La fábrica más dulce no deja de crecer
La fábrica de Nestlé en La Penilla ocupa 180.000 metros cuadrados y de ella salen cinco gamas de productos, desde los bombones a las harinas infantiles, el cacao soluble Nesquick, las tabletas de chocolate, los quesos Sveltesse, la cápsulas de café Dolce Gusto o la leche en polvo Nido. Su materia prima principal son las habas de cacao. Cada año se torrefactan en la planta 20.000 toneladas que antes entraban por el puerto de Santander y ahora lo hacen por el de Barcelona, por una mera cuestión logística, ya que allí resulta más fácil encontrar cargas de retorno para los barcos. Pero no se descarta volver al puerto cántabro.
Con las habas se produce un licor de cacao y de ahí salen, inmediatamente después, las tortas de cacao, de las que se obtiene el Nesquick, mientras que la manteca y el licor de cacao se emplea en la línea de chocolates.
En la gama de confitería, el rey de la fábrica es el bombón. Por más años que pasen, su Caja Roja sigue siendo un icono en el mercado español. Eso no impide que Nestlé haya tratado de ganar más mercado, tanto en el segmento superior (los bombones premium) como con la marca Dairy Box, heredada de una planta inglesa que cerró y que se exportan a Gran Bretaña, donde el consumo de estos dulces es más cotidiano y está más repartido a lo largo del año que en España. En nuestro país, el 70% de las ventas se concentra entre diciembre y enero.
En la fabricación del bombón ya casi no interviene la mano humana. Tres de las líneas de producción están totalmente mecanizadas, salvo el control de la producción, lo que incluye el colocar los bombones que los brazos robóticos no dejan bien alineados en los vanos de la bandeja de plástico. Algo que resulta milagroso que no ocurra más a menudo si se observa la velocidad con que se mueven las articulaciones de esa especie de araña gigantesca que recoge los bombones de la línea de producción, de donde salen de una forma desordenada, y los reorienta mientras los desplaza por el aire para poder dejarlos en el lugar de la caja troquelado con su forma.
Dado que el bombón se fabrica con chocolates distintos y que todos ellos funden a prácticamente a la misma temperatura –que no llega a los 30o– resulta laborioso conseguir que las capas se depositen sin fusionarse unas con otras. Esos contornos perfectos se logran con sucesivos enfriamientos. Primero se fabrica la camisa exterior, esa cobertura de chocolate que permitirá alojar el relleno, que se vierte posteriormente, una vez ha secado y enfriado la primera capa. Por último se pega por fusión el talón, la parte inferior que cierra esa especie de cápsula de chocolate que es un bombón.
Aunque la fábrica está en permanente proceso de creación de nuevos bombones (como la marca Gold –la gama premium–, los Dairy Box y una línea reciente a granel), la Caja Roja aparenta ser la misma desde hace cuarenta años. En realidad, ni la caja es idéntica ni permanecen la mayoría de los bombones que la formaban en los años 70, pero eso pasa desapercibido para el consumidor, dado que son continuos los pequeños cambios.
Las distintas líneas de fabricación de La Penilla producen 90.000 toneladas al año, de las que un 43% se exportan. Los países receptores son muy variados, en función del producto. En los chocolates, el mejor cliente es Francia, sobre todo para las tabletas de chocolate puro. En las harinas infantiles (Cerelac, Nestum…), es Oriente Medio, y en especial el emirato de Dubai. También se envían grandes partidas de bombones a Inglaterra, mientras que Portugal e Italia se decantan, sobre todo, por el Nesquick.
La fábrica ha seguido creciendo en plena crisis gracias a las exportaciones, que se han incrementado notablemente tanto en el campo de los chocolates como en el de las harinas infantiles. También han evolucionado muy favorablemente las exportaciones de Nescafé y las cápsulas de café de Dolce Gusto, otro de los productos estrella de una planta que reúne muchas marcas nobles.
Esa variedad justifica que haya podido pasar de las 75.000 toneladas que producía hace cinco años a las 90.000 actuales y que en el último año haya consolidado más de 170 empleos que anteriormente eran discontinuos, además de convertir en fijos discontinuos a parte de los temporales. Todo ello ha llevado a que la plantilla actual sea de 915 personas, la más numerosa entre las fábricas de Cantabria.
