombre a la regata acabó su vida náutica amarrado en las orillas del Támesis, en los muelles del londinense barrio de Greenwich, el del observatorio, el del meridiano y el de las casas de negocios de la City.
En una de ellas, en el año 1962, un grupo de empresarios que estaba fundando una compañía licorera destinada a producir whisky escocés, buscaba un nombre para su producto y mirando a través de las ventanas del edificio para oficinas donde se encontraban, construido a la orilla del río, contemplaron frente a ellos al viejo clíper, muy cuidado, eso sí, que les inspiró con su imagen, para dar nombre a la nueva marca de whisky.

Las primeras regatas

Poco antes de esas fechas, un grupo de viejos lobos de mar, retirados de la Royal Navy, planeaba organizar una regata de veleros de época, entre Torbay y Lisboa para adiestrar jóvenes grumetes y que posteriormente pudieran formar parte de tripulaciones avezadas y diestras en las artes de marinar, a bordo de los balandros de la isla de Cowes. En 1956 se pudo hacer esta regata bajo los auspicios del Lord Mountbatten y fue un éxito total. Decidieron que la experiencia debería tener una continuidad, inicialmente bianual y formaron un comité para la organización de la regata, que denominaron STA, la Sail Training Asociation o Asociación para la Formación Velera. Esta asociación, que con el paso del tiempo se ha consolidado y adquirido renombre universal, ha ampliado sus objetivos buscando mayores horizontes y ha cambiado su denominación, anteponiendo a sus siglas la palabra International, convirtiéndose así en la ISTA, señora todopoderosa de la vela mundial, no olímpica.
Dado el tamaño que iba adquiriendo la regata, ésta pasó a celebrarse anualmente y se la denominó «La regata de los grandes barcos de vela», lo cual no quiere decir que sea exclusivamente para barcos antiguos de vela, sino que los veleros participantes deben tener un determinado porte mínimo. No hay obstáculo alguno para que participen en esta regata los navíos construidos recientemente, con cascos de aluminio o acero, palos de fibra de carbono y que dispongan de todo lujo de electrónicas y comodidades, aunque la mayor parte de los participantes en esta regata son antiguos barcos de vela reformados y conservados con primor por sus actuales propietarios, millonarios enamorados del mar, asociaciones benéficas, empresas comerciales que destinan los barcos a alquiler o buques escuelas de diferentes armadas, pero en cualquier caso, estos grandes barcos de vela son los barcos más bonitos que surcan los mares y donde la navegación se hace arte.
En 1976 la empresa Cutty Sark Scotch Whisky decidió patrocinar esta regata como motivo publicitario, por lo que, al título original, (que aún se sigue manteniendo), se le ha añadido la coletilla «Esponsorizado por Cutty Sark», aunque coloquialmente, a la regata se la conoce como «la Cutty Sark».
La ISTA, no solamente organiza esta regata, sino que también promueve otras con motivos específicos, como la Regata del Milenio o la Hobart-Tasmania en las antípodas, ambas celebradas en el año 2000. Para ello se reúnen anualmente todos sus miembros, junto con los capitanes de los buques que habitualmente participan en este tipo de eventos, para decidir en el transcurso de una convención, la programación de la regata prevista para el siguiente cuarto año. Suelen alternar las zonas donde discurrirá la regata, entre los mares del norte de Europa y mares en el resto del mundo. Algo natural, ya que en los países centro y nordeuropeos es tan elevada la afición a la mar que hay pueblos, como el noruego, que tienen más barcos de recreo que vehículos a motor y en este área se da la mayor concentración de barcos con las características precisas para participar en la regata y donde la ISTA procura fomentar la participación, dando un mayor protagonismo a sus costas.

