La nueva Lonja toma el relevo de la construida en 1950

En el transcurso del último medio siglo, los pescadores de Santander han debido afrontar dos grandes cambios en la ubicación de su actividad profesional, con importantes repercusiones en ambos casos en la propia fisonomía de la ciudad.
Hace 50 años, las exigencias de modernización y desarrollo urbanístico de Santander forzaron un histórico traslado desde su tradicional zona de Puertochico al actual Barrio Pesquero, dando lugar al surgimiento de uno de los espacios urbanos más característicos de la ciudad, aunque el tiempo lo haya degradado y requiera hoy una reurbanización que le insufle nueva vitalidad.
Medio siglo después, de nuevo las exigencias de expansión de la ciudad unidas a las necesidades objetivas del sector pesquero han forzado la construcción de una nueva y espectacular Lonja que viene a sustituir a las ya anticuadas instalaciones que se levantaron a principios de la década de los cincuenta en el muelle norte de la dársena de Maliaño. Un cambio que venía siendo reclamado insistentemente por la Cofradía de Pescadores de Santander, que había visto como los cuatro proyectos para modernizar los servicios pesqueros manejados en la última década, y que situaban el futuro edificio en diversos puntos de la dársena o señalaban hacia Raos, eran sucesivamente desestimados.
Finalmente, y en sintonía con la iniciativa de recuperación de espacios portuarios diseñado por el Ayuntamiento de Santander, la Autoridad Portuaria decidió acometer en el año 2000 la construcción de la nueva Lonja que se inaugurará durante este mes, aunque el comienzo real de su actividad no tendrá lugar antes de que finalice el año. El nuevo edificio ha supuesto una inversión de unos cinco millones y medio de euros (915 millones de pesetas), financiada, en parte, por la comunidad autónoma.
La nueva Lonja, de 3.500 m2 está situada en el muelle oeste de la dársena de Maliaño y es obra del ingeniero de Caminos Juan José Arenas, que ha diseñado una construcción laminar de hormigón, de potente impacto visual, cuya silueta abovedada aporta una imagen singular que está llamada a convertirse en el referente arquitectónico del Puerto Pesquero.
Cerca de 200 barcos de varias comunidades autónomas, utilizan anualmente las instalaciones de la Lonja de Santander para subastar su carga. Por las básculas del puerto pesquero de la capital cántabra pasaron el pasado año 6.720 toneladas de pescado con un valor aproximado de 16,2 millones de euros (2.700 millones de pesetas), no muy lejos de la cifra récord de facturación, que se alcanzó en 1999, con 2.800 millones de pesetas. En una sola jornada de ese año se llegó a vender pescado por valor de 40 millones de pesetas.
Estas cifras convierten a la Lonja santanderina en una de las más importantes de la Cornisa Cantábrica, tras las de Avilés y Pasajes, pero esa circunstancia contrastaba con las deficiencias del edificio de subastas, falto de espacio físico para gestionar adecuadamente la entrada de pescado, sobre todo en aquellos días en que coinciden para su descarga más de diez barcos de altura. A diferencia de lo que ocurre con la flota de bajura en las que tan sólo se exhibe ante los compradores una muestra de las capturas (sardas, bonitos, etc.), las especies de altura (merluza, salmonetes, cigalas, ojitos, etc.) han de mostrarse en su totalidad ante quienes van a participar en la subasta para que puedan apreciar la frescura y características del pescado antes de efectuar la puja. Esta práctica se ve dificultada por las limitaciones que impone la falta de espacio suficiente en la sala de exposición, incapaz de albergar a la vez más de 3.000 cajas, lo que equivale a 60.000 kilos de pescado. “Depende de la carga que traigan –explica el secretario de la Cofradía de Santander, Enrique Paz–, pero si coinciden diez barcos de altura con 300 cajas cada uno, ya no caben y es preciso apilar las cajas, lo que no es bueno para el pescado”. La existencia de columnas limita aún más el aprovechamiento de espacios.
Todos estos problemas han sido contemplados en el diseño de la nueva Lonja, que además de contar con una sala de exposición diáfana, supera en 1.000 m2 la superficie de la actual.
La falta de espacio de las viejas instalaciones se hace sentir también en la cancha, o sala de subasta, en la que hay 145 asientos, cuando el número de compradores habituales supera ampliamente esta cifra. Los 200 asientos de la nueva Lonja también permitirán solventar este problema.
Otro aspecto que valoran mucho los profesionales del sector es la posibilidad de contar con unas instalaciones climatizadas, ya que la actual Lonja obliga, en ocasiones, a recurrir a las cámaras de la fábrica de hielo para depositar el pescado hasta la subasta.
La sustancial mejora en todos los aspectos que va a suponer la entrada en servicio de la nueva Lonja, además de facilitar el trabajo de los integrantes de los 22 barcos de bajura que forman la Cofradía de Santander o de los casi 50 que tienen como base el puerto santanderino, puede suponer un incentivo para aquellos barcos de otras comunidades a los que el azar de las costeras les aproxima a la costa cántabra. Siempre teniendo en cuenta que la prioridad del armador a la hora de decidir el puerto donde subastar la carga siga siendo, inevitablemente, la cotización media de las lonjas más próximas a la embarcación.
Las nuevas instalaciones supondrán también la modernización del sistema de subasta mediante nuevas aplicaciones informáticas que permitirán a los compradores el seguimiento en tiempo real de los precios de otras lonjas.

