Amica, un modelo de economía social que dura ya treinta años
Cuando hace treinta años cuatro profesionales asentados en Torrelavega y doce familias que tenían hijos con discapacidades se propusieron encontrar para ellos una solución que no fuese meramente asistencial la idea no resultaba muy creíble, entre otras razones por la heterogeidad de las circunstancias y edades de los dependientes, ya que había adultos y bebés.
Contra todo pronóstico, la Asociación consiguió que aquel primer centro de día, denominado La Barca, se asentase, y el espaldarazo definitivo se lo dio la Unión Europea, entonces CEE, al otorgarle el premio Helios a su proyecto, un tipo de asistencia totalmente innovadora gracias al cual personas con discapacidades graves no tenían que ser internadas y podían seguir con sus familias, al tiempo que adquirían hábitos de autonomía personal.
Hoy Amica tiene muchos centros de día y su brazo industrial (SOEMCA) controla las lavanderías de Cantabria, varios talleres de confección y centros de selección de residuos, pero mantiene el mismo espíritu pionero y frugal, porque nació cuando aún no se había cerrado una crisis, la de los años 80; se consolidó la de los 90, cuando consiguió participar en los programas europeos Horizon que buscaba iniciativas innovadoras para integrar socialmente a las personas con discapacidad y cuando la ministra Matilde Fernández le concedió la calificación de Asociación de Utilidad Pública; y ha tenido que demostrar su capacidad de supervivencia con la crisis actual.
“Quizá lo que más llame la atención de Amica sea su sostenibilidad”, reconoce su director y cofundador Tomás Castillo. “El que hayamos puesto en marcha actividades que se han sostenido en estos años y, sobre todo, que se haya mantenido la plantilla”. En las empresas del grupo trabajan 524 personas, de las que 150 son técnicos y cuenta con cuatro lavanderías, dos talleres de confección de ropa, una planta de recuperación y reciclaje de residuos, además de centros de día en Santander, Torrelavega, Reinosa, Santillana del Mar y Santoña, residencias y una enorme sede social en Sierrapando, la antigua Escuela de Relaciones Laborales, donde también realiza todo tipo de actividades.
La política del ahorro
La perdurabilidad de un entramado laboral-formativo y asistencial tan amplio tiene mucho que ver con las políticas de ahorro de la institución. Las llaves eléctricas de los centros tienen carteles que indican el consumo exacto de ese aparato o de esas luces; en las lavanderías, las nuevas máquinas han rebajado los 14 litros de agua por kilo de ropa lavada que se consumían al comienzo de la crisis a solo 4, lo que ha propiciado ahorros muy significativos. También se han producido en la factura del gas, al incorporar a las lavadoras y secadoras unos sistemas de inyección directa y con la nueva generación de detergentes, que consiguen las mismas esterilizaciones con menor temperatura del agua.
De esta forma, y convenciendo a toda la plantilla de que es su implicación en estos ahorros es lo que mantiene sus empleos, Amica resiste sin especiales zozobras en una coyuntura muy poco favorable, ya que en los últimos ocho años el precio de lavado de ropa no se ha movido y, en cambio, el de la energía ha subido más de un 40%. Algo que tampoco hubiese sido fácil de encajar si no se hubiese incrementado sustancialmente el volumen de lavado por trabajador.
En la actualidad, la asociación recoge la ropa sucia de los seis hospitales públicos de Cantabria y de los 48 centros de salud y la devuelve lavada cada día. En este proceso de recogida y entrega ha empleado al personal que quedó amortizado en las lavanderías con la introducción de maquinaria más avanzada lo que le ha facilitado el no tener que suprimir puestos de trabajo y, al tiempo, controlar mejor las prendas que se mueven. Porque son suyas. Amica tiene 400.000 en circulación, entre sábanas, toallas, pijamas, batas de sanitarios y otra ropa de trabajo, lo que le supone una inversión de tres millones de euros, muy gravosa para una ONG. Pero lo auténticamente descorazonador para los miembros de la Asociación es que cada día se pierdan prendas por valor de mil euros, que no retornan de los hospitales.
