Así será la fábrica del futuro
Un nuevo concepto de producción comienza a abrirse paso, la fabricación inteligente o Industria 4.0, una respuesta a la tendencia imparable hacia los productos personalizados. Algo que hasta ahora resultaba muy difícil de conseguir en una cadena de trabajo pero que están poniendo al alcance tecnologías como la impresión en 3D o los avances en robótica e inteligencia artificial.
La industria se prepara para afrontar los retos de un futuro en el que la producción de bienes será solo una parte de la actividad de las empresas manufactureras. Son conscientes de que la creación de valor se está desplazando hacia las etapas previas a la fabricación (la I+D y el diseño) y a la postproducción (marketing y ventas).
Una de las consecuencias de esta nueva orientación es la búsqueda de una mayor cercanía entre las plantas fabriles y los centros de innovación. Una tendencia reforzada por la desaparición de los motivos que fomentaron la deslocalización industrial. El alza de los costes laborales en países como China o el incremento de la demanda de productos completamente personalizados hace que muchas empresas se planteen un retorno a sus países de origen buscando mayor proximidad a su clientela.
De la producción en serie a la ‘customización’
Las fábricas van a pasar “de hacer un millón de algo a hacer un millón de muchas cosas”. Y para que esto sea posible se precisa una logística flexible dentro de la planta y una línea inteligente de multiproducción.
Para que la cadena de trabajo pueda cambiar en función de los pedidos será necesario implantar la robótica móvil. Módulos flexibles capaces de reconocerse entre sí gracias a la última generación de sensores.
En una línea inteligente, las distintas estaciones reconocen cada pieza mediante una tecnología RFID de identificación por radiofrecuencia; bajan de un servidor el plan de trabajo correspondiente a esa pieza individual y saben cómo tiene que procesarla. Estos sistemas robóticos no solo librarán a los trabajadores de las tareas peligrosas o monótonas sino que cada vez será más frecuente que el trabajo se desarrolle sin intervención humana alguna.
Las líneas inteligentes, además, serán capaces de autoanalizar sus datos de rendimiento y realizar un mantenimiento preventivo, avisando al servicio técnico cuando hay riesgo de averías. También podrán prever si una pieza fabricada fallará durante su uso, analizando los datos de testaje de la propia línea, con lo que el control de calidad será más exhaustivo.
Pero también los trabajadores obtendrán ventajas de la aplicación de estas nuevas herramientas. Las instalaciones inteligentes reconocerán a los empleados y les mostrarán los pasos de montaje mediante animaciones en 3D, según el nivel de conocimiento de cada uno. Otras innovaciones, como las gafas conectadas a la red, permitirán a los empleados del almacén ver los pedidos a través del cristal o a los técnicos leer el manual de instrucciones con las manos libres mientras llevan a cabo alguna reparación.
La impresión en 3D
La que está llamada a tener un gran protagonismo en las fábricas del futuro es la impresión en 3D. Además de los módulos flexibles, las fábricas tendrán que recurrir a ella para crear productos personalizados con el máximo ahorro de materias primas. Hasta ahora, esta tecnología se ha usado para la fabricación de prototipos, porque su aplicación para la producción en serie debe superar aún algunas limitaciones: su coste es más alto que el de la inyección, es incompatible con muchos de los materiales que se utilizan habitualmente en la industria y su velocidad no puede equiparse a la de las líneas de fabricación tradicionales. Pero todo eso está cambiando y la prueba de ello es que en las últimas semanas ya se han presentado varios automóviles con carrocerías a la carta fabricadas completamente con impresoras 3D
Su progresión es imparable. En 2013 la facturación mundial de piezas obtenidas mediante impresión en 3D ascendió a 800 millones de euros y gigantes como Google se plantean iniciar este año la producción de piezas customizadas para móviles con este procedimiento.
La fábrica del futuro será el centro en el que convergerán tecnologías como las descritas, aunque multinacionales como Robert Bosch, cuentan ya con instalaciones piloto en los que está poniendo en práctica los nuevos procesos de fabricación. El objetivo –señalan– es transmitir los pedidos del cliente a la línea y planificarlos allí automáticamente de manera óptima.
En la fábrica interconectada lo que no cambia es la cuestión de fondo: incrementar la competitividad. Y la Industria 4.0 ofrece una gran oportunidad para lograrlo.