Incertidumbres sobre la gestión de la Lonja

Aunque la gestión de la Lonja ha estado tradicionalmente en manos de la Cofradía, que ya gestionaba en 1948 la que existía en Puertochico, la cuestión de quién se hará cargo de la explotación de la nueva lonja es una incógnita todavía sin resolver. La concesión a la Cofradía terminó en el 2001, y se ha prorrogado un año más a la espera de que una vez concluídas las nuevas instalaciones, la Autoridad Portuaria redacte el pliego de condiciones. Esta incertidumbre ha provocado la preocupación de la veintena de empleados que trabajan en la Lonja, lo que ha llevado a UGT a reclamar información sobre la marcha de las negociaciones con la Autoridad Portuaria. Todo parece indicar que la intención es que la Lonja sea explotada por el sector extractivo en su conjunto, es decir, por la flota de altura y la de bajura, ya que históricamente la Cofradía ha estado formada tan sólo por barcos de bajura.
Esta propuesta choca con las reticencias de los armadores de altura, que no desean adherirse a una organización en la que la representación es paritaria (50% armadores y 50% marineros), ya que prefieren gestionar sus intereses de acuerdo a formas de relación empresarial más jerarquizadas.
Aunque la Cofradía de Pescadores se muestra dispuesta a abrir su organización a los armadores de altura, estos últimos son partidarios de crear una sociedad de nuevo cuño en alianza con los armadores de bajura para la explotación de la futura Lonja. Una tercera fórmula es la que contempla la creación de un organismo en el que participarían, al menos en una primera fase, tanto la Autoridad Portuaria como la propia Consejería de Pesca.
La hipótesis menos probable es la de que se haga cargo de la gestión una empresa ajena al sector pesquero. La experiencia de casos similares indica que los pescadores no verían con agrado esta solución, aunque no puede descartarse que aparezca un empresario interesado. Ya ocurrió en Málaga y en Castellón, pero fue una experiencia muy breve porque los pescadores se pusieron de uñas y la experiencia dio lugar a huelgas y cierres de puertos.
La integración entre productores y administradores de las lonjas confiere a este negocio unas características especiales que lo hacen difícilmente accesible para alguien ajeno al sector. “Aquí hay muchos precios que son políticos”, advierte Enrique Paz. “Por ejemplo, el precio del hielo, que cobramos por debajo de su coste, porque si el hielo es barato y vienen los barcos a vender su pescado nos compensa”. La Lonja recupera la pérdida a través del 3,5% que cobra sobre el importe de las ventas, único gasto que tienen los armadores por su uso.
Otra de las incógnitas aún no resueltas es si la Lonja se entregará llave en mano o si quien finalmente la gestione deberá realizar en ella inversiones en básculas, equipos informáticos o mobiliario.
Lo que sí se contempla en el plan director de la Autoridad Portuaria es la construcción de una nueva fábrica de hielo en el lado sur de la Lonja. Un surtidor de gasoil completará las instalaciones en primera línea de la Dársena del Cuadro.

Puerto de interés general

La activa política de inversiones llevada a cabo por el Gobierno cántabro en los puertos pesqueros de la comunidad había despertado en los pescadores de Santander una sensación de agravio comparativo que no ha disipado del todo esta iniciativa de la Autoridad Portuaria, que es de quien depende el puerto pesquero de la capital cántabra.
“Las lonjas que hay en Cantabria –explica el secretario de la Cofradía de Santander– las entrega el Gobierno regional llave en mano, mientras que aquí nosotros estamos pagando todos los años cerca de seis millones de pesetas, además de lo que la Autoridad Portuaria recauda por la tarifa de utilización del atraque que supone el 2% de todo lo que subastamos, mientras que en los puertos de la comunidad autónoma es el 1,5%”.
Al ser unos terrenos dependientes de un organismo autónomo (Puertos del Estado), el Gobierno regional no puede realizar directamente inversiones y debe recurrir a la vía de la subvención. Enrique Paz pone como ejemplo las fábricas de hielo levantadas por la Consejería en Santoña o en San Vicente de la Barquera, mientras que en Santander fue la propia Cofradía la que tuvo que construir la suya en la que invirtió 240 millones de pesetas, de los que 50 provenían de la UE.
Para evitar estas diferencias, el sector pesquero de la capital cántabra ha pedido al Gobierno regional que negocie con Madrid el traspaso a la comunidad autónoma de las instalaciones portuarias que les afectan más directamente.

Recuperación de espacios portuarios

La apertura de la nueva lonja va a redundar también en un profundo cambio urbanístico en esa estratégica zona de la ciudad. El derribo de la vieja Lonja, así como de la fábrica de hielo, abrirá en Marqués de la Hermida una perspectiva de la bahía inédita para los santanderinos, que el Ayuntamiento planea aprovechar con la creación de un paseo marítimo similar al que discurre más al este y que contará también con una vía de servicio portuario. Será uno de los tramos más significativos del Plan Especial del Puerto que está llamado a cambiar la fisonomía de Santander.

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