Grandes marcas nacidas en la planta
Aunque a principios del siglo XX, cuando se construyó la fábrica, Nestlé ya tenía varias líneas de actividad, La Penilla nació con el primer producto creado por el suizo Henry Nestlé, las leches maternizadas.
Para suministrar al mercado español, buscó un emplazamiento donde estaba más que asegurado el abastecimiento de leche y la fábrica pronto se convirtió en un referente para todo el valle de Cayón y para el propio país, hasta el punto de que sus productos han marcado épocas, desde la leche condensada La Lechera (una marca adquirida a un fabricante de Torrelavega) al Pelargón, el Nescafé, el Nesquick, la Caja Roja o, en su día, los yogures Chamburcy.
La mayoría de estos productos, que han llegado a tener un enorme valor de mercado, se han desarrollado en la propia planta. Algunos se quedan en ella; otros, como el Nescafé, los cereales de desayuno o algunos postres, acabaron en otras factorías del grupo suizo por razones de especialización. A cambio, a La Penilla llegan producciones surgidas en otros lugares.
La fábrica no solo ha de actualizar su cartera de marcas sino que está sometida a una severa política de excelencia donde nada queda al azar: “Nuestros productos han de ser percibidos por los consumidores como de una calidad extraordinaria”, explica el director. Alberto López Caballero. Pero, al mismo tiempo, la fabricación ha de atender aspectos de los que el consumidor no es consciente, como el consumo de agua. En tres años ha pasado de 75 metros cúbicos por cada tonelada producida a tan solo 15.
Sentirse parte de la mayor multinacional alimentaria del mundo marca, y Nestlé también se siente abanderada de la seguridad en el campo de la nutrición y en la responsabilidad social con el entorno.
Otra seguridad, la de las instalaciones, también ha mejorado muy sensiblemente, al evitarse el paso de camiones por el interior de la fábrica, gracias a unos muelles de carga construidos en la parte posterior y a un ramal directo con la futura autovía.
Leche de Cantabria
La fábrica gasta 260 millones de euros al año en mano de obra, materias primas y suministros. Una cuantía que, en parte, se queda en la región, donde adquiere cada año 70 millones de libros de leche (entre el 15 y el 20% de toda la producción de Cantabria), algo que están haciendo valer sus estrategas de marketing, al incluir esta referencia al origen de la leche en la publicidad de sus productos, “porque, para el consumidor que la leche sea de Cantabria representa un valor añadido”, resalta el director.
Para los ganaderos locales también es un reconocimiento, pero lo realmente importante para ellos es que la planta haya sido designada por el grupo para elaborar las cápsulas de café Dolce Gusto después de perder las leches maternizadas. Eso no solo evitó que se redujese el volumen de recogidas de leche sino que las ha aumentado.
La fábrica también origina un movimiento ingente de camiones (otro sector que se beneficia de su existencia) y tiene acuerdos de formación dual con el Instituto Lope de Vega, de forma que 25 chicos hacen un año completo de su ciclo de FP en la planta.
Para mantener el liderazgo, la compañía se ve obligada a innovar permanentemente, lo que se nota especialmente en las líneas de tabletas de chocolate y confitería, donde se han multiplicado las variedades sensoriales y mejoran cada día los envasados, tanto en su aspecto como en sus facultades para mantener el producto fresco. También aumenta el número de formatos y texturas (en harinas infantiles hace más de 50). En algunos productos, se ha procedido a cambios en la composición con el único fin de adaptarse a los compromisos nutricionales firmados por Nestlé para contribuir a una mejora de la alimentación humana.
Con lo que sale cada día a través de los muelles de carga de la fábrica se podrían llenar los estantes de muchos supermercados, y más que por el volumen de producción, por el número de referencias. En estos momentos tiene en catálogo nada menos que 550 distintas, como consecuencia de las múltiples presentaciones que llega a tener un mismo producto. Algunos nos han acompañado toda la vida, pero ni nosotros hemos sido siempre iguales ni ellos lo son.