Medio Ambiente se agrupa en la Clínica Matorras
La Consejería de Medio Ambiente ha crecido tanto que ya no era posible ubicar a todo su personal entre la sede de Antonio López y las dependencias de Atilano Rodríguez y Paseo de Pereda. Y es que la sencilla estructura orgánica diseñada en 1996 parece un esqueleto si se compara con la actual, con una plantilla de 103 empleados y la perspectiva de incorporar, a corto plazo, otros puestos de nueva creación, necesarios para aplicar la normativa europea.
El cambio de organigrama es consecuencia de la nueva regulación de 2003 por la que Medio Ambiente se separó de Ordenación del Territorio pero incorporó la Dirección General de Obras Hidráulicas y Ciclo Integral del Agua. Con ello, perdía algunas funciones como los parques naturales –que pasaban a depender de Agricultura– pero eran más los servicios desgajados de otras consejerías, como Obras Públicas o Presidencia, que se sumaban a Medio Ambiente.
Tanto el incremento de los empleados como la dispersión que padecían, han motivado el traslado al edificio de la antigua Clínica Matorras, que responde al deseo de concentrar las diferentes direcciones generales en un único lugar. “Queríamos dar un sentido de Consejería y mejorar las relaciones y la comunicación”, precisa el secretario general, Julio García Caloca.
Medio Ambiente, con un presupuesto de 146 millones de euros, es una de las consejerías que gestiona mayor volumen de recursos y tiene por delante uno de los proyectos más ambiciosos del Plan de Gobernanza, la llamada ‘Autovía del Agua’.
Demasiados tabiques
García Caloca considera que la localización de la Clínica Matorras fue “una gestión afortunada” del anterior secretario general, en una ciudad, como Santander, donde los locales son escasos y los precios tan elevados. Ahora pagarán unos 444.000 euros anuales, un 40% más de lo que suponía el alquiler de las tres sedes anteriores, aunque el coste real sólo será un 20% superior, porque en los anteriores no se incluían los gastos de comunidad.
En noviembre de 2004, el equipo de García Caloca recibió el local y la obra hecha, a falta de definir los espacios, algo que estaba condicionado por tratarse de un edificio lleno de tabiques y columnas reforzadas, como consecuencia de antiguos problemas en la estructura, que en su día impidieron la apertura de un hotel. La Consejería sólo quería una sede transitoria hasta que los empleados pasaran al futuro edificio Moneo, pero tenía que enfrentarse a su distribución y acondicionamiento.
Visto el resultado, aunque no recuerde a los modernos edificios administrativos con plantas diáfanas y espacios comunes, se ha logrado adaptarlo a las necesidades de la plantilla en un tiempo récord de tres meses y con una inversión que no ha superado los 40 millones de pesetas, entre el mobiliario y las obras.
La reforma la han concebido y dirigido los arquitectos de la propia Consejería Belén Rosón y Oscar Sainz. Julio García Caloca también achaca buena parte del mérito del traslado a los funcionarios, que se han implicado en la selección de los muebles y han cuidado los más mínimos detalles.
A excepción de unos cuantos despachos directivos, todos los empleados disponen de un espacio similar con muebles funcionales “sin demasiadas jerarquías” explica García Caloca.
Un ático con vistas
Con una superficie de 1.860 m2, el edificio se compone de un sótano, planta baja y entreplanta –que rondan los 170 m2– y otras seis alturas, con una superficie útil de 205 m2 cada una. El inmueble culmina en un ático retranqueado, que propicia una terraza abierta a la calles Lealtad, Méndez Núnez y Calderón de la Barca.
La zona de atención al público, la más representativa por diseño y mobiliario innovador, está en la planta baja, donde se han ubicado el registro, una sala de espera, el control de seguridad y servicios como reprografía o los servidores de telecomunicaciones.
La entreplanta alberga el gabinete de estudios, proyectos y asesoramiento y prensa. La planta primera y segunda corresponden a la Dirección General de Medio Ambiente; Obras hidráulicas ocupa la tercera, cuarta y parte de la quinta y el resto queda para la secretaría general y la asesoría jurídica. El despacho del consejero se encuentra en la sexta planta.
La estancia menos administrativa es el ático con una terraza perimetral en forma de U, que tiene la doble utilidad de servir como sala de reuniones y lugar de relajación para los empleados, que podrán disfrutar de una espléndidas vistas a la bahía.