Tripulantes muy jóvenes

Dado que esta Cutty Sark está destinada a gente joven, las fechas de celebración de la regata suelen coincidir con los meses de verano, cuando los cadetes están de vacaciones, libres de compromisos escolares y el buen tiempo en la mar es más probable. Las etapas de la regata se diseñan para que sean de 4 a 7 días de navegación, intercalándose escalas de 4 días en tierra. Para ello precisan la colaboración de ciudades y puertos de la zona elegida, que presentan sus candidaturas como puertos receptores durante esta convención y donde cuentan las excelencias de sus ciudades, habitantes e instalaciones. Existe una gran competencia entre las ciudades de una misma fachada marítima para lograr ser elegido «puerto Cutty Sark» y, normalmente, transcurridos unos años, se vuelve a solicitar una nueva escala de la regata.
A un puerto designado como puerto de escala, se le exigen una serie de requisitos mínimos entre los que están: la organización de los atraques de la flota, suministros de víveres, agua, combustible y electricidad para los buques de la regata; un sistema de baños, duchas y lavaderos para que los tripulantes de los barcos mas pequeños puedan asearse cómodamente al llegar a tierra, ya que a bordo de las goletas y queches no suele haber cómodas instalaciones sanitarias; la organización de un equipo de voluntarios que sirvan de apoyo y ayuda a las tripulaciones durante su estancia en puerto, que les sirva de intérpretes para asuntos de organización y que les ayude a resolver los problemas que se presenten a las dotaciones de los buques
Además, los puertos deben establecer un sistema de seguridad y emergencias, un plan de comunicaciones, actividades recreativas y culturales y una organización que pueda atender las necesidades de una flotilla de mas de 100 barcos y 3.000 personas y que controle el movimiento de las grandes cantidades de público visitante que quiere acercarse a las embarcaciones.

Desfiles por tierra y mar

Los tripulantes al llegar a un puerto distribuyen su tiempo libre entre actividades culturales y deportivas y fiestas que ellos mismos organizan dentro de sus barcos, con invitaciones cruzadas entre tripulaciones y la asistencia de otros jóvenes del lugar. Todos ellos están permanentemente identificados con una chapa con el anagrama de la regata y forman una multitud colorida y colorista que anima la vida de las ciudades visitadas. Además, como agradecimiento a la ciudad que les acoge, un día desfilan en cabalgata por sus calles, dentro de un ambiente de alegría, cánticos y jolgorio y donde es habitual una incruenta guerra de globos de agua entre las distintas tripulaciones, con gritos de ánimo a sus países o buques, entre bailes y cánticos multilingüísticos.
Al finalizar la estancia, todos los buques abandonan el puerto en un desfile organizado, con todas sus velas desplegadas, acompañados de la flota de recreo de la matrícula, pasando delante de un «barco de honores» donde las autoridades del lugar despiden a los componentes de la regata al saludo del cañón, mientras que la ciudadanía de a pie se agolpa sobre los muelles, paseos y acantilados ocupando cualquier sitio desde donde poder observar la flota navegando con todo el trapo arriba.