Cualquiera de sus trabajadores y asociados sufre una punzada de ira al ver en tendales y en obras sábanas rotuladas con los anagramas del Servicio Cántabro de Salud que, en realidad son de Amica, ya que la contrata de lavado incluye todo el material, exactamente igual que las que mantienen con hoteles y restaurantes, para surtirles de manteles, servilletas y ropa de cama limpias.
Un chip en cada prenda
La imposibilidad de evitar que desaparezcan las prendas y de erradicar un coste que asciende a 300.000 euros al año les ha impulsado a insertar en cada una de ellas un chip, de forma que a partir de ahora se sabrá, al menos, de cuáles son los servicios de donde desaparecen o cuándo salieron por última vez y servirá para mejorar el control. Amica se ha convertido así en la primera empresa del sector que es capaz de inventariar sus prendas en tiempo real, de saber cuánta ropa tiene en cada planta de un hospital o centros de día de Cantabria y cuánto hace que una prenda no regresa. “No hay servicio de salud informatizado de esta manera”, sostiene Tomás Castillo.
Los chips no hacen saltar alarmas en las puertas de los hospitales, pero sí en el amor propio de los gestores de Amica, que lamentan que algunas personas “se lleven hasta cinco prendas nuestras” al ser dadas de alta, entre sábanas, mantas, toallas, pijamas y fundas, o el verse obligados a reponer 4.000 jubones de bebé al año, en una región en la que nacen 4.800 niños por ejercicio, lo que supone que el 80% salen por la puerta con el que les facilitó temporalmente el hospital y que en realidad es propiedad de Amica. También han de reponer 8.000 toallas al año y 20.000 sábanas (60 kilómetros de tela de algodón 100% y alto gramaje, preparadas para soportar las fuertes temperaturas de la higienización), en lugar de las 5.000 o 6.000 que debieran ser sustituidas por el desgaste natural.
Reciclaje de residuos
Las prendas salen de sus propios talleres de confección, otra de las actividades de su grupo industrial, que también controla un centro de recuperación y reciclaje de residuos. Ni siquiera las basuras se libran de los efectos de la crisis, porque el descenso del consumo se nota también en el desecho de envases, que ha disminuido un 30% desde 2007, lo que repercute en los ingresos de la planta.
En el centro de selección, que está ubicado en el polígono santanderino de Candina, se ha evitado reducir la plantilla al añadir una segunda vuelta de reprocesamiento de los residuos, lo que ha elevado el ratio de recuperación los productos reciclables a un 90%, un porcentaje que no se consigue ningún otro lugar del país y que está a años luz de la media nacional (65%). En la planta de la Asociación se separan cinco tipos de plásticos, además de latas de aluminio y bricks.
La remuneración de estos trabajos llega a través de la venta del material recuperado y el canon que paga el fabricante del envase por el reciclaje, dos conceptos que van directamente ligados al volumen y a la eficacia en la selección, y ese es el motivo por el que Amica pone tanto empeño en conseguir los ratios más altos.
En la actualidad, las tres patas del grupo (la actividad social, la industrial y la ambiental) facturan conjuntamente 14,2 millones de euros, y aunque una parte notable sigue llegando de las subvenciones públicas, algo perfectamente natural en los centros especiales de empleo, la proporción de ingresos por servicios prestados es alta.
6.000 personas atendidas
En las tres décadas de existencia, la entidad ha atendido a más de 6.000 personas con discapacidades, para mejorar su participación en la comunidad y ha apoyado su presencia en el propio domicilio, hasta lograr que sean capaces de manejar las situaciones cotidianas y disfruten de autonomía personal. Unas actuaciones que también se llevan a cabo desde los centros de día, a través de viviendas en las que estas personas pueden tener tener su propio hogar o con actividades para el tiempo libre.
Amica ha buscado en este tiempo fomentar la formación que precisan para manejarse socialmente y aportarles la capacitación laboral que les permita optar a un trabajo. De esta forma ha creado más de 1.400 oportunidades de empleo, de las que sólo una parte se materializan en sus propios centros de trabajo; el resto prestan sus servicios en otras empresas. Un personal que ha conocido una especie de versión pionera de la formación dual, veinte años antes de que, ahora, se haya puesto de moda.