El cambio en Cantabria

Hay certezas de la política que sólo están en la mente de los comentaristas y una de ellas es la suposición de que el electorado reclama permanentemente cambios de personas. Se exigía la sustitución de Felipe González y más tarde de Joaquín Almunia supuestamente en nombre de los electores, pero es muy dudoso que los votantes se hastíen de algunos líderes y no de otros, porque por la misma razón podría suponerse que se han aburrido de Pujol, de Fraga o de Arzallus, que llevan más de 20 años en cargos de relieve.
En Cantabria quien polarizaba esas opiniones era Jaime Blanco. De tener en cuenta la teoría generalmente extendida, una vez que desapareciera de la secretaría general, los socialistas cántabros tendrían despejado el camino de la presidencia regional, una tesis tan poco consistente como el olvidar que a lo largo de su mandato han presentado otros candidatos –entre ellos Ángel Duque- y no han tenido por ello más éxito.
En cualquier caso, parecía llegada la hora de una renovación y el congreso de los socialistas cántabros ha sido refrescante por varios motivos más, el primero de ellos por el hecho de que por primera vez en un partido español la secretaría general y la presidencia la ocupan dos mujeres y, en segundo lugar, por el resultado. Alguna vez tendremos que acostumbrarnos a valorar como positivo el hecho de que se presenten varios candidatos, o el que las votaciones sean ajustadas y no se ganen por el 99%, porque tales unanimidades suelen encubrir estructuras poco dadas a aceptar debates internos.
Cambiar, a pesar de todo, tiene un coste muy alto para un partido, digan lo que digan los comentaristas. Hacer un líder es una tarea de años, especialmente para quienes no tienen medios de comunicación afectos que popularicen su rostro. En la vida diaria, nadie compra lo que desconoce y algo semejante ocurre cuando ha de optar entre los políticos.
Nuestro grupo editorial lo comprobó hace algunas semanas en el diario digital Cronicadecantabria.com que se puede leer en Internet. De forma simultánea se establecieron dos votaciones, una para elegir, entre las finalistas a Miss Cantabria, la preferida por los lectores y otra para que los internautas escogiesen entre los tres candidatos que esa semana se presentaban a la secretaría general del PSC-PSOE. Pues bien, de cada setenta votantes de las misses, sólo uno se tomaba la escasa molestia de pinchar en uno de los candidatos socialistas, hasta el punto que se optó por retirar esta segunda votación por la escasa fiabilidad de tan bajo índice de respuesta. ¿Cuál era el motivo? Sencillamente, que quienes entraban en la página no se sentían motivados, ni a favor ni en contra, ante unos candidatos que apenas conocían, incluso en el caso de Dolores Gorostiaga, que lleva varias legislaturas como diputada y senadora.
Se afirme lo que se afirme, los electores necesitan mucho tiempo para familiarizarse con un nuevo candidato y las pruebas demuestran que ningún partido en el poder asume el riesgo de sustituir a su cabeza de lista y cuando está en la oposición, sabe que deberá esperar varios comicios hasta que su nuevo líder esté en disposición de ganar. Basta recordar que Felipe González venció a la tercera y Aznar a la segunda y por muy estrecho margen. A Dolores Gorostiaga le queda ahora un trabajo muy duro para dar a conocer, no tanto el programa, que ya importa poco incluso en el ámbito interno de los partidos, como su propia persona. Si lo consigue, será una buena candidata a la presidencia regional.

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