Confraternización

La navegación puede ser de dos tipos: El primero Race o regata clásica, con líneas de salida y de llegada, toma de los tiempos invertidos y clasificación final por categorías; y el otro, denominado Cruise in Company, que es un tipo de navegación turística entre dos puertos, donde habitualmente se intercambian tripulantes de un barco a otro y donde tienen su mayor significado el objetivo de la regata: Confraternización de jóvenes de todo el mundo, mientras aprenden a navegar a vela.
Para que un barco participe en esta regata sólo se requiere que sea monocasco, que tenga una eslora superior a 9,14 metros, que al menos la mitad de su tripulación sean jóvenes mayores de 15 años y menores de 25, y cumplir unos requisitos mínimos de seguridad establecidos por la ISTA. Inscribirse, abonar una pequeña cantidad y… a la mar.
En la Cutty Sark no existe un ambiente de competición. Además, sería muy difícil establecer un sistema de clasificaciones para todos los barcos ya que estos son totalmente diferentes y de características muy diversas. No obstante, sí se consideran una serie de parámetros para establecer una especie de hándicap o compensación y tratar de que todas las embarcaciones tengan las mismas oportunidades de victoria. Además, los barcos están distribuidos en clases: ‘A’ los mayores, los medianos en la ‘B’ y los menores de la ‘C’ y a su vez en subdivisiones más pequeñas. El premio para el ganador absoluto consiste en una réplica de plata, del velero Cutty Sark, que dona el patrocinador.
A bordo de los veleros, el capitán ostenta el mando indiscutido y regula las actividades del barco. Aunque en las maniobras de entrada y salida de puerto colabora toda la tripulación, en la mar, la vida normal durante la navegación se organiza en guardias de cuatro horas de duración, donde se realizan las prácticas de manejo de velas, caña de timón, cálculos de rumbos y vigilancia de la guardia. Los más veteranos adiestran a los novatos en las artes y prácticas de la navegación y las guardias se llevan con facilidad. Además, cada 24 horas, uno de los equipos es el encargado de las labores domésticas del barco, fundamentalmente preparar la comida y la limpieza de la cámara. Los camarotes, siempre compartidos por varios miembros de la tripulación, son verdaderas leoneras, donde por la falta de espacio, es difícil mantener un mínimo de orden. Las chicas disponen de su camarote independiente del de los chicos, que es la única excepción para la igualdad de sexos que hay a bordo, aunque el respeto mutuo es norma fundamental de la convivencia en un espacio tan reducido como el de un barco.

Un velero cántabro en la regata

El ‘Bon Temps’, un queche de once metros de eslora perteneciente a la Asociación Villas del Cantábrico, es el único representante de la comunidad autónoma en la competición internacional. Sus ocho tripulantes han realizado el recorrido atlántico (Brest-La Coruña-Santander), una travesía que comenzó el 7 de julio en el propio puerto santanderino y que concluirá el 18 de agosto en Portsmouth.
La participación del ‘Bon Temps’ ha sido sufragada en parte por el Ayuntamiento de Santander y el Gobierno de Cantabria, que han hecho una aportación conjunta de 30.000 euros (cinco millones de pesetas) para cubrir los gastos derivados del acondicionamiento del barco. También ha contado con la colaboración de la Autoridad Portuaria de Santander, que además de concederle una subvención de 1.500 euros, permitirá atracar o fondear el barco frente a los muelles de Calderón durante los fines de semana de lo que resta de año. La imagen del ‘Bon Temps’ servirá de reclamo para promocionar el proyecto de la Asociación Villas del Cantábrico, que persigue la construcción de un buque escuela –una corbeta– que vincule a los jóvenes de Cantabria con la tradición marinera de la región.

Un velero clásico

El ‘Bon Temps’ es un velero construido en Mallorca en 1926 que desde hace veinte años navega en aguas de Cantabria. Se trata de uno de los barcos más antiguos de España (fue construido un año antes que el ‘Juan Sebastián de Elcano’) y tiene 11,2 m. de eslora, 3,2 de manga y 12,4 toneladas de registro bruto. Todo él es de madera y su aparejo es de dos palos y botalón. Las casamatas muy pronunciadas le confieren una forma peculiar y sus finas líneas, con la roda casi perpendicular a la línea de flotación y la popa en forma de clipper, le confieren un aire de principios del siglo XX muy singular y atractivo.
Aunque no fue concebido para regatas, el ‘Bon Temps’ ha participado en competiciones nacionales de embarcaciones de época. Los dos cuartos puestos conseguidos en las regatas Gitana del año 2000 y 2001 lo avalan como un barco de elevadas prestaciones en esta faceta deportiva.
El barco fue adquirido en 1982 por Isabel Gutiérrez Turrión que lo trasladó y matriculó en el puerto de Santander, convirtiéndose en el único barco clásico con base en un puerto cántabro. En diciembre de pasado año fue cedido a la Asociación Villas del Cantábrico con la condición de que rehabilitase el buque y le diera un uso público y social, participando con él en acontecimientos culturales y deportivos, como símbolo de Santander y de Cantabria.

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